Opinión

El Oboe de Gabriel

EN ESTOS días muchos se preguntarán como es posible que un ser humano sea capaz de segar una vida tan pura, tan inocente, tan noble, pero mientras tecleo estas letras, justo en este preciso momento, se están produciendo cientos de miles de asesinatos en todo el planeta, en los cinco continentes, y planeando otros tantos en este mismo instante por miles de personas que aún teniendo rostros diferentes y motivaciones aparentemente distintas para ejecutar ese acto los mueve la misma fuerza, como marionetas de algo superior.

Si el asesinato fuera un hecho aislado, como por ejemplo, la consecución de un importante logro deportivo, un avance científico de relevancia o el descubrimiento de un nueva galaxia, podríamos afirmar que ese acto se debe a la acción individual basada en el esfuerzo, la curiosidad, la creatividad o la superación de una persona o un equipo de personas. Pero en el caso del asesinato, creo que su análisis es más profundo y cabe hacerse algunas preguntas de muy difícil respuesta. ¿Es una acción aislada individual o es un comportamiento generalizado inherente a la raza humana? ¿Y ese comportamiento, independientemente de quien ejecute esa acción, responde a una misma causa? ¿Es movido por la misma fuerza? ¿Por qué ocurre?

Es la pregunta que nos deberíamos hacer estos días. Y es la pregunta que debemos formular si deseamos identificar las causas del asesinato más allá de las evidencias aparentes e individuales. Si en este mismo instante alguien aprieta el gatillo de una pistola contra otro ser y esa acción es idéntica en Honduras, España, Somalia, India, Moscú o Birmania podríamos afirmar empíricamente que existe una fuerza global, diseminada en el planeta, que ejecuta ese acto independientemente de la persona que ejerce esa acción como una disfunción celular en un organismo.

Podríamos afirmar que el ser humano es tan solo el canal por el cual «el mal» se manifiesta a través de la ira y el caos. El mal lleva actuando en el mundo desde el principio de los tiempos y actúa a través de los seres humanos alentando sus pecados capitales, llevándolos hacia la atrocidad y la locura. Su objetivo: Transformar el alma humana y apropiarse de ella en la tierra a través de una batalla milenaria que lleva teniendo lugar en el planeta desde el génesis. Pero como dos caras de la misma moneda, en el otro reverso del cristal brilla la luz y en este preciso instante están teniendo lugar millones de partos con nuevos niños y niñas que harán un mundo mejor porque la vida se impone a la muerte.

En este mismo momento en todo el planeta se componen nuevas canciones y poemas épicos, las personas se abrazan desde las calles de Brooklyn hasta los suburbios de Shangai, en este mismo segundo millones de personas se ayudan las unas a las otras, se besan, se agarran de la mano, se abrazan y se salvan en un incesante acto de amor que existe como fuerza absoluta en el mundo y se manifiesta también en los seres humanos.

El Bien y el Mal son el Yin y el Yang derivados del Caos y el Orden generados por el Big Bang. ¿Donde habita esa energía?: En el alma humana. Cuando tengas dudas, cuando todo se venga abajo, cuando se desmoronen los cimientos de la civilización y todo se derrumbe entre el barro y la metralla aférrate bien al «Oboe de Gabriel», esa melodía compuesta por Enio Morricone y otra flor volverá a brotar hermosa y reluciente sobre las ruinas de la barbarie porque la luz se impone a la oscuridad y ésta no puede vencerla. Ahora ya sabes porque estás en el mundo. Arranca la mala hierba de tus entrañas, que no te sirve para nada, y lucha, lucha, lucha por el bien de toda la humanidad hasta el final de tus días.

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