DIARIO DE UN CONFINADO...

Papel de liar

Rodrigo Cota comprando en un estanco durante la cuarentena. GONZALO GARCÍA
photo_camera Mi visita al estanco. GONZALO GARCÍA

10.40
El sueño era esta vez plácido hasta que me despertó la voz de madelman de Pedro Sánchez. Yo es que duermo con la tele encendida toda la noche, por lo general puesta en el canal 24 H o en Discovery Max. En Discovery Max sólo cuando de noche ponen Alienígenas, caso abierto o Megaestructuras nazis, que son mis dos series favoritas. Pues Sánchez habla como un madelman, se mueve como un madelman y viste como un madelman, por mucho que le pese a Ortega Smith.

Sánchez repitió su discurso de anteayer pero esta vez ante un Parlamento vacío. La estrella de la jornada es Valentina, la mujer que se encarga de desinfectar el atril cada vez que habla un interviniente. Vale más ella que medio centenar de diputados.

Luego toman la palabra Casado, nada nuevo; Espinosa de los Lofts, que tampoco aporta nada y Gabriel Rufián. Rufián habla muy despacio, pronunciando cada sílaba como si fuera más importante que la anterior. Me canso.


12.00
Mi momento para pensar en cosas importantes. Naturalmente, como cada día a estas horas desde que tengo uso de razón, pienso en que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor, y el que tenga esas tres cosas que le dé gracias a Dios. Eso era antes. Ahora, desde la semana pasada con suerte tenemos dos de las tres cosas, una o ninguna. De salud ya ni hablamos; el dinero, el poco que había, está volando a marchas forzadas; y el amor, lo que yo le diga: al menos algunas familias en mi vecindario están quedándose sin amor de tanto convivir y empiezan como en Gran Hermano, a discutir por estupideces. A mí me parece demasiado pronto, que si empiezan así a los tres días no quiero ni imaginarlos dentro de tres semanas. Paciencia, hermanos, que además aquí es complicado expulsar a nadie de la casa. Imagínese usted: lo echan de su casa y por encima le ponen una multa.


13.30
Llega lo que para mí es lo mejor que me ha ocurrido desde que empezó el cautiverio: salir de casa. Tan importante es el evento que lo recoge un fotógrafo de nuestro periódico, Gonzalo. La razón de mi escapada está más que justificada: debo acudir al estanco. Poco hablamos del cuerpo de estanqueros. Estamos todo el día a vueltas con otras personas imprescindibles, como las que trabajan en la Sanidad o en la alimentación, pero nadie se acuerda de los estanqueros y las estanqueras, que también están prestando un servicio inestimable. El caso es que yo me había provisto de los ingredientes necesarios para fabricar mis propios cigarrillos durante una semana, y que paso a enumerar por si usted no es fumadora: tabaco, papel de liar, filtros y fuego. Pues calculé mal y se me agotó el papel. Gonzalo, el fotógrafo apareció con guantes, mascarilla y una cámara de fotos, que estuve a punto de preguntarle si íbamos al estanco o a la Luna, que parecía un astronauta. El estanco se encuentra a 50 metros mal contados desde el portal de mi casa. Llego hasta ahí como quien va a tomar Constantinopla, con una cazadora sobre el pijama, que tampoco es cosa de uniformarse para tomar Constantinopla. Tampoco es que Guillermo Meijón se vista de frac para ir al Parlamento.


17.00
Se me olvidaba provocar a César Abal y me pongo a ello. Le digo que los borbones muy mal, que voy a montar una cacerolada de escándalo contra el rey Felipe, que la culpa del coronavirus pontevedrés es del desayuno que montó Feijóo el día 10 en el Galicia Palace y que los únicos que aportan algo positivo a esta crisis internacional son los cubanos y los chinos, comunistas todos. Cada día me cuesta más que me envíe al carallo y eso me molesta, que no son tiempos para que uno se esfuerce. Está contento porque hoy le tocó trabajo presencial, sea eso lo que sea, si es que algo es.


20.00
Por vez primera no salgo a aplaudir y no es por desidia ni por falta de compromiso. Me pilla el momento trabajando en asuntos urgentes del periódico que me llevan hasta el discurso del rey, que me lo pierdo porque a estas alturas de mi vida lo que diga un rey me trae sin cuidado, salvo que diga que soy beneficiario de una cuenta en Suiza.

Compongo mi verso diario, que en esta ocasión no es enteramente d mi autoría, sino una sencilla adaptación de una canción popular, que queda así: "Para vir a xunta min / para vir a xunta min / vai lavar as mans / vai lavar as mans / vai lavar as mans / galopín, pasmón, carallán, que a min non me pegas ti o virus".


21.00
Sigo atentamente el discurso del rey Felipe VI. Un ejemplo de superación que merece la pena. Interpretación inolvidable. Hablo de la película, claro, muy recomendable. El otro discurso no lo puedo escuchar por culpa de las cacerolas.

Comentarios