Opinión

Instrucciones para gobernar un país

HACE MÁS de doce años paseando por la Plaza Roja de Moscú, un anciano republicano madrileño de noventa años llamado Rafael me susurró una frase que guardo todavía en la memoria como una sabia enseñanza: "los países son como grandes casas que hay que saber administrar". España es un edificio con una comunidad de vecinos constituido por 17 viviendas. Los vecinos de nuestro edificio eligen cada cuatro años a su representante, a su presidente de la comunidad. Además, cada vivienda paga una cuota que va dirigida a un fondo común para el sostenimiento, funcionamiento y mejora del edificio. El presidente de la comunidad  debe ocuparse por la correcta administración de las cuotas de todos los vecinos y ejecutar ese presupuesto en función de sus necesidades, las cuales serán aprobadas a través de una asamblea en el portal. Gestionar un país, no es más que eso. es una cuestión de saber cual es nuestro presupuesto, saber cuales son las necesidades, establecer prioridades y realizar una 
ejecución del gasto justificando cada euro porque el dinero no es del presidente, es de los vecinos. Por su puesto, las cuotas de los vecinos podrían variar en función de su renta. Habrá vecinos con mayor renta que otros, así que sería justo que cada cual aportara en función de su economía y capacidad. Además, por solidaridad, podríamos incluso destinar una parte del fondo de la comunidad hacia aquellos pisos donde vivan las familias más precarias, a través del financiamiento de sus recursos básicos, como el pago del alquiler, alimentación, agua o calefacción hasta que su situación mejore. Cada vivienda no es más que una comunidad autónoma, con sus particularidades, lengua, cultura, historia y gustos gastronómicos, gobernada por sus integrantes, las familias. Cada vecino tiene libertad de mercado para trabajar, comprar y vender donde le plazca y además, puede establecer relaciones internacionales con otros vecinos del barrio. Todas las viviendas están unidas, porque aunque las separen ciertas diferencias internas, como en todas las familias, el edificio no se puede partir físicamente en diecisiete partes iguales al estar unido por el cemento y el ladrillo. De la misma manera sería imposible dividir en partes la península ibérica porque está unida por la propia tierra continental. Así que, como la convivencia es obligada, deberíamos esforzarnos por convivir de la mejor manera posible en beneficio de la comunidad. Llegar a acuerdos no sería complicado si realizamos el presupuesto priorizando las partidas más necesarias para el bienestar de nuestros vecinos. Algo tan sencillo como esto, es inconcebible que sea tan difícil de aplicar actualmente en el Congreso de los Diputados. Mientras tanto, los vecinos de este territorio peninsular que los romanos llamaron hace más de dos mil años, "Hispania", contemplan estupefactos la obra de teatro que nos ofrecen cada día nuestros presuntos  e inútiles candidatos a Presidente de la comunidad.

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