José Luis, alumno de lectoescritura: "Vengo a clase porque quiero ayudar a mi hijo con los deberes"

Detrás de cada cifra se esconden las historias con nombres y apellidos de quienes apoyan en la Risga para salir adelante

Alumnas en un curso de Risga en la Casa Azul. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Alumnas en un curso de Risga en la Casa Azul. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

JOSÉ LUIS quiere sacarse el carné de conducir. Macarena sueña con tener un sueldo de 1.500 euros. Ana busca una nueva oportunidad. Fouzia quiere aprender español para que cuando vaya a la consulta del médico no necesite que un intérprete la acompañe. Tamara quiere que sus hijas puedan elegir su futuro...

La asistencia a las acciones formativas es obligatoria, un requisito para cobrar la renta de inclusión. Y encontrar una motivación es el punto de partida para que los beneficiarios de la ayuda social asistan a clase. "Muchos alumnos llegan con baja autoestima, pensando que aquí no van a aprender nada", explica la profesora, María Mora, que trabaja con distintos grupos en la Casa Azul. "Lo primero es romper con eso y que vean su potencial, porque pueden hacer mucho más de lo que creen", añade la docente orgullosa.

A principio de curso se producen los momentos más complicados porque algunas de las personas beneficiarias "no quieren ir a clase". La labor de las técnicas de inclusión, Yolanda Rodríguez y Azucena Malvido, unida a la de la trabajadora social Maruxa Andión, y de los docentes como María, es fundamental. Hacen un seguimiento de cada situación personal también.

José Luis, alumno de lectoescritura: "De pequeño me escapaba y no iba al colegio, no sabía que era tan importante"

"Aquí viene gente con distintos problemas. El nivel de concentración a veces es difícil y son personas que llevan tiempo sin estudiar. Tenemos muchas complicaciones, pero enseguida se ven los avances, ellos mismos se sorprenden", cuenta la profesora.

El grupo de los viernes a las 11 es el de inmersión lingüística e integración sociocultural para inmigrantes. A esta clase asisten doce personas procedentes de otros países, en su gran mayoría mujeres. Algunas de ellas llevan entre quince y veinte años en España, pero sorprendentemente no han aprendido el idioma. Este curso les permite comunicarse en su día a día. "Si tienen que ir al médico,al supermercado o a hablar con los profesores de sus hijos no necesitan ir acompañadas siempre", explica Azucena.

Es el caso de Touriya, que llegó hace 19 años a Pontevedra pero todavía tiene muchas dificultades con el idioma. Madre de tres hijos, el mayor de ellos cursa Administración e Dirección de Empresas en la Universidade de Vigo. Habla al menos cuatro idiomas: árabe, español, gallego y francés. Ella pronuncia bien algunas frases. "Los hijos no tienen tiempo para hablar con nosotras en español", explica entre risas Fatna cuando alguien sugiere que practique con él. Su hijo también está en el tercer año de Universidad, actualmente realiza prácticas en Alemania y habla seis idiomas. Y mientras que sus descendientes se han integrado en la sociedad, ellas permanecen aisladas.

María Mora, profesora: "Tienes que trabajar seguido la autoestima, no se creen todo lo que son capaces de hacer

"Mi marido no quiere que hable español", advierte otra de las alumnas que prefiere permanecer en el anonimato. "Pero lo necesito para poder ir al médico sola", comenta.

Mohamed, el único hombre que está en clase esta mañana, Fatna y Fouzia repiten las palabras de la profesora. "Buenos días, buenas tardes, buenas noches". Es un avance. La profesora apalude su esfuerzo. Les ha costado empezar pero ya se van soltando, explica.

INTERCAMBIO CULTURAL. Las manos de Fatiha tienen un fuerte color amarillento. Es por la henna. Cada vez que se produce un acontecimiento importante en la familia se pintan las manos, los brazos... Este fin de semana ha nacido un niño en la comunidad árabe a la que pertenece y ha prometido organizar un taller en la Casa Azul.

"El intercambio cultural –apunta María Mora–, es uno de los aspectos más positivos de estas clases". Durante el curso se producen debates sobre la importancia de la educación igualitaria entre hijos e hijas, sobre las distintas tradiciones de cada cultura, e incluso se intercambian recetas.

Un poco más tarde ha cambiado el aula, van llegando nuevos alumnos, con otras necesidades y otro temario. Hoy no es un día normal. Hay mucha expectación ante la llegada de la prensa, algunos de las asistentes a la clase de lectoescritura se apartan de los focos y otras posan orgullosas. Una de las mujeres más jóvenes se queda en una esquina. Ha empezado a notar contracciones, por lo que quizás sea hoy cuando nazcan sus gemelas. Tiene cuatro hijos más.

Maruxa Andión, trabajadora social: "Trabajamos el absentismo escolar, y hemos conseguido reducirlo un 100% en algunos colegios"

Son un grupo amplio aunque nunca están todos. Su clase es la de lectoescritura y habilidades. A esta actividad asisten perceptores de la renta social que en su día no terminaron los estudios básicos.

Es el caso de José Luis. Tiene 36 años. Acude a clase para sacarse el carné de conducir. Su mujer estudia FP y tienen dos hijos. "Yo vengo aquí para prepararme y poder sacarme el carné. Además quiero poder ayudar a mi hijo con los deberes", señala. "De pequeño me escapaba y no iba al cole, yo no sabía que era tan importante", explica.

Macarena pide la palabra. "Yo no tenía ni idea de todo lo que sería capaz de hacer, pero gracias a María estoy aprendiendo un montón de cosas muy útiles", dice esta joven, cuyos sueños pasan por dejar de cobrar la Risga y poder encontrar un trabajo que le permita vivir con dignidad y sacar adelante a sus hijas.

IGUALDAD. En las clases también se trabajan habilidades sociales y valores como la igualdad. "Es algo en lo que tenemos que seguir incidiendo porque en algunas culturas hay mucho machismo", sostienen las técnicas municipales.

Uno de los principales problemas con que se encuentran es con que muchas jóvenes de etnia gitana dejan los estudios antes de terminar la ESO para casarse. La trabajadora social recuerda el éxito de proyectos llevados a cabo con Secretariado Gitano para acabar con el absentismo escolar. "Hemos conseguido en algunos centros un éxito del cien por cien", dice Maruxa Andión en relación a otras medidas paralelas a estas actividades formativas.

Las alumnas de esta cultura que ahora son madres tienen claro lo importante que es para sus hijas que se preparen. "Ya es hora de que haya gitanos policías", bromea Noemí. "Yo tengo una prima abogada, ¿Por qué no las demás?", añade otra de sus compañeras.

"Estoy muy orgullosa de ser gitana, pero eso no tiene que ver con los estudios, y estudiar es necesario", apostilla Tamara.

En cuestión de minutos se ha establecido el debate. Se escuchan todas las voces, se respetan turnos y aceptan opiniones diferentes. Es parte del aprendizaje.

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