Opinión

Gente que habla sola

HAY GENTE que habla sola por la calle. Esto es así. Es algo que todos hemos visto alguna vez, incluso que hemos hecho alguna vez, de modo consciente o inconsciente. Es hora de detenerse a reflexionar. Tenemos tendencia a pasar de puntillas por ciertos asuntos inquietantes cuando lo más sano es hincarles el diente. "Pasar de puntillas" e "hincarles el diente" son expresiones maravillosas que se merecen algo mejor, pero de momento aquí las tienen, en la misma frase.

¿Qué se entiende por hablar solo? No nos referimos a interjecciones, deprecaciones, expresiones soeces y/o escatológicas que podamos emitir con tono más o menos agresivo y/o airado para dejar en el aire una escueta y clarificadora reflexión sobre un asunto que nos está pasando por la cabeza. No, eso no es hablar solo, eso es jurar o blasfemar solo. ¿Es preocupante?, no. ¿Es patológico?, puede. Todo depende de la frecuencia, pero no todo lo patológico es preocupante: echen un vistazo a la situación política.

¿Qué es pues, hablar solo? Decimos que alguien habla solo cuando sostiene un monólogo en ausencia de interlocutores, sea en formato de conversación (en el que las frases de la otra parte surgen solo en su mente) o en forma de diatriba. Esta última suele ser divertida, pues se mezcla el arrebato emocional y catártico con argumentos variados (disparatados o racionales) y se sazonan con palabrotas a la vez que pueden acompañarse con gestualidad facial, braceos y manoteos. En todo caso, la persona que habla sola en un entorno público tiende a generar desconfianza a su alrededor, pues se interpreta que no está en sus cabales. Sin embargo, es altísimo el porcentaje de sujetos que, tras ser abordados en pleno soliloquio, mantienen una conversación absolutamente normal y coherente, como si se tratase de un desdoblamiento de personalidad.

La mayoría de las universidades norteamericanas dedican estudios a todo tipo de asuntos y no desdeñan los más peregrinos (al contrario, manifiestan gran interés por ellos), por lo que no es difícil encontrar estudios sobre el tema que nos ocupa firmados por departamentos universitarios de lugares como Wisconsin. En algunos se afirma que las personas que se hablan a sí mismas mientras buscan cosas las encuentran antes. Ah, vale. Para la próxima, tomamos nota. Dicen los estudiosos y estudiosas que hablar solo es una costumbre infantil que se reprime por razones sociales. No es que se pierda ese hábito sino que se modera. Y no se pierde porque todos hablamos con nosotros mismos, otra cosa es hacerlo en voz alta. Todos sostenemos un monólogo interior cuando estamos a nuestro aire y, si nadie nos ve, incluso le ponemos voz. Paseamos solos por caso lanzándonos recriminaciones a nosotros mismos ("te lo dije") o recordatorios ("mira que eres burro") o todo lo contrario ("eres un crack"). ¿Quién no ha hablado solo delante del espejo para darse ánimos? Ya lo hacía la bruja de Blancanieves, creo recordar. El soliloquio del teatro clásico es todo un clásico, valga la redundancia. Uno de los más famosos es el de Hamlet, cuando clama "ser o no ser, esa es la cuestión" asiendo una calavera; otro, el de Carmen Sotillo, la viuda de Cinco horas con Mario de Delibes.

Los psicólogos apuntan que hablar solo ayuda a organizar el pensamiento, poner los problemas en perspectiva, liberar tensión y tomar decisiones. Incluso a ser más creativo. Todos recordamos a algún tenista famoso mascullando frases de ánimo mientras se apresta a restar en un juego decisivo de un torneo importante.

Resumiendo, hablar solo no tiene por qué ser malo, ni es antinatural. Otra cosa es que se acompañe de otros síntomas, dando lugar a un cuadro de esquizofrenia. Pero eso es harina de otro costal, otra expresión maravillosa.

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