Opinión

"Diana López Varela boda"

Lo confieso. He convertido esta página en un diván, el lugar en donde publico mi parte más personal, las vísceras doloridas de una joven promesa –cada vez menos joven y más promesa- atacada por las vulnerabilidades propias y las ansiedades derivadas de la exposición mediática.

Hace unos días una amiga de Madrid que buscaba cómo conseguir una camiseta de mi cortometraje me escribió para comentarme que al poner mi nombre en el buscador de Internet le salía relacionada la palabra boda. Ella, que ni siquiera sabía que me había casado –si usted no lo sabe ya se lo cuento yo– se quedó alucinada al comprobar cómo el algoritmo de Google le había facilitado esa entrada después de, seguramente, reiteradas búsquedas de usuarios sobre mi estado civil. Tuve que comprobar con mis propios ojos aquello, y el resultado es el que ven en la foto. Mi ego podría haberse disparado al nivel de Cristina Pedroche imaginándome con los paparazzis persiguiéndome por la calle Charino mientras saco ilegalmente una copa a la calle escondida bajo el abrigo (ojo que en algunos pubs ya están a siete euros y eso justifica casi cualquier delito) pero inmediatamente, ver mi nombre asociado a un concepto íntimo, hizo que se me tambalease el suelo. Les prometo que nunca he querido ser famosa, de hecho sufro horrores al hablar en público, aunque obviamente, sí reconocida por mi trabajo. Ver mi nombre seguido de periodista, guionista, wikipedia o blog era algo con lo que podía contar y que me satisface enormemente, porque eso significa que hay gente interesada en mi trayectoria profesional. Pero lo de la boda, cuando ni siquiera he subido una sola foto vestida de novia a mis redes sociales... ¿a quién carallo le importa? Y, sobre todo, ¿Qué buscarán si me divorcio, tengo un hijo o me pillan escondiendo la copa y bebiéndomela detrás de un contenedor en la plaza de O Teucro?

SS

Fuera de las fronteras de esta comarca y de este país, Galicia, soy muy poco conocida. Sí lo es un poco más mi trabajo como escritora feminista y, en especial, mi libro, así que me aventuro a suponer que la mayor parte de las búsquedas que corresponden al cotilleo sobre mi boda son más bien cercanas. Supongo que es algo que los entendidos en la materia pueden comprobar (desde dónde se realizan las búsquedas) pero casi prefiero quedarme con la duda y no alimentar más la paranoia. La historia me ha llevado a tal estado de enajenación que he tenido que comprobar que había entregado mis dos proyectos de másteres, no vaya a ser que me pase como a Cristina Cifuentes y se me multiplique el disgusto.

Formo parte activa de esta sociedad hiperestimulada, hiperconectada y sobrecomunicada Les prometo que nunca he querido ser famosa, aunque sí reconocida por mi trabajo Tuve que comprobarlo con mis propios ojos y el resultado es el que ven en la foto que tiene como uno de sus principales entretenimientos la búsqueda insaciable de datos sobre otras personas en la red. La búsqueda patética que –dios nos perdone– hemos hecho casi todos y que puede empezar con el nombre del ex y acabar con interesantes pesquisas sobre el centro de estudios de la madre de la pareja de la ex de tu ex. Además del ímpetu procrastinador que las redes sociales y Google nos han ofrecido a tiempo completo y sin límite de horarios ni de perversiones, paradójicamente, el resultado de tanto rastreo gracias a la conexión es un estado de desconexión constante con la realidad propia, junto a la incapacidad patológica para romper con el pasado y la fascinación, también patológica, de un futuro inventado en base a estúpidos algoritmos que controlan nuestras vidas. Hace pocos días supimos cómo Facebook había influido de manera decisiva en la intención de voto de varios millones de americanos, ¿qué no hará con nuestro débiles corazones?

Como consecuencia de tantas divagaciones cibernéticas agujereándonos el cerebro, cada vez se hace más difícil eso que los psicólogos denominan vivir en el "aquí y ahora". Somos cada vez más incapaces de habitar el presente. La ansiedad por el futuro y la melancolía constante hacia el pasado (y nuestra incapacidad para romper con ello) son también uno de los principales motivos de consulta en las clínicas de psicología. ¿Recuerdan aquella época en que después de dejarlo con su ex su recuerdo se desvanecía en el almacén de la memoria, ávidos de nuevas experiencias? Seguramente no, porque ya lo habrán buscado en Facebook.

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