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Entreguen el euro

HASTA EL otro día creí que yo sería perfectamente capaz de hundir un banco. Durante estos últimos años, cada vez que se iba al carajo un banco o una caja de ahorros, pensaba que si a mí me ponen al frente de un banco y me dan cuatro o cinco meses, podría convertirlo en un desastre y montar la madre de todas las quiebras. Podría hacerlo además con la misma eficacia que cualquier banquero y por mucho menos dinero. Eso lo creí hasta lo del Popular. Cuando el Santander compró el Popular por un euro, dediqué media hora de mi vida improductiva a analizar la cuestión.

No es tan fácil hundir un banco, y menos un banco tan grande. Venía creyendo que arruinar un banco es tan sencillo como llegar a un despacho asombroso, apretar un par de botones, tomar algunas malas decisiones, como conceder un préstamo multimillonario a Sinaí Giménez y esperar a que todo se derrumbe. Pues no. El Popular era mucho más que un banco: era también el Pastor, fundado en 1776; tenía además otro banco en Portugal y otro en Miami. No sé qué le daba a todos con tener un banco en Miami; y luego, un enorme conglomerado de empresas dedicadas a sectores tan diversos como los seguros, la inmobiliaria o la consultoría. Más de cien sociedades en total.

Hundir todo eso no es tan fácil como uno pensaba en un principio. Hay que valer, y más cuando los encargados del hundimiento tienen a un ministro poniendo palos en las ruedas. El otro día, a finales de abril, De Guindos decía que "Banco Popular no tiene problemas de solvencia ni de liquidez". Pues una de dos: o el ministro trataba de torpedear la titánica tarea de acabar con el banco, o no se enteraba de nada. Yo creo más bien que no se enteraba, pues en el mismo foro decía también que "Banco Popular será lo que sus accionistas quieran que sea". Ahí me entra la duda. No tengo yo muy claro que los accionistas quisieran que su banco acabara en manos del Santander por un euro, pero igual sí. Igual el ministro sabía lo que decía y los accionistas estaban ansiosos esperando que todo se fuera al carajo para perder su dinero, pero puede que no.

Ana Patricia Botín compró el Popular como si lo comprara en un chino, en la tercera estantería, entre las escobas


300.000 accionistas son, para hacernos una idea, el equivalente a más del 10% de la población de toda Galicia. Entre los 300.000 no tengo dudas de que alguno quisiera perder su dinero, igual que otro se alimentaría sólo de melocotones, porque hay gente para todo en esta vida, pero que los 300.000 o la mayoría de ellos quisieran vender el banco por un euro me parece extraño. Eso es que el ministro se equivocaba al decir que el Popular sería lo que quisieran sus accionistas. Y lo decía cuando faltaba poco más de un mes.

Ana Patricia Botín compró el Popular como si lo comprara en un chino, en la tercera estantería, entre las escobas y los destornilladores. Toda la solvencia y toda la liquidez que anunciaba de Guindos por un euro. Ya sabemos quién se quedó con el banco y con el dinero de los accionistas, pero lo que a mí me intriga es saber quién se quedó con el euro. Nadie ha preguntado por él. El euro pertenece a los accionistas. Yo, para mi fortuna no era accionista del Popular, como por desgracia no soy accionista de ninguna otra cosa, pero si fuera uno de los 300.000, estaría ya mismo reclamando mi parte del euro. El euro debe repartirse equitativamente entre todos y cada uno de los accionistas, en función de la participación que tuviera cada cual. O sea, que cogen un grupo bancario con más de un cuarto de siglo de existencia, lo hunden en dos meses, lo venden por un euro y desaparece el euro. Que desaparezca el banco es difícil de entender, pero que desaparezca el euro, eso ya es un escándalo. Después de todo, como es natural, los gestores que trabajaron como mulas para arruinar a los accionistas, se llevan pensiones millonarias, mientras a los accionistas no les dan ni el único euro que se ha salvado de la catástrofe.

Ese euro es un euro especial, diferente a cualquier euro. Es lo que queda de las esperanzas de 300.000 accionistas, buena parte de ellos pequeños ahorradores que metieron el dinero ahí porque alguien, como un cuñado o un ministro, les dijo que estaría en buenas manos. Ése es el euro que compró un banco. Tiene que aparecer, ser exhibido si sus propietarios así lo deciden. Yo pagaría dos euros por ver ese euro. Todos los accionistas que preparan la avalancha de demandas debieran empezar por exigir su parte del euro y luego ir a por todo lo demás. Con lo demás no sé qué sucederá, pero el euro es suyo y nadie se ha molestado en entregárselo. Eso generará incertidumbre entre los inversores. Nadie querrá comprar acciones de un banco: "Quita, quita, yo en un banco no invierto que luego lo venden y no me pagan mi parte ". El euro, Ana Patricia. Queremos verlo. Enséñenos el euro, que no nos fiamos.

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