Opinión

Hacer reír es algo muy serio

BIEN SABE Dios que Pablo Motos no es santo de mi devoción. Y si me pongo espiritual es para dejar claro que su forma de tratar a las mujeres me cabrea fuertemente. Ni siquiera me gusta como conductor del programa y ese carácter suyo tan insolente propio del dueño de un puticlub. No veo su programa, pero sé que tiene mucho éxito. Las audiencias demuestran que varios millones de personas lo ven cada semana. Han emitido más de 1.600 episodios y han traído a los artistas más cotizados del mundo. Personajes como Selena Gómez, Will Smith, Justin Bieber o Miley Cyrus se han sentado a charlar con unas hormigas de peluche. Por eso, si algo merece algo Pablo Motos, es el reconocimiento profesional por haber creado un formato de entretenimiento televisivo único en España y por conseguir mantenerse desde hace una década en el prime time de la televisión en abierto. No es nada fácil si no te llamas reality o te le pareces mucho. Pero es que además, o, más bien, principalmente, 'El Hormiguero' no es sólo Pablo Motos. Detrás de los focos hay un equipo de profesionales del sector audiovisual y exitosos cómicos y guionistas que trabajan en teatro, cine y televisión. 'El Hormiguero' es un gigantesco contenedor de entrevistas, humor, ciencia, magia, coreografías y música, con una espectacular puesta en escena. 'El Hormiguero' es difícil y caro de hacer.

Hace unos días se armó un tremendo revuelo en las redes sociales porque a Pablo Motos se le había concedido, supuestamente, el Premio Nacional de Cultura. El bulo, engordado a base de especulación y teorías snob sobre lo que es CULTURA (así, en mayúsculas) se convirtió en trending topic nacional. Aparecieron ingeniosos tuiteros despreciando el reconocimiento a Motos mientras lo comparaban con científicas sin beca. Otros tampoco no dudaron en mentar al mismísimo Valle Inclán, al que seguramente habrán visto publicar 'Luces de Bohemia' en su timeline, entre ventanas emergentes de porno de dudosa calidad audiovisual. Pero tal premio ni fue concedido al presentador, ni existe siquiera. El Ministerio de Cultura entregó la semana pasada los Premios Nacionales de Cultura que se dividen en varias subcategorías como las de cinematografía, coreografía, poesía y, por supuesto, el arte del toreo. A 'El Hormiguero' lo premiaron únicamente en la categoría de Televisión por "Su carácter innovador y su naturaleza de entretenimiento familiar especialmente destacado tras cumplir diez años de emisión". Estoy segura de que el maestro del esperpento y de la sátira podría pasear sus carnes por un programa televisivo de máxima audiencia, al igual que lo han hecho y siguen haciendo grandes actores, escritores y directores de cine en programas similares de todos los países del mundo.

La cuestión que me trae hasta aquí es defender el entretenimiento televisivo como género cultural de amplísimo calado social y reclamar para él el respeto profesional que se merece. Y defender, muy particularmente, la comedia televisiva. Porque la risa, señorías, es algo muy serio como para que nos lo tomemos de coña.

Conviene recordar que no existe cultura de primera ni cultura de segunda. Que todos los públicos son importantes. Y que no hay medio más exigente que la televisión: la democracia de las audiencias no perdona. Muchas personas, afortunadamente para los que nos dedicamos a ello, sigue viendo la tele y pasan ratos agradables delante de la pantalla. Del mismo modo que existe la telebasura, les aseguro que no todo está en Netflix ni en HBO merece el calificativo de mejor algo de-todos-los- tiempos. Ambas, básicamente, son también televisiones consumidas a través de otras plataformas. Tampoco todo el mundo se pasa el día diciendo tonterías en Twitter. A muchos se les ha olvidado que, como apuntaba Groucho, a veces es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas.

La semana pasada, nuestro late night por excelencia, el 'Land Rober Tunai Show', alcanzaba una cota de pantalla del 27 por ciento. Medio millón de personas viendo un programa únicamente en Galicia. Unas cifras increíbles en los tiempos que corren, con un público fragmentado y una oferta televisiva abrumadora. El éxito del 'Land Rober' pivota sobre el trabajo bien hecho, pero también, en que todo su discurso, desde el principio hasta el final del programa, se enhebra a través del humor. Todo lo que ocurre en 'Land Rober Tunai Show' está hecho para hacer reír y para crear buen rollo. Si los propósitos de la televisión eran formar, informar y entretener, qué bonita forma la de entretener sin la necesidad constante de despellejar la dignidad de las personas en un plató.

Siempre se ha dicho que es más difícil escribir comedia que drama, porque para provocar la carcajada hay que hacer una fuerte intervención de la realidad, modificarla, pasar de lo ridículo a lo grotesco constantemente sin darle tiempo al espectador a reparar en el artificio. El drama resulta más sencillo porque, al contrario, es un reflejo mucho más fiel de la realidad. Desgraciadamente, la vida está repleta de motivos por los que ponerse triste. Que nunca nos falte la risa, ni los tuiteros pajilleros como críticos culturales.

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