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El paritorio de los votos

La falta de comunicación de unos y la demagogia de otros muestran las carencias de propuestas para la nueva realidad de la Galicia rural
Uno de los carteles reivindicativos en la manifestación contra el cierre del paritorio de Verín. BRAIS LORENZO (EFE)
photo_camera Uno de los carteles reivindicativos en la manifestación contra el cierre del paritorio de Verín. BRAIS LORENZO (EFE)

SEÑOR DIRECTOR:

No debe ser un político al uso el que decidió o autorizó el cierre del paritorio de Verín. La decisión se adopta a menos de un año de las elecciones que se pronostican muy reñidas en Galicia. La medida, que parece técnicamente fundamentada para el buen servicio de Pediatría en la provincia de Ourense, es una bomba política que con la sanidad como pretexto, bien aliñada con ingredientes que activan los sentimientos, se extiende por Galicia en un objetivo de desgaste a la gestión del señor Núñez Feijóo en la Xunta. Estamos en campaña. Se trata de esta y no de la organización o privatización de la sanidad.

La medida es un tiro en el pie al inicio de la larga marcha electoral hasta el otoño próximo. ¿Quién vio la necesidad urgente de la decisión y quien ordenó apretar el gatillo? ¿Nadie planteó que había que preparar antes, en lo posible, el impacto negativo en la opinión pública? ¿Nadie vio en una decisión así munición gratuita para la oposición? Ciertamente no es un político al uso, de los que solo apuestan por rentabilidades a corto y nunca invierten a largo.

Observará usted cómo esta decisión salió rápidamente de los límites de Galicia y se trata desde Madrid como un auténtico escándalo en medios y programas de radio y televisión. El rigor se entierra por la audiencia y el sectarismo. Para la Xunta y el señor Feijóo es una resbaladiza mancha de aceite que se extiende por todo el territorio gallego y que se pretende prolongar su visibilidad en el tiempo. Nos la presentan como el anticipo de males mayores.

Miedos y demagogias

La pregunta, que no fue formulada ni respondida en las profundidades de la crisis económica que siguió a 2008 ni ahora, es si el afianzamiento del sistema público de sanidad exige o no cambios estructurales y organizativos que lo garanticen con los recursos existentes. ¿Son o no exigibles reformas que, como en el caso de Galicia, se correspondan a una nueva realidad como la pérdida y reordenamiento de la población. ¿Admitimos que no es la sanidad la que vacía de población el rural gallego, como se dice estos días, sino que el despoblamiento exige la reestructuración de los servicios sanitarios y otros? Vamos a decirlo con las simplezas del discurso imperante: ¿Nacen menos niños en Verín por la supresión del paritorio o se suprime el paritorio por el descenso de la natalidad?

Tal como respondió el economista John Maynard Keynes a quienes le criticaban por variar sus posiciones sobre política económica durante la gran depresión, "son los hechos los que cambian, no mis opiniones". A estos han de adaptarse y responder las políticas. En el caso de Galicia, son una obviedad cambios como el de la distribución y estructura de la población. La organización y la prestación de servicios como la sanidad o la enseñanza han de adaptarse a esta nueva situación. Lo hizo la banca y hasta los ultramarinos tradicionales. Dar respuesta no es dejar a esa población abandonada por las administraciones públicas. Las comunicaciones y la capacidad de acceso y respuesta han cambiado para mejor.

A los partidos políticos en el poder o en la oposición hay que exigirles que expliquen a la ciudadanía qué medidas adoptarán en la organización y gestión sanitaria para dar respuesta a la nueva estructura poblacional. Unos y otros ignoran el interrogante. Así lo refleja la falta de comunicación que practica Sanidade. Solo se explica por el temor ante medidas que se saben impopulares y por ignorar la comunicación como estrategia en una crisis. Esas medidas se comprenderían si se explicasen antes de adoptarse. No necesariamente se aplaudirían. A quien le salvan la vida con una amputación no se le puede pedir un aplauso.

La estrategia opositora activa todas las luces y sirenas pero no mueve la ambulancia. El recurso al fantasma de la privatización y desmantelamiento de la sanidad pública es la huida fácil frente a la lógica de estudiar y formular concretas medidas alternativas que respondan a la nueva realidad de la Galicia rural. ¿Cerrar un paritorio es privatizar?

Se lo guisan y se lo comen

Tanto el marrón que se come ahora mismo la Xunta de Galicia con el caso Verín ya se lo apunté anteriormente, como la abundante munición demagogia que se utiliza contra la política y gestión sanitaria, son en buena medida consecuencia del desprecio de los gestores del sector por una comunicación eficiente, que haga partícipes a los ciudadanos con antelación de las razones que conducen a una determinada decisión.

Falta pedagogía previa para que el campo no esté abonado para el florecimiento de la demagogia. Recuerde usted las escandaleras que se organizaron con el copago y los genéricos en las profundidades de la crisis, que amenazó con llevarse todo el estado de bienestar. El señor portavoz socialista en aquel momento, que además es médico de profesión y formación, hacía anuncios apocalípticos por el empleo de medicamentos genéricos. Sembraba el pánico entre ancianos y enfermos crónicos.

Si uno se atiene al mensaje del discurso opositor en la sanidad gallega concluye que todo está privatizado o en proceso de privatización. Sin embargo, la sanidad pública gallega transitó por la crisis con más éxitos que rasguños, que lo hay y dolorosos.

Matrimonio Frankenstein

Lo que no sirve, por el real riesgo de llevar a la quiebra el sistema, son los modelos tipo Baltar o el argumento del político local que pretende que nada se mueva y acaparar de todo. Hasta una parada del Ave en Pixiñas de Arriba y otra en Pixiñas de Abajo. Son las políticas de parques empresariales en los que crecen las zarzas; polideportivos que nadie usa; piscinas climatizadas para las que no hay recursos para mantenimiento; auditorios a los que no llega una actuación en un año o recintos feriales que exhiben la nada. Aplíquese, en otra dimensión pero con igual raíz en el desatino, a la Cidade da Cultura o al puerto exterior coruñés.

Ahí están las reacciones del matrimonio Frankenstein, este sí, que forman en la capital ourensana la Democracia Ourensana del señor Pérez Jácome con el PP del señor Baltar. Digamos que son familia, ya que de política en Ourense se trata, del gobierno en la Xunta. Baltar dice que la política está por encima y al margen de las razones técnicas y la lógica. Le sirve para colocarse o que se le visualice más frente a Feijóo. Tal argumento legitimaría las cacicadas que la razón no entiende. ¿Por qué no repartir transistores en un centro de sordomudos o suscribir a un periódico convencional en papel a los ciegos? Con principios así se explica la farola del alumbrado público para uso privado en casa del fiel votante o el asfaltado que lleva a una finca de un eficiente conseguidor de votos.

No sé yo, señor director, si estos principios baltarianos figuran en ‘El príncipe’. Quizás Maquiavelo debería pasarse por Ourense y por Galicia para un máster urgente.

De usted, s.s.s.