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Feminismo esférico

Albert Rivera e Inés Arrimadas. LUCA PIERGIOVANNI (EFE)
photo_camera Albert Rivera e Inés Arrimadas. LUCA PIERGIOVANNI (EFE)

NO SÉ cuándo comenzó esto, pero como muchas cosas en esta vida creo que la culpa la tuvo el fútbol. Fue en el mismo instante en que a algún chiflado se le ocurrió llamar esférico a lo que viene siendo un balón de toda la vida. Se abrió la veda. De ahí pasaron a llamar colegiado al árbitro, guardameta al portero y así. Supongo que la diabólica idea partió de los locutores de radio, obligados a hablar sin parar, deseosos de enriquecer el vocabulario futbolístico para no tener que estar repitiendo la misma palabra una y otra vez. En algún partido en el que un portero tuvo una intervención destacada, por lo bueno o por lo malo, alguien le llamó cancerbero y también quedó. No sabían dónde nos estaban metiendo a todos.

La costumbre evolucionó de forma extraordinaria. Se empezó a popularizar como recurso para no llamar a las cosas por su nombre. Cualquier palabra o expresión sirve para suavizar el impacto negativo de aquella a la que sustituye. Moderación salarial, por ejemplo. A usted viene su jefe y le dice: "María Antonia, vamos a proceder a una moderación salarial que afecta a toda la plantilla", y usted, querido amigo María Antonia, se queda feliz como un cuco. Pero si en lugar de eso le dice: "María Antonia, voy a bajarte el sueldo", pues ya no le hace tanta gracia.

Crecimiento negativo. ¿Qué carajo es el crecimiento negativo? ¿Cómo puede un crecimiento ser negativo? Pues primero vinieron y nos hablaron de crecimiento cero, que es otro desatino, y mientras estábamos tratando de averiguar qué podía ser eso, entonces nos dijeron que crecíamos negativamente. Eso fue para no decirnos que encogíamos, pero hay que reconocer que fue una manera muy poética de informarnos de que todo estaría hundido durante diez años.

Lo que propone Albert Rivera es regular el machismo

Luego nos explicaron lo de la indemnización en diferido. Ahí parecía que habíamos alcanzado la cima hasta que llegaron los miniempleos. El otro día me encontré a un amigo que venía todo contento porque su hijo había encontrado un miniempleo. Le llamó minijob. Al empleo, no a su hijo. A su hijo le llamó Luis Manuel. Pues el hombre debía pensar que aquello era un trabajo muy pequeño pero magníficamente remunerado. Normal. Tratándose de una cosa que se llama minijob ni le rondó la sospecha de que el chaval se le acababa de convertir oficialmente en un esclavo, salvo que su alegría se debiera a que su hijo le cae fatal, que no lo creo, aunque hay gente para todo. Incluso hay gente que come tierra. Mis hermanos y yo comíamos tierra cuando niños. ¿Por qué? No lo sé. Seríamos tontos, supongo.

El último gran invento, una absoluta genialidad, es obra de Albert Rivera. Feminismo liberal, le llama. Este muchacho es un portento y que se muera ahora mismo si miento. Feminismo liberal. Léalo en voz alta, haga el favor, deje vagar su mente y deléitese con el término: feminismo liberal. ¿A qué le suena? No me diga que no parece algo bonito, no sé, como un redimensionamiento flexible de estructura productiva.

El feminismo liberal es al machismo lo que el esférico al balón. La misma cosa pero con un nombre mucho más musical que lo hace parecer algo diferente, mejor. Pero funciona, fíjese. Si usted no puede o no quiere tener hijos, ¿para qué se va ir a Ucrania a alquilar un vientre? ¡Eso cuesta un dineral! ¡Inés Arrimadas, Begoña Villacís y sus compis de Ciudadanos con gusto gestarán un bebé para usted, y lo harán gratis! Se pasarán nueve meses vomitando para engendrar un precioso bebé y regalárselo en la puerta del hospital, ya lo verá, porque la vida es así de estupenda.

La práctica totalidad del movimiento feminista considera que la gestación subrogada es la máxima expresión del machismo, como la prostitución, pues alquilar vientres o cuerpos convierte a las mujeres en mercancía. Así visto el asunto, la cosa puede cambiar. Si le llama machismo suena todo fatal. Ahora, hagamos el ejercicio de volver a llamarle a eso feminismo liberal. ¡Qué expresión tan bonita, Dios mío! Ah, ya le parece mejor que las mujeres decidan libremente alquilar sus cuerpos. Llámele feminismo liberal al machismo y ya verá cómo hasta parece algo estupendo.

Para anunciar el advenimiento del nuevo nombre del machismo, Albert Rivera se flanqueó de cuatro mujeres, dos a cada lado de él. Ellas no abrieron la boca salvo para sonreír. Para que aquella escena cobrara su verdadero sentido sólo les faltó besar en las mejillas a Rivera, todas a la vez, y entregarle un maillot. Es la mejor manera de escenificar ese nuevo feminismo: dejando claro que el papel de las mujeres en la sociedad que propone Ciudadanos se reduce al de figurantes o secundarias sin texto. Lo que propone Albert Rivera es regular el machismo para que se pueda ejercer con libertad. Y no sé, que yo tengo claro que desde la mente de un hombre es difícil entender el feminismo en toda su dimensión. Eso sucede porque nunca hemos sufrido el machismo, pero no me parece a mí buena cosa hacer legal lo que destroza la vida a tantas mujeres.

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