Pocos coches y mucha vida: bienvenidos al centro histórico de Pontevedra

Un vecino de la zona monumental 'de toda la vida' y una familia de recién llegados comparten sus impresiones sobre el barrio más céntrico de la ciudad, que gana habitantes

La familia de Estelle Grilló junto a su vecino Sebastián Filgueira, que lleva en el casco antiguo de Pontevedra toda su vida. DAVID FREIRE
photo_camera La familia de Estelle Grilló junto a su vecino Sebastián Filgueira, que lleva en el casco antiguo de Pontevedra toda su vida. DAVID FREIRE

Vivir en el meollo tiene sus pros y sus contras. Sin embargo, en el centro histórico de Pontevedra parecen pesar más las ventajas, ya que el barrio crece en población. Los hay que nacieron allí y otros que llegan atraídos por un modelo de ciudad que pone primero a las personas, por la vida que se respira en sus calles o por la comodidad de dejar el coche en el garaje toda la semana y olvidarse. Estelle Grillon y su familia, por ejemplo, llegaron a Pontevedra desde Francia hace menos de un año y escogieron para vivir una calle al lado del eje de la ciudad, la Praza da Ferrería.

"Las inmobiliarias nos decían que buscásemos en otras zonas, que en el casco histórico no íbamos a encontrar nada, pero nosotros veníamos para instalarnos en la zona vieja y, aunque nos costó, al final conseguimos un piso en alquiler", explica. Pero, ¿por qué Pontevedra? Querían estar cerca del océano, en una ciudad pequeña y cómoda. Además, hablan español. "Al buscar en Internet vimos todos los premios que se había llevado la ciudad y su modelo urbano y decidimos venir", resume. La propia Estelle vivió durante años en el casco histórico de Marsella y declara que le encanta vivir en pleno centro.

La historia de Sebastián Filgueira es diferente. Él se crió entre las conocidas plazas de la zona monumental. Nació en el sanatorio de Santa María y se crió junto a la Praza da Ferrería. Luego sus padres se mudaron a la calle San Xulián, al piso en el que sigue viviendo en la actualidad. "Só deixei a zona vella de Pontevedra durante os anos que estiven estudando en Santiago", explica el pontevedrés.

CAMBIOS. "Cando eu era un neno, a cidade estaba chea de tráfico e xogabamos a escondernos entre os coches aparcados na Praza de Méndez Núñez", cuenta Filgueira. Los cambios entre la Pontevedra de los años 60 y la actual son evidentes. A lo largo de este tiempo el casco histórico ha pasado por épocas de abandono y momentos difíciles, como cuando la lacra de las drogas se dejaba ver en sus calles. "Na época da heroína a xente deixou de vir á zona vella e os que viviamos alí tampouco saiamos moito porque había persoas drogadictas en condicións lamentables por todas partes. As rexas que hai nos arcos de San Bartolomé colocáronse daquela para evitar que os mozos fosen alí a pincharse", explica Sebastián Filgueira ante la mirada de sus vecinos recién llegados.

Los vecinos de la zona alaban la peatonalización de las calles, así como la vida que proporciona el comercio local

Fue en aquella época cuando sus padres decidieron mudarse al rural pontevedrés buscando tranquilidad. "Eu optei por quedar na que era casa dos meus pais en San Xulián polo simple feito de que era a opción máis barata. Arregleina un pouco e fun vivir alí coa miña muller", cuenta. El piso de San Xulián vio nacer a sus hijos y, desde el mismo, Filgueira fue testigo de la rehabilitación de la zona vieja tras años de abandono. "Iso recuperouse grazas á iniciativa pública, despois de que os veciños se mobilizasen para chamar a atención do problema das drogas e da presenza de toxicómanos", explica.

PEATONALIZACIÓN. La peatonalización y un modelo de ciudad más amable con las personas fue el caballo de batalla del alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores, desde el principio. "Fue un visionario", cuenta Estelle Grillo, "por lo que me han contado fue difícil convencer a la gente pero el resultado es excelente y todas las ciudades deberían copiar este modelo", continúa. De hecho, uno de los motivos por los que Estelle y su pareja escogieron Pontevedra es que ofrece calidad de vida para sus cuatro hijos. "Ellos son en parte responsables de que estemos aquí, es genial que puedan moverse libremente e ir solos al colegio. La gente suele ser reacia a los cambios pero en este caso fue un acierto y el alcalde hizo bien en mantener el pulso", cuenta ella.

Filgueira asiente porque vivió la época en la que las peatonalizaciones causaban enfado entre la población. "Agora son os meus fillos os que se escandalizan cando van ao centro dunha cidade e non está peonalizada. Non conciben que poidan circular coches por determinados lugares porque creceron durante o mandato de Lores. Aínda así, recordo que cando naceron tiñamos que esquivar vehículos cos seus carriños para poder camiñar pola rúa", cuenta Sebastián Filgueira. Además, añade que también sus hijos iban solos al colegio desde los 10 años. "En canto empezou a restrinxirse o tráfico de coches por estas rúas os nenos empezaron a saír sós, antes de que existisen os Camiños Escolares", indica refiriéndose al programa del Concello que fomenta que los menores acudan andando de forma autónoma a sus centros educativos. De todas formas, indica que algunos tímidos intentos de peatonalización comenzaron antes, con el alcalde José Rivas Fontán, que colocó cadenas para cortar el tráfico en ciertas calles del centro.

