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Elisa y Marcela

Elisa y Marcela.
photo_camera Elisa y Marcela.

Finales del siglo XIX. A Coruña. En su primer día de escuela, Marcela conoce a Elisa, con quien entabla una amistad que, con el tiempo, empieza a ser mal vista por los padres de Marcela, quienes la mandarán a estudiar fuera para poner fin a sus sospechas.

Los años pasan, pero los sentimientos permanecen. De vuelta a Galicia, decide ir a buscar a Elisa y vivir felices una vida en común. Pero la gente del pueblo comienza a hablar mal de ellas. Es cuando deciden trazar un plan: Elisa abandonará un tiempo el pueblo para volver convertida en Mario y casarse con Marcela.

Esta es una historia real. Cuando Isabel Coixet conoció los pormenores de la vida de Elisa y Marcela, no lo dudó. Había que llevarla al cine y darla a conocer. “La historia de estas dos mujeres es un material de oro para cualquier cineasta. Reúne todos los elementos para poder hacer una gran película: pasión, dificultades sin cuento, persecución feroz, huida sin fin”.

Esta es una historia real. Cuando Isabel Coixet conoció los pormenores de la vida de Elisa y Marcela, no lo dudó. Había que llevarla al cine y darla a conocer. “La historia de estas dos mujeres es un material de oro para cualquier cineasta. Reúne todos los elementos para poder hacer una gran película: pasión, dificultades sin cuento, persecución feroz, huida sin fin”.

Ambas mujeres tienen personalidades contrapuestas, apasionadas, magníficamente ingenuas y brutalmente contradictorias. “Hacer una película sobre ellas era un desafío y, a la vez, un inmenso privilegio. Mi aproximación a esta historia”, comenta Coixet, “parte de una doble base: describir claramente el contexto histórico en el que se produce y, a la vez, acercar absolutamente a estas dos mujeres al público de ahora mismo. Su amor, sus desencuentros, su pasión irrefrenable, su increíble determinación”.

Elisa, interpretada por Natalia de Molina, se crio entre monjas. La vida enclaustrada provocó en ella unas grandes ansias de libertad. Su carácter irreverente y rebelde provoca tensiones, pero es una joven que ha aprendido a disimular su descaro. Da la sensación que cumple las normas, pero en realidad hace lo que quiere. Siempre tuvo claro que la vida que las monjas querían para ella no era, ni por lo más remoto, la que tenía en su mente para vivirla a su manera.

Marcela, a la que da vida Greta Fernández, nació y creció en la incertidumbre. Se crió en un orfanato, entre ratas y pasando hambre, hasta que sus supuestos padres biológicos la reclamaron. Enseguida se hizo a la idea de que ella era prescindible en aquella familia. Su padre consideraba que el aprendizaje no le aportaba nada bueno a la mujer. Su madre, mientras tanto, siempre miraba a otro lado. Marcela vivió y creció en el miedo al abandono, al silencio y, sobre todo, a su padre.

“Elisa y Marcela” es el fiel reflejo de la intransigencia, el vivir y no dejar vivir, el chismorreo y la crítica despiadada hacia la vida de los demás. La falta de respeto y tolerancia con aquel que no piensa como tú, no comparte tus ideas e, incluso, no concibe la misma manera de vivir y disfrutar de la sexualidad. Ha pasado más de un siglo y, lamentablemente, algunas de las situaciones reflejadas en la película siguen produciéndose hoy. Produce pudor y desasosiego que, a lo largo de los tiempos, algunos no hayan aprendido nada.

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