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Gente como nosotros

Las películas de reencuentros en la mediana edad hablan de los demás

UNA VEZ cada dos o tres semanas, Pablo y yo hablamos por teléfono de lo que estamos viendo. Nos hacemos nuestro propio podcast de actualidad cinematográfica y televisiva, siendo el concepto actualidad muy relativo. Es nuestra actualidad una actualidad, pero nunca la actualidad, desde luego. Si diéramos el salto a las ondas -qué expresión fantástica- la caída sería durísima porque nos olvidamos sin parar de nombres de directores o intérpretes clave y emprendemos entonces unas descripciones complicadísimas del tipo aquel que hizo la película aquella en la que estaban en California y todo les salía mal pero al final se redimían. Si esas personas fueran objetos está claro que las llamaríamos chismito, cosito o chirimbolo. Insultamos muchísimo y nos referimos a distintos productos audiovisuales como auténtica basura, incluidas series de diez capítulos por temporada que hemos visto enteras. No tenemos ni perdón, ni vergüenza, ni memoria.

Ilustración para el blog de María Piñeiro. MARUXAEl otro día nos dio por pensar en ese subgénero que podría llamarse Reencuentros en la mediana edad, esas películas tipo Los amigos de Peter en la que colegas desde la juventud se encuentran al final de la treintena y se dan cuenta de que, madre mía, la vida les ha pasado por encima. Son grupos por lo general impares en los que se dan varias (o todas) de estas circunstancias. Uno de sus miembros ha cambiado poco, bien porque se resiste a crecer, bien porque sufre cierta crisis de identidad; es en gran medida el pegamento que los une y puede que esté enamorado desde la adolescencia de otro miembro del grupo. Otros dos están casados entre sí y sufren el tedio de las parejas que llevan mucho tiempo juntas o las inquietudes paternales, o ambas. Otro es el alma de la fiesta, sale, bebe, se lía con gente, se droga y tiene serios problemas de adicción y vacío existencial. Otro, o alguno de los anteriores, tiene serios problemas laborales y de dinero. Otro, o alguno de los anteriores o todos, tiene serios problemas de realización y de asunción de las ambiciones no alcanzadas. Es decir, gracias a la composición del grupo queda claro que el sentimiento característico de la mediana edad es la frustración y la experiencia colectiva, los serios problemas.

Después pasan juntos un fin de semana, las Navidades, Acción de Gracias, unas vacaciones caribeñas o en el sur de Francia, un funeral o una boda. Al principio, todo va mal, en cierta manera se reanudan viejas dinámicas dolorosas con fresco ímpetu, pero al final, todo va bien, porque la amistad es ese cimiento que tanto soporta y, de una puñetera vez, todos caen en que el ser humano es fallido, que nadie consigue nunca exactamente lo que deseaba y que, efectivamente, que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. Concretamente hacia la hora y veinticinco minutos de largometraje.

Nos ponen tristísimos esas películas. En ellas nadie llega bien a nuestra edad, todas las vidas tienen un aire de permanente derrota y se obvian cuestiones como que, muy a menudo, no conseguir aquello con lo que soñabas en la adolescencia es una bendición. Es también injusto que los personajes hayan tenido varias décadas para aprender las vainas vitales de importancia, pero que la epifanía les llegue en los tres días que cubre la película, cuando todo el mundo sabe que desde la adolescencia se te empiezan a revelar verdades con una periodicidad de, al menos, una por hora. Lo que quiero decir es que creo que se nos representa mal a los de mediana edad, pero no porque no estemos todos frustrados sino porque parecemos tontos. Y tan tontos no somos. Me parece.

Lo que queremos Pablo y yo son gente lista yendo a esos encuentros, gente no lloriqueante o al menos gente que viene lloriqueada de casa (o del Twitter), gente que ya sabe a qué anda, a setas y a Rolex; gente que se enfrenta a los problemas de adultos con ánimo adulto, que no es ser solemne, ni aburrido ni amargado; es ser consciente. Gente que no está alelada. Gente espabilada y chispeante. Gente como nosotros, vamos

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