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‘Hostión’ de censura

Pepa Pardo, junto a Rafa Domínguez, en el pleno celbrado estea semana en Pontevedra. DAVID FREIRE
photo_camera Pepa Pardo, junto a Rafa Domínguez, en el pleno celbrado estea semana en Pontevedra. DAVID FREIRE

Lunes
Para preparar el plato fuerte de la semana, que será esa moción de censura presentada por Vox al gobierno de Pedro Sánchez, en Pontevedra se celebró un pleno municipal con tan poca sustancia como una merluza de hospital. Lo intentó Pepa Pardo, defendiendo una moción en favor del orden constitucional y la monarquía que no sirvió salvo para dar cierto ambientillo al acto. "Nosotros estamos a favor de la concordia", dijo la concejala elevando el tono y señalando a socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas como enemigos de una Constitución, la española, que permite a la gente ser socialista, comunista, nacionalista o independentista. Por alguna razón que no viene al caso, su intervención me hizo recordar aquella advertencia que cierto día realizó Don Manuel Fraga —supuestamente dirigida a Álvarez Cascos— en los albores de la persecución identitaria y el señalamiento de supuestos enemigos de la patria: "hay que tener cuidado porque tan peligrosos son los separatistas como los separadores". 

Martes

Pensando en lo de ayer, he llegado a la conclusión de que a nuestros políticos se les van, en ocasiones, las palabras de las manos. Quién no la conozca podría pensar que Pepa Pardo odia a medio mundo cuando, en realidad, por educación y carácter, es incapaz de odiar a nadie. Lo sé bien porque yo mismo me he encargado de llevarla al límite en varias ocasiones y es imposible mantener una buena bronca con ella más allá del rapapolvos inicial, un exponente perfecto de lo que algunos definimos como riquiñismo extremo, por no hablar de lo monísima que va siempre. No hay más que recordar el cariño con el que despidió hace pocas fechas a Paloma Castro para comprender que Pepa es una firme defensora del viejo dicho futbolero de "lo que pasa en el campo, se queda en el campo".

Miércoles

Por si alguien tenía alguna duda de lo que es Vox en realidad, los señores Garriga y Abascal ofrecieron un cursillo extendido —cuatro tazas de café me tomé para poder soportarlo, yo que no tomo café— sobre conspiranoia, discurso vacío, odios varios y patriotismo excluyente: mientras aseguran amar a España, les sobra más del 70% de los españoles. Sus consabidas peroratas bien pudieron ser contestadas con un sonoro silencio, como hizo Aitor Esteban, portavoz del PNV, pero hay muchos grupos en la cámara que viven felices con un adversario de semejante naturaleza y no quisieron perder la ocasión de lucirse a la contra. Todo resultó tan previsible que no faltó ni el discursito equidistante y lacrimógeno de Ana Oramas, la diputada de Coalición Canaria que cada día se parece más al gato de Los Simpson por su nula utilidad en la mayoría de las tramas y esos ojos fantasmales.

Jueves

Se la dejó botando Abascal a Pablo Casado y este golpeó la pelota con tanta virulencia que hasta Sánchez e iglesias se levantaron para aplaudir —figuradamente— semejante golazo al espíritu retro de la formación verde. "Yo no quiero ser como usted, señor Abascal", le espetó un Casado que salió a matar desde el primer segundo de su intervención. Ni guiños ni comprensión, con sendas réplicas totalmente alejadas del blanqueamiento perimetral con el que la jornada anterior saludaron algunos grupos políticos la barrabasada de Abascal, incluida una Inés Arrimadas a la que Casado dejó sola con los ultras en esta revisión televisada de la foto de Colón. Nadie olvida que fue el propio Secretario General de los Populares el que metió en su cama a la ultraderecha pero habrá un antes y un después tras lo de ayer, con este giro inesperado de los acontecimientos que homologa al nuevo PP con las otras derechas moderadas de Europa y lo devuelve, de cabeza, a la carrera por la Moncloa. A la hora en que cierro este párrafo, Santiago Abascal sigue tan noqueado que el carajillo de después de comer se lo tendrán que administrar por vía intravenosa: fue, con perdón, un hostión de censura.

Viernes

"Estoy tocado, no me esperaba ese ataque tan personal", acaba de declarar Santiago Abascal al diario El País. No sé si es lo que sus seguidores esperaban de él pero, gracias a la moción de censura, hemos descubierto que el líder de Vox sería un concursante fantástico para First Dates, mejor incluso que la chica aquella que confundió a Rouco Varela con Rocco Siffredi.

Sábado

"Espero que gane el Madrid o esta noche no vendrá ni un alma al bar", me acaba de decir mi padre: nunca dejará de sorprenderme el sentido práctico de sus pasiones futbolísticas. Con un poco de suerte ganará el Barça, mi padre hará una caja razonable y a Rafa Domínguez se le llenará de madridistas la sala de urgencias: otra vez España al borde del colapso, querida Pepa.

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