Pasado, presente y futuro

Si bien es cierto que la casualidad se esconde detrás de multitud de grandes momentos de la humanidad, nada tiene que ver con la decisión que motivó la celebración del presente Campeonato Europeo Júnior de luchas olímpicas en la ciudad de Pontevedra y, mucho menos, con la historia de la lucha gallega.

Y es que, aunque esta disciplina tomó un cariz institucional formalizándose con la fundación de la Federación Galega de Loitas en la década de los 70, la lucha ya se había hecho un hueco en el panorama deportivo autonómico tiempo atrás, pero de una forma que nada tiene que ver con la idea de lucha actual.

Vinculada al Pressing Catch, aquella lucha primitiva ligada al amateurismo se practicaba en un ring en el que los luchadores ponían a prueba sus habilidades en veladas a las que acudían ataviados con un antifaz, algo que, tal y como explica el director técnico de la Federación Galega de Loita, Pablo Pintos Figueroa, "fue lo que no nos hizo despuntar".

Con todo, la década de los 70 no fue fácil pues, junto a los inconvenientes ligados a la práctica de un deporte minoritario, las instalaciones y medios disponibles eran tan escasos como precarios, una situación que solo fue soportada por los verdaderos apasionados de la lucha.

A pesar de esos primeros años algo tortuosos, la lucha se fue asentando en ciudades como Vigo. "A partir de ahí se crearon clubs históricos. Algunos desaparecieron pero otros llevan más de 35 años trabajando como es el caso de El Castro de Vigo, el Kuzushi, el San Ignacio... Clubs que tienen una larga tradición y llevan muchos años en la brecha", explica Pintos.

Precisamente esos clubs, a los que se suman entidades como el Club de Loitas Olímpicas de Vilalba, el Club Keltoi de Vila de Cruces y el Club de Loita Pontevedra, no solo han contribuido a profesionalizar y definir una idea de lucha común, sino que han visto crecer a grandes luchadores cuya trayectoria deportiva ha encumbrado a la lucha gallega como un referente en el panorama nacional.

Así, además de los tres presidentes que han liderado la federación (Bermello, Campos y Olazábal), cada uno de los cuales "dejó su impronta en la Federación y dio un salto de calidad", según comenta el director técnico, entre los encargados de tejer el sólido entramado deportivo sobre el que sustenta la lucha gallega destacan nombres como el de José Ramón Incera, Manuel Roca, Alfredo Marcuño y Juan Caride, pioneros cuyo trabajo y dedicación en el tapiz contribuyó a encauzar la lucha en la comunidad.

Aunque a partir de la década de los 90 una cantera de luchadores de élite formada en el CGTD bajo las directrices de Alexander Kachelaev amplió las fronteras de la lucha conociendo la forma de entender este deporte en países con una mayor tradición, la escasa continuidad de los luchadores una vez finalizada su formación vinculada a la difícil profesionalización activó las alarmas, llevando a la Federación Gallega a decidir cambiar el modelo aplicado hasta la fecha por un sistema de formación más descentralizado.

"Desde el 1992 hasta el 2002 se mató a la lucha en Galicia", lamenta Pablo Pintos en este sentido, aludiendo a una generación de la que tomó parte.