Opinión

Granujas mimosos

HAY CARIÑOS que matan. O que sin matar, despellejan a la víctima del falso arrumaco. Son lo que la Policía llama hurtos amorosos, protagonizados por sagaces granujas que engatusan a cualquier desprevenido, haciéndole creer que lo conocen, con zalamerías, abrazos y mimos, lo suficiente como para apropiarse de cadenas, relojes o lo que se tercie. Le pasó a un hombre mayor en el centro de Viveiro, que pasado el enternecedor embeleco se percató de que no tenía la medalla que llevaba al cuello. Los elegidos suelen ser personas mayores, que aunque son, en general, desconfiadas, acaban casi siempre siendo rehenes de su candidez. Es una variante del timo del paraiente, cuando el tío Juan recibe la visita del que dice ser su sobrino, el hijo de su hermana Aurora, la de Bilbao, de la que no tiene noticias desde hace tiempo. Al osado pícaro siempre le acompaña un amigo y están casualmente de paso. Y como su hermana se llama Aurora, lo que previamente averiguaron los estafadores, el señuelo funciona, y a partir de ahí puede pasar de todo, porque la generosidad del tío Juan, cuya virtud no suele ser la esplendidez, se desborda. Tira la casa por la ventana con tal de complacer al mimoso tunante. El final del episodio es fácil de adivinar.

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