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'Ordesa' o no ser

Convertido en el libro revelación de principio de año, Ordesa, es un abrupto y valiente descenso al interior del ser humano

Manuel Vilas, autor del fenómeno editorial de la temporada. ALEJANDRO GARDÍA
photo_camera Manuel Vilas, autor del fenómeno editorial de la temporada. ALEJANDRO GARDÍA

PUES SÍ, yo también voy a escribir de Ordesa. De ese texto del que todo el mundo habla y no deja de llenar páginas y páginas, un libro que cuenta sus días de publicación en casi una nueva edición por semana. Seguramente sea poco original al hablarles de él, ante el regocijo general y el aplauso unánime, pero lo que a ciencia cierta seré es extremadamente apasionado, porque Ordesa es uno de esos libros que te hacen sujetarte a lo que uno calibra como más interesante y atractivo de la literatura: el despejar las dudas sobre el ser humano y ubicarse entre el ser o no ser shakesperiano para hacer de esa duda el alambre en el que moverse, siendo capaz de equilibrar todos los pesos que la vida va colocando sobre nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma.

Hablo de un libro que se mueve en ese triángulo puramente humano de cuerpo, mente y alma para examinar lo sufrido por el primero, conocer lo exigido a la segunda y aliviar las penas de la tercera. Eso sólo es capaz de conseguirlo la buena literatura y Ordesa, firmado por Manuel Vilas y editado por Alfaguara, que aún no se lo había dicho, es uno de los ejercicios más valientes y decididos sobre cómo la escritura puede servir para descender allí donde nadie quiere bajar y de donde pocos pueden regresar sin más daños que los a priori conocidos.

El escritor, nacido en Barbastro en 1962, entra y sale de su interior a través de la pérdida de su padre y de su madre. Ausencias que lastran un futuro, sobre todo si uno se para a pensar en sus actos junto a ellos, la mayoría inherentes a la edad y a sus caprichos, más que a una consciencia plena sobre como se actuaba, para enfrentarse así al dolor y la emoción de un pasado que, sin embargo, forja mucho de lo que hoy somos. Y es aquí cuando se produce el cambio del yo al nosotros, porque este libro, a poco que uno se deje llevar, más que la historia de Manuel Vilas, es la historia de muchos de nosotros, de una generación que creció en los estertores de una dictadura gris y miserable que se interiorizaba en los hogares de millones de familias que formaban parte de un país narcotizado por él mismo.

Manuel Vilas hace de Ordesa, el valle pirenaico, el ser, el refugio de la memoria y de aquella presencia junto a su padre, mucho más poderosa que cualquier otra situación de la vida, el anclaje con aquella dimensión familiar que el tiempo ha ido sedimentando. Las palabras del poeta Manuel Vilas (acérquense a su poesía completa editada por Visor), tiñen todo aquel tiempo de esas dudas tan necesarias sobre nuestras propias vidas, dudas que se transmiten a quien lea el libro por cómo son sus relaciones con sus padres, con los que están y los que se han ido de una manera física, aunque como nos enseña el autor, siempre estarán presentes de una manera u otra, a través de fotografías, objetos (qué maravilla como se trata aquí a los objetos y lo que hay tras ellos) o de hechos de los que nunca podremos escapar, ya que están en nosotros mismos. Ese hálito poético es el que permite desterrar los fantasmas, el que hace que acariciando una cocina acaricies a tu madre, o que viendo un coche en un garaje recubierto de polvo adivines el triste final. Es la ficción de un hombre asustado, como él mismo escribe, en un libro lleno de palabras, frases, párrafos y páginas brutales, que se hacen escalofrío y revelan como sincerarse consigo mismo para un escritor es el ejercicio más real y comprometido con su profesión y con las dudas para ser o no ser.

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