Opinión

La legión

El viernes pasado la Legión española cumplió años. Uno más y ya son muchos. El próximo año que ya está ahí, celebraran el centenario. El día 20 de septiembre, que es el día en que se alisto en el banderín de enganche el primer legionario español. Se llamaba Marcelo Villeval Gaitán y era natural de la ciudad de Ceuta. Villeval, era un tío con unos dídimos muy bien puestos, lo que le llevo a ascender a suboficial en muy poco tiempo y siempre por méritos de guerra. Era el primer voluntario en todo y para todo por muy arriesgado que ello fuera y, claro, acabó cayendo muerto en el desembarco de Alhucemas en 1925. Después, se produciría la llegada de numerosos voluntarios. Así, viajó hasta África la primera expedición desde España con 200 legionarios catalanes. El jefe del Tercio, el militar gallego, Millán Astray, les recibió con estas palabras: "Y vino el alud de Barcelona, los doscientos catalanes, la primera esencia de la Legión, que bajaron arrasándolo todo y sembrando el pánico por el camino. Era la espuma, la flor y nata de los aventureros. Era el agua pura que brotaba del manantial legionario. ¡Bien venidos, catalanes legionarios; vosotros seréis la base sobre la que se construirá la Legión!".  

Han pasado ya muchos años desde que el general coruñés, Millán Astray, hizo realidad la brillante idea de crear en el Ejército una unidad profesional. Una unidad de elite, bien preparada y equipada, de intervención inmediata y de primera línea que garantizase de una manera definitiva la seguridad de los territorios de África que, únicamente, contaban con tropas de reemplazo pesimamente preparadas y muy mal dotadas de equipo, armamento y, sobre todo, de ánimo, que caían como moscas al primer tiroteo. 

Millán Astray, después de mucho pelear y convencer en la corte madrileña consiguió, finalmente, su objetivo y el recién nacido Tercio de Extranjeros no tuvo que esperar mucho tiempo para que lo bautizaran a tiros en el Rif marroquí. Después de la escabechina que los moros hicieron con los soldados españoles prisioneros y heridos indefensos en el Monte Arruit, a quienes torturaron y degollaron con una crueldad sin limites, se dirigieron a la ciudad de Melilla que estaba muy mal defendida. Otro desastre se veía venir, y solamente la determinación de los legionarios, que recorrieron en un día y a pie 100 kilómetros para embarcar en Ceuta y dirigirse a Melilla, para su defensa evito otra masacre. Solo su sacrificio y su extraordinario valor en la resistencia libraron a la ciudad española de caer en manos de los moros de Abd-el-Krim que se tuvo que retirar. Han caído los años y ahí siguen, como el primer día, con su Credo y su chapiri, siempre prestos en la defensa de España y de todos los españoles. La Legión, lo he escrito unas cuantas veces en esta misma columna, ha dado siempre un extraordinario ejemplo de sacrificio, entrega y lealtad a España. El código Bushido y la tradición y el espíritu de lucha de aquellos temibles Tercios que peleaban por toda Europa, han conformado a un cuerpo de elite, querido y admirado por todos los españoles. Son 9.722 legionarios muertos en combate, los siete últimos en misiones internacionales, con más de 35.000 heridos en acciones de guerra; veintidós Laureadas individuales, siete colectivas y 211 medallas individuales. Ahí es nada.

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