El precio de la libertad

Mujeres víctimas de violencia de género vinculadas con Pontevedra relatan su experiencia durante el largo camino que debieron recorrer para salir de esa situación. Las policías Nacional y Local y la Fiscalía trabajan codo con codo para sacar adelante estos casos
Iniciativa del Concello de Pontevedra enmarcada en el programa de actividades del 25-N
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"Mamá dice que aquí voy a hacer muchos amigos, por eso estamos de viaje, hoy voy a conocer un pueblo nuevo. Mamá tiene razón, en donde vivíamos teníamos pocos amigos, pero ahora todo va a ser distinto, estoy muy contenta porque ahora voy a hacer muchos, muchos amigos". Esta es la fantasía con la que Isabel maquilló la negra realidad que rodeaba a su pequeña de cuatro años. Isabel es una mujer que un día llegó a Pontevedra sin tener muy claro a dónde dirigirse, porque venía de un pueblo cercano a Ourense y no conocía la ciudad. Aquella noche la pasó en el primer hostal que encontró y al día siguiente pidió ayuda en la calle, porque, aunque calla su verdadero nombre, no quiere ocultar su historia. Ya no, no más.

Buscaba el Centro de Información á Muller de Pontevedra y le indicaron dónde podía encontrarlo. Desde allí la pusieron en contacto con la asociación Mulleres en Pé y dejó a su niña al cuidado de una desconocida durante dos horas. Un integrante del colectivo llevó a la pequeña a pasear por el parque, mientras otra acompañaba a Isabel a una Comisaría de Policía, porque decía que ya estaba cansada y quería resumir en un par de páginas lo que la había llevado a una situación desesperada, una relación tóxica esculpida a golpes, insultos y amenazas.

Es difícil concretar en apenas unos folios lo que sucedió durante la noche anterior. Denunciar una patada que todavía duele, ahí, en el costado. También el bofetón con el que dejó su marca, con intención, para que a ella no se le olvide si acaso se le ocurre contarlo. Incluso reproducir con las palabras exactas de qué forma amenazó a los pequeños que contemplaban la discusión asustados. Atreverse a denunciar no es fácil para una víctima de violencia de machista, porque el camino hacia la libertad es arduo, "supone acordarse de la noche pasada, y de la anterior, y de otra, y otra. Porque hablamos de años y en esos momentos es necesario tener un apoyo".

Es la opinión de Carolina Hincapié, la presidenta de la asociación Mulleres en Pé, un colectivo que tiene su sede muy cerca del CIM de Pontevedra y da amparo a las víctimas de violencia de género desde hace poco más de un año. Uno de los principales problemas que detectan es que los patrones de comportamiento del maltratador se repite en un caso sí y otro también. Hincapié señala que "este tipo de hombre se suele encargar de aislarla de su entorno; no tiene ni una amiga y cuando se presenta ante una comisaría lo hace sola".

"Vi a mi hijo jugando en el columpio y a él viniendo hacia mí. Pensé que si quería, me mataba allí mismo"

Es por esto que la portavoz de la asociación explica que "nuestra función es acompañarlas; intentamos que antes de entrar se calmen, si quieren que estemos presentes en el momento de denunciar, lo estamos,... En definitiva, les damos la confianza que necesitan para dar ese paso tan duro".

En el momento en el que se registra la denuncia, la Policía Nacional realiza una valoración de la situación y deriva el atestado al juzgado. Al momento se le plantea a la víctima la posibilidad de tomar medidas de protección y además se pone a su disposición un abogado para que le preste asesoramiento jurídico. Porque, tal y como asegura la presidenta de Mulleres en Pé, con ese valiente paso apenas se está a las puertas de salir de años de infierno, "con la denuncia no se acaba, empieza para ellas un proceso muy largo y duro en el que, a menudo, muchas mujeres llegan a decir que preferían quedarse en casa y seguir aguantando palos. Porque tienen que revivir todo otra vez, en la comisaría y en los juicios que se celebren. A veces llegan tan nerviosas que no saben concretar la hora, y una franja de 15 o 30 minutos lo cambia todo en un juicio".

EN EL JUZGADO. Lo que menos se imaginaba Susana el día que fue citada a declarar es que tendría que aguantar las mofas y risas de su expareja otra vez, tan cerca. "En un juicio tuve que estar sentada a su lado, me dijeron que no había otro sitio en la sala. Cada vez que hablaba mi abogada tenía que escuchar sus burlas. No me imagino a una mujer que ha sido violada sentada al lado del violador, ¿por qué en mi caso fue así?", se pregunta.

El ejemplo de Susana, que también guarda su identidad, es uno de los que a la asociación Mulleres en Pé le hace cuestionarse que "en casos en los que hay una orden de alejamiento o graves, ¿por qué tienen que volver a revivir el terror de la mirada que solo ellas conocen? Porque hay a los que les da igual, no les importa tener un policía a cada lado, que se giran y la miran. Hay carencias que se deben mejorar", comenta Hincapié.

"En un juicio tuve que estar sentada a su lado. Cada vez que hablaba mi abogada tenía que escuchar sus burlas"

De lunes a viernes, en el caso de Pontevedra, las denuncias las recibe el juzgado de violencia de género, que se corresponde con el de Instrucción número tres. Rosalina Carrera es la fiscal que se ocupa de llevar estos casos en la ciudad e indica que una vez recibida la acusación, "el juzgado incoa el procedimiento. Cuando la mujer ha solicitado una orden de protección y hay un detenido, debemos cumplir unos plazos. En este caso, tenemos que resolver en 72 horas tanto sobre la situación del presunto agresor, si queda en libertad o pasa a prisión, como sobre la orden de protección, si se concede o se deniega".

La fiscal explica que el 90% de los casos registrados en la ciudad "vienen como juicio rápido. Normalmente vienen citadas ambas partes y en otras ocasiones existen terceras personas. Si se puede se resuelve todo en la misma mañana". En este sentido, Carrera apunta que "los juicios rápidos vienen bien, porque la decisión de la mujer se apuntala y es mucho más fácil que no se plantee durante los días siguientes si debe darle una nueva oportunidad y no declarar".

Obligatoriamente, ante un posible delito por violencia de género, además de dictar si el presunto agresor irá a prisión o deberá realizar trabajos en beneficio de la comunidad, el juez determina la privación del permiso de armas y la orden de alejamiento. "Si finalmente la sentencia resuelve que la pena es de prisión, la orden de alejamiento siempre tiene que ser un año más que la pena que solicitas. Por otra parte, los trabajos no se pueden imponer, esta pena solo se da si él está de acuerdo", analiza la fiscal.

Cuando se firma la conformidad, el juzgado de instrucción envía los requerimientos al juzgado de lo penal para que se ejecuten. Rosalina Carrera también comenta que "cuando la conformidad se da en el juicio rápido y el acusado asume la pena que pide para él el fiscal, entonces se reduce un tercio. Puede que esta sea una indemnización y ellas renuncian porque no quieren nada de esa persona. Solemos mantener esa reclamación y la destinamos a los gastos ocasionados en el Sergas, por ejemplo".

Susana está hoy más guapa que nunca. Tiene los labios pintados, también con una sonrisa, y sus ojos dicen que el camino es duro, pero sí, que "se sale a flote".

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