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El obispado de Ribadeo

Desde el primer día en Mondoñedo no debió gustar que le arrebataran el obispado

En el año de nuestro Señor de 1182, Fernando II de Galicia y León le compró a mi tocayo el conde Rodrigo la villa de Ribadeo por 1.500 maravedís de oro. Una pasta para la época. Su intención era trasladar allí la sede episcopal mindoniense. Para ello mandó ampliar la villa o más bien construir una nueva pegada al mar. Así la anterior pasó a llamarse Vilavella, nombre que conserva hoy como barrio incorporado a la actual ciudad. Se tiene conocimiento de líos entre obispados en Galiza, muchos. Competían por los fieles, por los ingresos vía impuestos y por los recursos que generaban jugosas rentas con explotaciones ganaderas y agrícolas. Los obispos tenían ejércitos y eran frecuentes los enfrentamientos, que nunca buscaban la conquista sino la supremacía, una mayor influencia territorial y de vasallaje y el favor de la Corona. Lo que ya escasean más son los cambios de sede. A lo largo de los siglos se han creado algunos obispados nuevos y alguno ha desaparecido, siempre obedeciendo a razones geoestratégicas, pero casi todos los obispados que existen hoy en nuestro país son los mismos que existían hace setecientos años o mil.

Por eso desde el primer día en Mondoñedo no debió gustar que le arrebataran el obispado, y más cuando, una vez construida la nueva villa con su puerto, buena parte del territorio anteriormente bajo dominio de Mondoñedo fue entregado a Ribadeo. Entre que se construyó todo aquello transcurrieron algunos años, no se sabe exactamente cuántos, pero sí existe constancia documental de que en el año 1206 ya se había trasladado la sede. Podemos suponer, si queremos, que no transcurrieron más de veinte años entre la compra de la villa al conde Don Rodrigo y la inauguración del obispado, ya que en 1199, Alfonso IX, sucesor de Fernando segundo, se refiere a Ribadeo como Mondoñedo, no por error o confusión ni asuntos de drogas: lo dicen algunas fuentes, en especial la muy fiable de Henrique Flórez, insigne cronista e historiador que vivió en el S. XVIII y que era muy cuidadoso con las citas y con las fuentes, hasta el punto de que transcribía en medio del texto los documentos que consultaba, lo que es un coñazo a la hora de leer porque los documentos originales que consultaba venían obviamente en latín. Ya podías haberte molestado en traducirlos, friki.

Bueno, el caso es que Ribadeo se convirtió así en sede del obispado que siguió llamándose mindoniense, para que quedara claro que se trataba del mismo pero en otro lugar, lo que tampoco debió hacer mucha gracia en Mondoñedo, pues no sólo les robaban el obispado sino hasta el nombre y el patronímico. Por supuesto sus razones tenían, pues semejante humillación no se ha visto ni se verá en Galiza.

Ribadeo permaneció como sede episcopal durante los tiempos del obispo Pelayo II, Pelayo o Paio de Cebeyra, que falleció en 1218, año en que su sucesor devolvió la sede a Mondoñedo, donde permanece a día de hoy. Cualquier interpretación sobre cómo un obispo pudo trasladar su sede desde el lugar designado por la Corona a otro arrebatado anteriormente por la propia Corona es conjetural, ya que eso no consta en ninguna crónica, hasta donde yo he podido comprobar, ni hay documento que explique las razones por las que el obispado volvió a Mondoñedo.

Es de suponer que Alfonso IX de Galicia y León, heredero de Fernando II, debió autorizar el nuevo traslado y podemos imaginar también que las presiones ejercidas desde Mondoñedo algún efecto tendrían. En todo caso debemos estar agradecidos a Fernando II, gracias a quien hoy Ribadeo es uno de los dos o tres lugares más hermosos del universo conocido. Él compró la villa, mandó construir en ella una nueva ciudad y un puerto que ahí siguen. Y todo ello lo hizo para montar ahí un obispado. El obispado habrá durado dos décadas o poco más, pero el resto ahí sigue aunque con ese aire indiano tan encantador. Es imposible saber cómo sería hoy Ribadeo de no haber ocurrido todo ello, pero sin duda sería un lugar muy diferente.

Yo es que a veces busco cosas de Ribadeo porque soy un enamorado del lugar, no por su famosa playa, que es muy impresionante, sino porque es una de esas ciudades perfectas en la que nada sobra ni falta. Así que me ofrezco a ayudar en la reconquista del obispado, si hace falta me presto a ejercer de ballestero, o de cocinero para la tropa, lo que sea. No es que tenga nada contra Mondoñedo, por supuesto, pero soy como una cabra que siempre tira al monte.

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