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El informe defintivo

El Pontevedra todavía no ha encontrado una dinámica estable ni en juego ni en resultados, lo que hace impredecible su evolución

TODAS LAS temporadas, todos los equipos necesitan un puñado de partidos para conocer su destino en la primavera siguiente.

El fútbol tiene que ver poco con otras modalidades. Es la actividad deportiva colectiva en la que es mayor el índice de fracaso o de error en los pronósticos: pocos objetivos propuestos a nivel interno por los clubes y menos previsiones de los aficionados, de los observadores imparciales y de los entendidos se cumplen.

En competiciones como la liga de Segunda B, en las que la igualdad prima, es más complejo acertar con la quiniela. Hace unos días, nuestro estimado representante de futbolistas Javier Picallo anunciaba en la tertulia de Radio Pontevedra que el Burgos había realizado un fuerte desembolso para contratar a buenos futbolistas. Dejaba entrever que el once de José Manuel Mateo posee materia prima de sobra para pelear con los mejores de la competición. Los apellidos conceden razón al prestigioso abogado pontevedrés. Pero de momento, los poderes de los burgaleses no se corresponden con sus resultados.

En el caso del Pontevedra también será complicado acertar donde va a acabar, cuál será su zona de la clasificación. No hay indicios suficientes para conocer de qué va el equipo de Luismi y menos para asegurar hacia dónde se dirige.

El once pontevedrés no ha afianzado ni un estilo de juego, ni una dinámica de resultados que haga creer que se vaya a situar en la zona baja de la clasificación ni que le augure felicidad o paz futura. Sin embargo, sí que ha atravesado una racha de minutos sin encajar goles que demuestra que el colectivo es compacto y bastante seguro en su área. También parece confirmar que le cuesta hacer gol.

Eso sí, nada fijo. De momento, además de ser pronto para sacar conclusiones, hay pocos argumentos para el informe definitivo del curso.

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