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La salsa de mis letras

A Revenga se le empieza a poner cara de hombre de paja

María Rey (izquierda) renunció este sábado a sus cargos en Ciudadanos. RAFA FARIÑA
photo_camera María Rey (izquierda) renunció este sábado a sus cargos en Ciudadanos. RAFA FARIÑA

DEL VIRAJE de Ciudadanos a la derecha empezamos a tener pocas dudas cuando se anunció que Goyo Revenga sustituiría a María Rey como cabeza de lista en las pasadas municipales. La melena rubia y la sonrisa amable, dos indicadores de los coqueteos de la formación naranja con la socialdemocracia, dejaban paso a las chaquetas azules y las gafas de pasta tan propias de los liberales de capea, que es como llama un buen amigo mío a esta variante un tanto heterodoxa de la doctrina clásica. "Es como querer vestir a Macron con un traje de Espinosa de los Monteros: te sale un Airgam Boy", me explicaba mi colega.

Del malestar de Rey supimos algunos una tarde, allá por el mes de abril, cuando nos la encontramos en la calle Marquesa intentando disimularlo, que es la mejor manera de confirmar cualquier tipo de sospecha. Nos habló de cansancio, de una vida profesional estresante y de mil cosas más que parecían deslizar su inminente despedida de la política. Lo hizo, además, como siempre ha hecho las cosas María en política: sin confirmar ni desmentir nada, jugando con esa ambigüedad tan propia de las estrellas del pop o los futbolistas en verano. Y para demostrar que lo suyo no era una pose, sino una actitud vital, se despidió de los presentes con una calma pasmosa, besándonos a todos uno por uno y ofreciendo su mano lentamente, como si hubiera estudiado modales junto a Eric Clapton: llevaba muchísima prisa.

A los pocos días de aquel encuentro fortuito, se anunció el ascenso de Revenga al número uno y el descenso de Rey a un número dos que olía a azufre y, quizás, por qué no, a medida desesperada. Se parecía la jugada a la que anteriormente había anunciado Marea: colocar a los purasangres (Tere Casal en un caso, María Rey en el otro) por detrás de unos candidatos sin demasiado pedigrí, como si el truco de un buen resultado electoral residiera en obligar a lossimpatizantes a votar el doble. Algunos esperábamos, ya entonces, que María rompiera la baraja por la traición evidente de un partido que la confirmó públicamente hasta en dos ocasiones para terminar dándole la patada del defensa cobarde, esa punterita lanzada al tobillo del delantero por la espalda, cuando todos siguen al balón. Y sin embargo aguantó estoica, en silencio, servicial y sonriente: se mascaba la tragedia, como en las películas de terror, pero faltaba el gran estruendo.

Su renuncia –no solo a los cargos que acumulaba dentro del organigrama naranja, sino también a la militancia- viene a confirmar lo que todos sospechábamos hace tiempo: hay romanos lejos de Roma y a Julio César no lo mató una gripe. Junto a ella se van, además, otros destacados miembros de la formación. La estructura local se queda en cuadro y a Revenga se le empieza a poner cara de hombre de paja, de figura amable capaz de capitanear una transición serena hacia un nuevo horizonte en el que ya se vislumbra alguna figura con tintes mesiánicos, como podía ser la de Javier Alonso. En él se conjugan, de nuevo, los dos rasgos que hicieron de Ciudadanos una propuesta de tintes amables, al menos en apariencia: la melena al viento y la sonrisa Hayworth. El paso del tiempo nos ha enseñado que en todas las bocas hay colmillos, también en las neoliberales, pero eso es harina de otro costal. Se va María Rey y en esta página la vamos a echar mucho de menos: fue la salsa de mis letras tantas veces que yo ya no sé si dimitir, siguiendo sus pasos, o aprovechar la ausencia para ponerme a régimen.

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