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Cuando la señal te llama

Título: Broadchurch 3T.
Creador: Chris Chibnall.
Reparto: David Tennant, Olivia Colman, Jodie Whittaker.
Cadena: ITV.
Calificación: ●●●●○

BROADCHURCH, TEMPORADA tres. Es lo mismo, pero no es igual. Es el mismo planteamiento: todos son sospechosos, todos esconden algo, todos tienen secretos que guardan, celosamente. Puede que con acierto, puede que sin razón alguna. Los miedos, miedos son. Las dos historias que fluyen en la serie se complementan y arrojan luz, la una sobre la otra.

Una es el caso policial y otra es el caso subterráneo, el de las vidas de los protagonistas. Las dos tramas se entremezclan de igual modo que todo está, en algún sentido que no siempte se percibe, conectado. O al menos, en ocasiones, eso es lo que parece. Las grandes desventuras y las sorprendentes alegrías parece que están especialmente programadas para ti que, en principio, nada esperas. O, si eres sincero, lo esperas todo. El guion de Broadchurch juega sutilmente con esas finas conexiones, las tensa hasta el límite y después las suelta, en un impulso que bien puede resultar fatal o, por el contrario, poderosamente satisfactorio.


Se cierran cosas, en esta tercera temporada, que se habían abierto en las anteriores y se plantean otras nuevas, muchas otras


Nunca sabemos. Siempre creemos saber o queremos saber o imaginamos que conocemos las señales. Nos ilusionamos con las señales porque, en verdad, emociona que algo pueda estar dispuesto para nosotros. En ese momento justo. Hay un libro de Sándor Márai que lleva por título La mujer justa y que habla de ese tipo de huellas que definen lo exacto, lo preciso, la señal. No importa en qué se crea y en qué no. Cualquier estructura ideológica, cualquier dogma que hayamos creado o en el que nos hayamos integrado, no tendrá validez a la hora de enfrentarnos a una manifestación intensa de algo así. Seguimos el rastro sin titubeos. Es la pulsión. Es la exaltación. Es la vida. En el lado opuesto se encuentra la fatalidad, el ser malhadado. Nadie está libre de su zarpazo y nadie lo invoca.

En el transcurso de la existencia, aparece, de pronto, como un mal sueño y contamina con su presencia todo lo que hasta ahora fue, congela toda sonrisa, pone la propia biografía en suspenso. Cuando eso ocurre, el pasado deja de ser un elemento útil que ayuda a comprender y a ser mejor y deviene en algo amenazador, terrible e irreconciliable con el momento actual. El presente se transforma y el futuro ni siquiera se intuye. Esta serie destaca dos momentos así en dos historias paralelas: la de una mujer violada y la de un padre cuyo amigo asesinó a su hijo. Son dos momentos clímax que comienzan a narrarse desde ahí, desde que empieza la caída, y que nos lleva a las diferentes situaciones por las que van pasando esos dos personajes y los de su entorno.

El entorno —muchas veces—como advertencia, como una nube negra que contamina, en lugar de despejar, incluso en lugar de estallar en pedazos, para luego recoger, recomponer lo que queda. Al contrario, lo que queda es algo que no acaba de reventar nunca, que permanece en el interior, que se alimenta de la falta de entendimiento. Si hubo señales, no las advertí; si no las hubo, qué clase de señal es esta que destruye lo edificado con tanto esfuerzo. Así, de maneras erráticas, a menudo poco eficaces, tratan los personajes de Broadchurch de superponerse a esas situaciones que les vinieron dadas, que, desde luego, no pidieron.

Se cierran cosas, en esta tercera temporada, que se habían abierto en las anteriores y se plantean otras nuevas, muchas otras. Si es recomendable esta serie es porque la vida se aprende con cosas así. Porque ves lo horrible de cerca al tiempo que vislumbras algunos caminos, allá, a lo lejos, que permiten seguir fantaseando con la idea de que, sí, puede que algún día, puede que a mi. Y vas, y sueñas.

Los misterios de la audiencia
No entiendo muy bien el interés que puede tener alguien por ver el programa Sucedió en urgencias, de la cadena DKISS. Porque los casos que salen son del tipo, a un hombre se le ha salido el globo ocular — vaya usted a saber la razón— y una mujer embarazada casi pierde a su bebé por la picadura de una araña. Con asuntos de esa índole en la pantalla no parece nada apetecible. Pero, amigos, tiene audiencia. Una opción es que todos los televidentes quieran ser médicos. ¿No?

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