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O fillo de Pepe do Carballal

MALDITA MIMITOS. Yo solo había cruzado dos palabras con Lores en algún Patronato del Museo. Pero me llamó Gerardo Lorenzo y luego Yáñez y a Yáñez, vecino puerta con puerta en F.L., no podía fallarle. El docudrama Mimitos precisaba columnistas, así que quedaron patentes mis dotes interpretativas, esa cinegenia innata que ha ido siempre conmigo. Y aunque mi performance no rebasa el medio minuto, ya noté el acojone de Francis Lorenzo, temeroso de que le birle el papel en Águila Roja. Hubo tiempo para la charleta con Gerardo, Francis y Manel Loureiro. Negaré haber escrito esto, pero creo que Gerardo tiene el síndrome del nido vacío: aquel seductor impenitente repara, en plena madurez, en que a quien se ama es a los hijos. Su chaval es una máquina en temas económicos y se le pira a EE. UU., creo. Gerardo anda mohíno, lógico. A Manel lo aprecio mucho, pero un día le voy a dar una hostia porque es inaceptable su juventud, su belleza. Incluso sus derechos de autor resultan inaceptables. Y esa barbita pulcra y recortada… Un cabrón. En el Concello rodamos la entrega del cuadro de la Mimitos, me enamoré del alcalde y hasta creo que desplacé a Luis Rei de su corazón. (Lo siento mucho, Luis, la vida es así, no la he inventado yo). El amor entre Lores y yo parecía imposible, pero no hay imposible con el que el amor no pueda. Porque cuando el amor llega así, de esta manera, uno no tiene la culpa; quererse no tiene horario, ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan. Comenzó nuestro flechazo al entrar en su despacho, coqueto, modesto y con un problema: la angostura de Michelena. Si se anda en la nariz lo ve la abuela que ganchilla enfrente. Por ese despacho lo habían puesto a parir en El cascabel al gato. El cascabel hacía periodismo de investigación pero se conoce que el periodista era chosco, tapia y en vez de olfato tenía un inhibidor de frecuencia de esos de metérsela doblada a los radares. El cascabel, investigando la modestia espartana de Lores, omitió investigar la modestia ostentosa y derrochadora del Albondiguilla y Bárcenas, oscarizados por Los ladrones somos gente honrada. En el despacho hay una foto mural de la Pontevedra sesentera, el Estadio de la Juventud construyéndose y el nuevo ramal ferroviario sobre A Seca. Continuamos, el alcalde y yo, la contemplación de aquella Pontevedra gris pero resistente, humilde pero heroica. Y vimos la isla de la Aneja, todavía incólume su triángulo curvado. Le recordé la inauguración de la estación en los sesenta, vívida, todavía hoy, la mano gordota de mi abuela sujetándome, su pa- ñoleta negra anudada coronando su cabeza. A mí me decían que Lores gana en la distancia corta. Rotundamente no. Lores, el Lores que compra el pan en el Acuña al bajar del Concello, engancha por una única cosa: su veracidad. Probablemente, la mayor virtud de un gestor público. No hay político que soporte hacer cola para comprarse el pan, quizá porque tampoco hay asesor lo suficientemente avisado como para aconsejárselo. El mundo de los asesores está superpoblado de necios que aún no han reparado en que comprar el pan gana elecciones. Si Rajoy comprase el pan en una tahona de San Jerónimo tendría la absoluta. He discrepado mucho de Lores. Le cabreaba que llamase a Pontevedra Lombó- polis. En mi opinión, la peatonalización admite matices y la ciudad precisa correcciones. Limitar el coche en ciudad se me antoja prohibir el caballo en la Ávila del XV. Pero esa discrepancia no evita el reconocimiento del privilegiado lugar que corresponde a Lores en la historia municipal, fruto, precisamente, de esa veracidad. En la barra del Acuña que se agencia haciendo cola o en ese espontáneo -y opinable- "estaba rascándoa" que le espetó a un antagonista en un Pleno. E incluye, esa veracidad de la que hablaba, ese punto de insumisión del humilde frente al gigantismo arrogante del poder económico, ese largarles "ao fillo de Pepe do Carballal ensinoulle seu pai que pobre si, pero a cabeza ergueita". Coincidimos ahí. Ni un puesto de trabajo suprimido porque no hay cuidados paliativos para adormecer el dolor del desempleado. Pero las industrias, a un parque industrial. En la ría no puede elevarse al cielo la insoportable fealdad de la chimenea, así emanase aroma de Nenuco. Estoy, en eso, a muerte co fillo de Pepe do Carballal. Si Barcelona y Bilbao recuperaron su frente marítimo tenemos derecho al nuestro, cómo que no. No fuimos, los pontevedreses, paridos por un dios enanito, ni admito que nuestro pedigrí sea inferior al de bilbaínos y barceloneses. Jamás aceptaré eso, e o fillo de Pepe do Carballal, o sea, Lores, tampouco. Pobres sí, pero a cabeza ergueita. Por cierto, alcalde: é rascándoa ou rañándoa…?

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