Las bateas de la ría de Pontevedra cerraron una media de 249 días en 2016 por culpa de la toxina

Fue el segundo peor año de la década para los mejilloneros, especialmente para los de Bueu
Un barco bateeiro descarga mejillón recién recogido en la ría dentro de la bañera de un camión en el puerto de Combarro, en Poio
photo_camera Un barco bateeiro descarga mejillón recién recogido en la ría dentro de la bañera de un camión en el puerto de Combarro, en Poio

Con ocho polígonos de bateas y un importante número de profesionales dedicados a este sector, el cultivo de mejillones es una de las principales actividades de explotación marítima en la ría de Pontevedra.

Sin embargo, el año recién terminado dejó un sabor de boca un tanto amargo para los bateeiros que faenan en estas aguas. La culpable fue la presencia de biotoxinas, que obligó a paralizar la extracción de estos moluscos durante demasiado tiempo.

De media, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre los polígonos de la ría permanecieron cerrados 249 días, es decir, unos ocho meses, una cifra nefasta para quienes viven de esta actividad.

Este balance hizo de 2016 el segundo peor año de la década en lo que se refiere a cierre de bateas por toxina, aunque el resultado no fue igual de malo para todos los bateeiros.

Los que salieron peor parados fueron aquellos que tienen emplazadas sus bateas frente a las costas de Bueu. En esta área marítima hay tres polígonos mejilloneros, uno de los cuales (el conocido como A2) estuvo cerrado 296 días, lo que supone que los propietarios de los viveros flotantes ubicados allí solo pudieron extraer moluscos 70 días en todo el año. Otro de los polígonos (el A1) tuvo que permanecer inactivo 279 días y el tercero (denominado Bueu B), 250 jornadas.

En la zona de Aldán existen dos zonas ‘bateeiras’ llamadas Cangas A y B, y en 2016 la existencia de biotoxinas las mantuvo paradas 275 y 259 días, respectivamente.

Los registros más positivos se dieron en el otro margen de la ría, frente al litoral de Poio y parte de Sanxenxo, aunque, con todo, el resultado no fue todo lo bueno que hubiese deseado el sector. Allí hay tres polígonos: Portonovo A (situado frente a Chancelas, Covelo y Samieira), Portonovo B (frente a Raxó) y Portonovo C (frente a Pampaído y Areas, aproximadamente) y sus jornadas de cierre en 2016 fueron de 169 días, 226 y 240, respectivamente, lo que dejó cierto margen de maniobra a los profesionales que viven de la extracción de mejillones en este territorio.

HISTÓRICO. Según los registros históricos recogidos por el Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño de Galicia (Intecmar), el ejercicio con más restricciones en los últimos diez años en la ría pontevedresa fue el de 2013, con una media de 258 días de prohibición. En conjunto, en el año 2015 fueron 242 jornadas, en 2014 la cifra ascendió a 230, en 2013 hubo una media de 258 días de cierre, en 2012 los polígonos bateeiros permanecieron inactivos una media de 203 días y en 2011 fueron 210 jornadas.

Con anterioridad, el balance de días de prohibición por culpa de las biotoxinas no llegó a 200 al año y, de hecho, 2007 y 2008 habían sido de los más benignos para los mejilloneros de la ría, pues solamente se habían contabilizado 79 y 95 jornadas de cierre, respectivamente.

LIPOFÍLICA. La biotoxina que motivó todas las vedas durante el año pasado fue la denominada lipofílica o DSP, la de mayor incidencia en las costas gallegas. Se trata de una sustancia que, si se consume, afecta al tracto digestivo y provoca molestias gastrointestinales, como vómitos, diarrea, náuseas o dolores abdominales. Los síntomas suelen aparecer entre 30 minutos y varias horas después de ingerir el marisco afectado.

Con todo, el Intecmar ha aclarado en numerosas ocasiones que la presencia de esta biotoxina en las aguas es un fenómeno totalmente natural que forma parte de la propia alimentación de los moluscos, tanto de los mejillones como de las almejas. De hecho, estos bivalvos se alimentan por filtración de fitoplancton y, dentro de las especies existentes,? algunas producen toxina. En ciertos casos estas microalgas colorean el mar de rojo, de ahí que a este proceso se le haya dado el nombre de marea roja y, por extensión, muchas veces se utilice popularmente esta denominación para referirse a todos los tipos de biotoxina, aunque no sea exactamente así.

Durante uno de los episodios de cierre de 2016, la directora del Intecmar, Covadonga Salgado, explicó que «a chegada de biotoxinas depende moito dos factores climáticos, porque o medio mariño está moi condicionado polos ventos, as temperaturas e as correntes», de ahí que unos años haya más toxina que otros y, por lo tanto, también se decreten más jornadas de cierre de polígonos mejilloneros.

SEGÚN LA RÍA. Este hecho también influye en que los episodios no afecten de la misma manera en función del ámbito geográfico, pues unas rías están más resguardadas de los temporales y de las corrientes que otras. Precisamente, la de Pontevedra es una de las que más sufre la aparición de fitoplancton tóxico. En 2016, la única que la superó fue la de Corme (en la provincia de A Coruña), que batió la triste marca de haber estado cerrada todos los días del año.

Muros y Noia tampoco se quedaron atrás (con entre 170 y 218 jornadas de prohibición, dependiendo del polígono bateeiro) y, en la ría de Vigo, Cangas también tuvo malas marcas (entre 89 y 258 días).

A día de hoy, en la ría pontevedresa están abiertos cinco de los ocho polígonos mejilloneros, según el último informe hecho público por el Intecmar (realizado el día 6). Estos llevan poco tiempo operativos, pues comenzaron a funcionar de nuevo entre el 23 de diciembre y el día 5 de este mes.

Los tres restantes suman meses cerrados: uno de los emplazados en Aldán lo está desde el 21 de octubre, uno de Bueu desde el 21 de marzo y uno de Portonovo desde el 25 de octubre.

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