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Las tres relojeras

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (c), a su salida de un restaurante el pasado jueves. JUANJO MARTÍN
photo_camera El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su salida de un restaurante el pasado jueves. JUANJO MARTÍN (EFE)

MARIANO RAJOY comprobaba que, como siempre había sospechado, un vaso es un vaso y un plato es un plato. Ahogaba sus penas en un restaurante, por si los vascos aparecían para devolverle la cartera. Recordé la parábola de los tres artesanos. Como no vislumbro oportunidad de contársela en persona a Rajoy, ni ahora ni en un futuro, la escribo aquí, que sé que lo primero que hace los domingos es coger este periódico y leerme. O no.

Pues en una calle había tres artesanos o artesanas. Ahora hay que ponerlo así para no recibir una carta de un observatorio de la igualdad, lo que me parece justo. Pueden ser sastres o carpinteros, es lo mismo. Total es una parábola, cuya finalidad es contarnos una mentira para enseñarnos una verdad. Serán relojeras. Tres relojeras que competían de manera más o menos respetuosa hasta que un buen día la primera relojera de la calle, según se sube o se baja, que tanto da, puso un cartel: "Albert Rivera, la mejor relojera del España". Cierto que Albert Rivera no es nombre para una relojera, ahora que lo veo. Da igual. Se llamaba así.

La relojera que ocupaba en la calle un espacio entre las otras dos, temiendo que la primera le quitara prestigio y clientes con el cartel, actuó con rapidez y puso un rótulo luminoso, que ya se habían inventado a pesar de que la parábola está ambientada en la Edad Media. "Mariano Rajoy, la mejor relojera del mundo". Quedó plenamente satisfecha, convencida de que con su llamativo rótulo y su mensaje superaba con creces a la primera relojera. Mariano presidía la Asociación de Relojeras y con apoyo de las otras dos había aprobado recientemente los presupuestos. La tercera de las relojeras, digámoslo ya, se llamaba Euzkadi Buru Batzar, igual que el máximo órgano ejecutivo del PNV. Lo mismo podía haberse llamado Emilio Butragueño, pero sus padres la llamaron así, qué le vamos a hacer. Había observado con cierta curiosidad la iniciativa de la primera relojera y esperado con paciencia la reacción de la segunda. Después de hacer sus cálculos y pensarlo seriamente, dejó pasar unos meses mientras las otras dos se peleaban. Cuando vio que la competencia entre ellas las distraía de atender debidamente a los clientes, colgó su propio cartel: "Euskadi Buru Batzar, la mejor relojera de mi calle".

Las dos primeras relojeras habían pasado demasiado tiempo peleándose por sus clientas, todas ellas llamadas Marta Sánchez, y por exhibir el mejor cartel rojigualda, en lugar de arreglar relojes, que es para lo que estaban. Creían que así les iría mejor. Mientras tanto, la tercera relojera, a quien familiarmente llamaban Euskadi, había recibido a socios y proveedores, quienes habían ido a buscarla, preocupados porque Mariano había apaleado a todos los que no gustaban de los rótulos. Lo había hecho además con ayuda de la otra relojera, Albert Rivera, quien se esforzaba en ser más aplaudida por Marta Sánchez.

El PNV siempre es el gran vencedor de estas batallas

Euskadi Buru Batzar, nire munduko kaleen erlojugile onena, que en euskera quiere decir "la mejor relojera de su calle", y nuestros lectores vascos, que son miles y miles, corregirán al traductor de Google si me equivoco, Euzkadi Buru Batzar, decía, que se me va usted por las ramas, escuchó atentamente lo que le proponían. Le pedían que los ayudara a recuperar el poder, pues sin su concurso no podrían conseguirlo. Así que valoró la cuestión: acababa de sacarle a Mariano y a Albert 500 millones de euros de los presupuestos de la Asociación de Relojeras y podría hacer lo mismo con los demás. Por otra parte, a Euskadi nunca le habían caído bien ni Mariano ni Albert. Mariano siempre la había tratado con condescendencia, llamándola sólo cuando la necesitaba y enemistándose con ella cuando le convenía, mientras que Albert, la relojera más joven, era una provocadora inexperta. Así que Euskadi dio el visto bueno y Mariano perdió la presidencia de la Asociación, mientras Albert quedó reducida a una mera presencia tan latosa como irrelevante e innecesaria.

Y todo ello ocurrió porque la relojera lista, gran negociadora, sólo pretendía ser la mejor relojera de la calle, lo que de paso la convertía en la mejor del mundo si los tres carteles decían la verdad.

Fin de la parábola de las tres artesanas, de la que podemos extraer algunas enseñanzas. O no. La primera de ellas es que Galiza necesita estar representada en el Parlamento de una vez. Es preferible ser el mejor relojero de tu calle que ser el peor de España y creerte el más grande del mundo. El PNV siempre es el gran vencedor de estas batallas. Y también los catalanes. Llevarse mal con ellos, dedicarse a ofenderlos o a ningunearlos no es un buen negocio. Sin embargo con Galiza no ocurre lo mismo porque no tiene relojería propia. Lo de La Marea es una estafa de manual. Su jefe, Pablo Iglesias, no tuvo ni el detalle de mencionar a Galiza entre las naciones históricas. La excusa es que se olvidó. Pues por algo se olvidó de nosotros y no de Euskadi o Catalunya. Menuda excusa.

Y otra cosa. Crispar el ambiente, volverse contra los pueblos, coartar las ideas y suprimir las libertades, tampoco es un buen negocio, por lo que se ve.

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