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Diana Quer

DIANA QUER desapareció un día en A Pobra. Se supo que no había pasado por la casa veraniega de su madre y que había enviado un mensaje en el que afirmaba sentirse acosada. Vestía unos pantalones cortos de color rosa. Poco después supimos que sí, que había pasado por casa y se había cambiado de ropa, pues los pantalones estaban allí. Al cabo de unos días supimos que no, que no había pasado por casa y que aquellos pantalones ni siquiera los llevaba puestos el día que desapareció. 

Mientras tanto, supimos que Diana había sido vista en el puerto de Ribeira, y después en Lugo. Supimos también que alguien, la propia Quer u otra persona, había tirado el móvil al mar desde el puente de Taragoña, aunque luego supimos que no, que había permanecido en una zona determinada de Taragoña y que su teléfono se apagó al quedarse sin batería. Antes o después, supimos que Diana había desaparecido voluntariamente, que había sido secuestrada y ya rizando el rizo conocimos una noticia que conciliaba ambas: Diana había desaparecido voluntariamente pero luego alguien la secuestró. 

Todas esas primicias las fuimos conociendo siempre precedidas de algo así como: "Importantes novedades en el caso de Diana Quer", y anunciadas como procedentes de "fuentes cercanas a la investigación". Los matinales de televisión dedican al menos media hora diaria a contarnos invenciones, conjeturas y secretos esparcidos por el quiosquero que trabaja a cien metros del juzgado, el camarero del bar de enfrente o una señora que pasaba por ahí. El abogado de la madre se convirtió de la noche a la mañana en una estrella mediática. Conocimos los secretos de la familia, sus desavenencias y sus intimidades. Los medios necesitan rellenar minutos en sus matinales o crear titulares a tres o cuatro columnas. Si lo que se cuenta es o no verdad, eso ya da un poco lo mismo. Lo importante es tener una noticia, aunque sólo sea para desmentirla tres días después. No es necesario verificar una fuente o contrastar un testimonio. Para qué. 

Claro que la culpa no es de los medios, o no sólo es de los medios. También es mía, por ejemplo, que todos los días pongo la tele o leo un periódico buscando la última importantísima novedad sobre Diana Quer. Voy elaborando mi propia teoría, que lógicamente cambia día a día, o incluso varias veces en un mismo día. No me preocupan los otros cientos o miles de desaparecidos. Ni siquiera los que han desaparecido en las últimas semanas. 

Todos queremos que Diana Quer aparezca; que aparezca pronto y bien. Mientras tanto, nadie se pregunta si alguna otra persona desaparecida ha sido encontrada sana y salva. No conocemos sus casos y por tanto no nos preocupan. A los pocos días de desaparecer Diana, desapareció Iván Durán, un joven de Baiona. Su caso no nos interesa porque aquí la noticia es Diana, a la que tratamos como la única desaparecida de la historia de España. Diana tiene algo que no tienen los demás desaparecidos, aunque nadie podría precisar qué es ese algo. Quizá simplemente que en cosa de un par de días su caso fue saltando de un medio a otro hasta convertirse en la desaparición de la temporada, en el suceso de moda, mientras decidíamos que Iván Durán y todos los demás desaparecidos no merecen nuestra atención. Suceda lo que suceda con Diana Quer, dejará de preocuparnos algún día y la olvidaremos también. Lo mismo que ocurrió con Sonia Iglesias, desaparecida en Pontevedra en 2010. Su caso tuvo cierta repercusión en su momento. Hoy, la madre y la hermana se empeñan en que no nos olvidemos de ella y año tras año dan un toque de atención y reúnen a media ciudad para pedir ayuda porque ya nadie busca a Sonia Iglesias. No hay más que un puñado de personas, las más cercanas, que estos días estén más pendientes de Sonia que de la última noticia falsa sobre Diana Quer. Los demás, en España entera, formamos un enorme corrillo en el que el asunto de Diana se trata con gran formalidad, principalmente en los momentos de ocio. No deja de ser la distracción perfecta, porque para hablar de Diana Quer no es necesario que a uno le guste el fútbol o le interese la política. Todos y cada uno podemos hablar de Diana Quer, cuestión en la que nadie es más ni menos experto que ninguna otra persona. También sabemos que es un tema pasajero, y por tanto hay que darse prisa, sobre todo si el caso no se resuelve. Si Diana no aparece pronto, en unas semanas el tema dará paso a otro y las cámaras de televisión dejarán A Pobra para ir corriendo a Teruel o a Valladolid. Las veremos irse como las vimos salir de Pontevedra poco después de la desaparición de Sonia Iglesias. 

Algún día alguien debería hacer una reflexión sobre la conveniencia de tratar a un desaparecido o a una niña asesinada como a una estrella del rock. Alguien deberá pensar alguna vez que estos asuntos requieren una cobertura digna, que no estamos hablando de la última arroutada de Belén Esteban o del nuevo ligue de Paquirrín; que si no hay noticia nueva cada día, tampoco es obligatorio inventarla.

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