SEMANA grande de compras en Galicia. Y no precisamente porque estemos en la antesala de la Navidad. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ha autorizado la entrada del gigante luso Sonae en el capital de Arenal Perfumerías, una operación ya anunciada pero que ahora tiene luz verde, con el traspaso de la mayoría del capital al grupo fundado en su día por Belmiro de Azevedo, lo más parecido a un ‘Amancio Ortega portugués’. Sonae tiene presencia ya en España a través de un proceso de diversificación que arrancó con el negocio maderero y de la distribución. En esta ocasión, la familia Vázquez Marzán, que retiene la gestión de Arenal, cambia de socio (antes era el fondo de capital riesgo Corpfin) y ya prepara un sólido plan de crecimiento por toda España. El objetivo pasa por doblar el ritmo de aperturas al año. Y desde Lugo.
La semana arrancó con otro anuncio, el de la venta de uno de los grandes proveedores de capital gallego de PSA, el Grupo Viza Automoción, que ha caído en manos de los canadienses de Magna. Viza, especializada en la fabricación de asientos, cuenta con una plantilla de 1.200 empleados y 135 millones en ventas. En el primer trimestre de 2019 se consumará su integración en Magna. Desde el sur también soplan vientos de cambio. Y es que todo parece indicar que en breve se cerrará la venta de Iberconsa, primer grupo pesquero español con permiso de Pescanova, al fondo norteamericano Platinum. Otro fondo, Portobello Capital, armó toda una puja para desprenderse de la compañía viguesa, que cuenta con plantas procesadoras distribuidas entre Namibia, Sudáfrica, Argentina y España. Viza, ahora de capital canadiense, cuenta con otras cinco fábricas. Caza mayor, pues, ambas operaciones empresariales.
Este año Galicia ha asistido a algunos movimientos que iban siempre en la misma dirección. Tras muchos titubeos, Bimba y Lola, una de las grandes ya del sector textil en manos de las hijas de Jesús Domínguez, estuvo a punto de cerrar su venta, que solo se frenó por cuestiones de oportunidad y precio. Es un ejemplo. Los fondos de inversión, auténticas palancas de capital, están detrás de gran parte de las operaciones. Sin ir más lejos, Itínere, la dueña de la Autopista del Atlántico, ha pasado este año a trompicones de un accionista a otro y ha desatado toda una guerra entre fondos, Corsair y Globalvía, que se resolverá en los juzgados.
Enfrascada en plena crisis de Alcoa, con tantas incógnitas abiertas como propuestas por concretar para evitar el cierre de las plantas de A Coruña y Avilés, la Xunta sale al paso de estas operaciones de compra como puede y con un discurso: «Existe un interés claro por invertir en Galicia» es el común denominador entre las reacciones. Y siendo una obviedad que quien invierte en algo es que sin duda tiene interés, dos son los argumentos que desinflan tanto aparente optimismo.
Por un lado, la inversión extranjera en Galicia es una anécdota si miramos al conjunto de España: apenas llega al 0,5% del total, que suma 36.100 millones. Durante el año pasado tres operaciones empresariales puntuales se llevaron prácticamente el 95% de los 209 millones que logró atraer la economía gallega del extranjero. Son datos oficiales. Y siendo estos registros preocupantes, hay otro síntoma de especial relevancia que sirve para cincelar la realidad empresarial gallega. Y es que todas las operaciones de inversión del exterior se destinan a proyectos maduros, más o menos sólidos, empresas rentables y en ocasiones familiares, algunas veces atrapadas en procesos de sucesión no siempre bien resueltos. Sin embargo, no llega capital del exterior para levantar nuevas iniciativas, montar una fábrica, sin ir más lejos.
En Galicia hace falta industria, y no solo que la industria que hay se venda o cambie de manos, siguiendo los dictados y la lógica del capital. Existen proyectos de inversión nuevos, es cierto, pero no llegan del exterior. El caso lo tenemos en el sector lácteo: Dairylac, desde Melide; Goodleit (rebautizada como Inleit Ingredients), desde Teixeiro, o incluso la discreta pero gran apuesta de Innolact, en Castro de Rei. Inversiones productivas sin capital extranjero. Son nuevos proyectos que, es cierto, algún día pueden cambiar de manos, pero que de momento se ciñen a un guión que es una excepción, como también es una rareza el capital que llega del exterior, por mucho que nos empeñemos en lo contrario.
Galicia debe ser atractiva para el capital extranjero, y no solo sus empresas. Es el ecosistema gallego lo que está en peligro. Y la industria es su especie más amenazada.
A buscar comprador para la planta de Alcoa
RESULTA lo más parecido a clamar en el desierto. Los llamamientos que desde Galicia se están realizando al Ejecutivo central para que de una vez por todas asuma que el problema de Alcoa no es solo una cuestión de precios, o compensaciones y ayudas, sino de un tiempo que se acaba, tienen la resonancia que tienen en los pasillos de los ministerios para la Transición Ecológica e Industria. Ese es ahora el problema. La nada por respuesta ante las urgencias. Divide el problema y no vencerás, pero podrás mitigar sus consecuencias. Esa parece la única doctrina que están aplicando las dos ministras con responsabilidades en el asunto. Teresa Ribera (Transición Ecológica), con competencias en energía, y Reyes Maroto (Industria) tienen el peso que tienen y el resultado salta a la vista. Lo sabe bien el conselleiro de Economía, Francisco Conde, que vuelve sobre sus pasos cada vez que reclama soluciones para lo que define como un auténtico bucle sin propuestas de ninguna de las partes, solamente hechos consumados por parte de Alcoa con el Ere de extinción y los cierres de A Coruña y Avilés. La tibieza del Gobierno central en el asunto se explicita al constatar que el estatuto de las industrias electrointensivas, esa supuesta tabla de salvación para grupos como Alcoa o incluso Ferroatlántica, se desarrollará en los próximos seis meses. Una eternidad.
Es por ello que la única vía que se puede abrir desde Galicia es la búsqueda directa de un inversor para las plantas. Los nombres están sobre la mesa. La Xunta no puede esperar a que Madrid resuelva este problema. Al menos, que nadie pueda decir que desde San Caetano no se ha intentado.