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El trovador asesino

Durante los tiempos de Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, la Corte estaba plagada de trovadores gallegos. Dos de ellos, famosísimos en su época, vivieron una historia peculiar. Uno era Pero da Ponte, de quien se dice generalmente que nació en Pontevedra aunque algunos estudiosos lo hacen natural de Pontedeume y otros de Ponte da Lima; el otro era Afonso Eanes de Cotón, coruñés, se dice que de Negreira. Contrariamente a lo que suele creerse, que el cine siempre destroza la realidad histórica, en los círculos reales de aquellos tiempos los trovadores eran mucho más que eso. Cuando tocaba, se subían a un caballo y participaban activamente en batallas y ejercían cualquier cometido que les fuera asignado, como cualquier otro cortesano. El propio Alfonso X, como es sabido, componía cantigas y no por eso eludía otras tareas.

Bien. Pero da Ponte y Cotón eran buenos amigos, tabernarios, mujeriegos, pendencieros y trasnochadores. Por eso eran buenos amigos, porque compartían aficiones. Según los que entienden de estos asuntos, Cotón era mejor compositor que Da Ponte, y por los que se ve era para él una especie de maestro. Eso no debió gustar mucho a Da Ponte. Entre artistas a veces a alguien no le gusta que otro tenga mayor talento o mayor reconocimiento, aunque ello no mermaba el aprecio y la admiración mutua que sentían uno por el otro.

Entre batalla y batalla y durante los viajes por tierras de Castilla de los dos reyes con los que convivieron, además de componer e interpretar sus composiciones, se dedicaban a la juerga y a la buena vida. En uno de esos viajes, llegaron a Ciudad Real, fundada poco antes, una ciudad casi a estrenar y allí, en una taberna, borrachos los dos como cubas, discutieron, seguramente sin motivo, como suele suceder con los borrachos y Pero da Ponte cosió a cuchilladas a Afonso Eanes do Cotón. Parece que inmediatamente se deshizo del cadáver, como buen asesino, pero pronto se corrió la voz de aquel crimen y todo el mundo se enteró.

Pero da Ponte y Cotón eran buenos amigos, tabernarios, mujeriegos, pendencieros y trasnochadores

ilustración trovador

Pero da Ponte no sufrió castigo alguno, salvo el escarnio y las burlas de todos los cortesanos y de lo que sí fue acusado, con abundantes pruebas, fue de apropiarse de las libretas donde Cotón escribía sus cantigas, que fue interpretando durante el resto de su vida como si fueran suyas. El propio Alfonso X se burlaba de él en una cantiga de maldicer: E porén foi Cotón mal día nado / pois Pero da Ponte erda o seu trovar. En la misma cantiga, Alfonso X reconoce que Pero da Ponte merecía la horca aunque por falta de pruebas no podía ser condenado y lo acusa de apropiarse de la obra de Cotón.

A pesar de todo ello, a Pero da Ponte no le fue mal. Como el tema fue muy comentado y muy documentado, se sabe que desde que cambió su obra propia por la de su víctima, empezó a ganar más dinero, a vestir mejor que nunca y a celebrar su éxito en cuanto tenía ocasión. Parece que no le hicieron demasiado daño ni las acusaciones del rey ni mucho menos las otras, que le llovían por todas partes. Él iba de aquí para allá con las libretas robadas a Cotón, interpretando la obra robada feliz como un cuco.

A pesar de que nunca fue juzgado, todo el mundo sabía que había asesinado a su mentor, ocultado su cadáver; por saber hasta se sabía en qué taberna había ocurrido todo e incluso que la borrachera la habían obtenido bebiendo vino de Vila Real. Lo que no se entiende es que sabiéndose todo aquello no pudiera ser juzgado, lo que nos demuestra que en la Edad Media, y hablamos del siglo XIII, la justicia era garantista, al menos para los cortesanos. Y como además por aquella época ya se publicaban las cosas, bien que fuera copiándolas a mano porque Gutenberg no había nacido, todos los que sabían del asunto distinguían perfectamente cuáles de las trovas que interpretaba Pero da Ponte eran de su autoría, las malas, y cuáles pertenecían a Cotón, que eran las otras. Curiosamente, aunque los estudiosos que hoy se dedican a estos asuntos conocen lo sucedido, tratan al asesino con gran consideración y lo sitúan en la lista de los grandes compositores de su época. De hecho, las reseñas sobre Pero da Ponte son más numerosas y amplias que las de Afonso Eanes de Cotón, lo que de alguna manera supone seguir asesinándolo y robándole su obra. Uno de tantos casos en los que la Historia no hace justicia.

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