La cuestión es que en la actualidad la población de la zona monumental no tiene necesidad de coger el coche para nada si no trabaja fuera del centro. "El nuestro se pasa toda la semana en el garaje, lo sacamos para ir a la playa y eso es una suerte", cuenta Estelle.

La adaptación no fue difícil para ella y su familia. Les costó encontrar un piso con varias habitaciones en el que vivir con sus cuatro hijos, ya que la mayoría de las viviendas en la zona no tienen más de dos habitaciones, pero al final lo consiguieron. "Los niños se adaptaron de maravilla al colegio y hasta hablan gallego", explica Estelle. Ella consiguió trabajo como monitora de yoga y su marido trabaja en el extranjero realizando viajes para los que no necesita tener una residencia en ningún lugar determinado. "Yo quería mudarme a una ciudad pequeña en la que haya vida pero no demasiado bullicio", cuenta.

El ruido, las dificultades para colocar ascensores o la ausencia de fibra óptica en algunas calles son los inconvenientes de la zona

Tanto ella como Sebastián Filgueira consideran un acierto que no existan centros comerciales de grandes cadenas en el centro de la ciudad que desplacen a las tiendas locales. "Hay mucho comercio y mucha vida. Además, siempre te encuentras celebraciones y fiestas: en Carnaval, en el verano...", cuenta Estelle. Por su parte, Sebastián apunta que es importante "que se creen comercios que teñan a súa actividade de día, non só de hostelería" para dinamizar la vida en la zona.

RUIDOS. Estelle y su familia llegaron en agosto del año pasado y ya conocieron lo que es el ambiente de la ciudad durante las fiestas. "No nos molesta demasiado el ruido porque cerramos las ventanas y ya está", explica. De hecho, asegura que le gusta poder vivir tan de cerca las tradiciones de la ciudad. Ya vieron cómo se incineraba a Ravachol, cómo desembarcaban barcos piratas en la ciudad el martes de Carnaval o cómo se celebra la llegada de mayo en la Boa Vila. "El otro día salí por la mañana y vi que estaban celebrando una misa en la plaza", cuenta refiriéndose a la festividad de Corpus. La familia francesa cuenta con la ventaja de que en la calle en la que vive apenas hay terrazas o pubs. Ese no es el caso de Sebastián Filgueira, que convive a diario con los ruidos en su casa.

La marcha pontevedresa se centra sobre todo el locales y terrazas de la zona monumental y los vecinos lo padecen. "O mellor que podes facer é unirte á festa e pasalo ben porque se te metes na casa e estás pensando en que non te deixan descansar acabas mal", cuenta Filgueira entre risas. En este sentido, el vecino indica que debería haber más control de la gente que bebe en la calle. "O problema non son os locais, porque están insonorizados e non molestan, o conflito reside en que moita xente bebe na rúa e fai moito ruído. É unha costume da xente, que lle gusta estar fóra, e nese sentido a Policía Local debería ser máis estrita e non permitir que os locais deixen que a xente tome as consumicións no exterior", explica.

El nivel de ruido que tienen que soportar en la zona vieja depende de la época del año y de la calle. En San Román, que es en donde vive Estelle, no hay bares ni terrazas, por lo que solo padece los ruidos cuando hay algún tipo de evento o concierto en A Ferrería. Sin embargo, Filgueira ya sabe qué fines de semana va a haber bullicio. "Agora veñen fins de semana de barullo porque remata o curso e os rapaces acaban de facer os exames de selectividade", señala. En este sentido, el vecino señala que el Concello debería poner una solución más rápida en el caso de los locales sin licencia o que no cumplen la normativa.

DIFICULTADES. Cualquier punto de la ciudad queda cerca y solo son necesarios cinco minutos caminando. Sin embargo, vivir en el centro también tiene sus desventajas. Así, Sebastián Filgueira señala que muchos de los edificios no pueden contar con ascensor porque no hay espacio para instalarlo. "A mí eso me da igual porque de momento podemos caminar y a los niños les viene bien subir escaleras, pero entiendo que para una persona mayor es un problema", explica Estelle. Precisamente a eso se refiere Filgueira, que indica que "unha persoa de certa idade xa non pode subir as escaleiras coas bolsas da compra".

Otro de los problemas tiene que ver con las nuevas tecnologías y la conexión a Internet. Y es que a buena parte de la zona monumental no llega la fibra óptica, por lo que los vecinos de la misma tienen que conformarse con conexiones más lentas. "En nuestro caso no nos importaba mucho porque no lo necesitamos para trabajar, pero reconozco que si alguien necesita acceder a Internet a diario con una determinada velocidad lo tiene difícil en la zona vieja", explica Estelle.

De hecho, ese es el caso de Sebastián, que tuvo que hacer un contrato especial con una compañía de telecomunicaciones para poder acelerar la velocidad de la red en su casa. "Os meus fillos estudan na universidade e precisan Internet para todos os traballos", cuenta.

Con las familias de Estelle y Sebastián, el centro histórico recupera su pulso tras épocas de abandono. Cada vez más gente opta por vivir en la zona monumental. "Esta parte da cidade non pode acabar chea de terrazas, discotecas ou grandes cadeas comerciais, eu aposto porque se promova o comercio local e a convivencia entre veciños e establecementos", indica Sebastián antes de volver a su casa. Estelle y su familia asienten y se despiden mientras los pequeños corren por la Praza da Verdura tras salir del colegio. Es hora de comer.