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Rajoy juega al fútbol

Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia , que ejerce su cargo bajo el sencillo sobrenombre de Felipe VI , reunió a los capitanes en el centro del campo y lanzó la moneda al aire. Lo dice claramente el reglamento de la FIFA en su apartado 8, titulado ‘Sobre el inicio y la reanudación del juego’. Es creencia popular, muy extendida, que el ganador del sorteo elige campo y tiene en un principio la posesión del balón, pero esa creencia es errónea. El reglamento lo expone así: "Antes del saque de salida, al inicio del partido o la prórroga, se lanzará una moneda al aire y el equipo favorecido decidirá la dirección en la que atacará en el primer tiempo del partido. El otro equipo efectuará el saque de salida para iniciar el partido". Es decir, que el agraciado elige campo y el contrincante tiene el balón.

El capitán del conjunto que ha acertado con la moneda suele elegir la dirección en la que atacará cada equipo en función de lo que más perjudique al rival, y esa responsabilidad se acrecienta cuando el contrincante es superior, tiene mejor equipo, juega en casa, cuenta con más afición en las gradas y/o lleva una racha imparable de victorias. Entonces, un líder inteligente pone al rival con el sol de frente y el viento en contra, atacando hacia la portería tras la que está la afición visitante. Es la manera de provocar que, en esa situación y con el balón en su poder, el enemigo cometa errores. Así, el equipo más débil también gana tiempo y espera que un golpe de suerte cambie el resultado, pues las variables pueden ser infinitas. Lo que queda es rezar para que los jugadores contrarios no se entiendan entre ellos, que tras ser deslumbrados por el sol comience a llover y se embarre el campo; que alguno se lesione, otro sea expulsado y uno más meta un gol en propia puerta. Que mientras el equipo que lleva las de perder se pone a la defensiva, el que tiene el balón pierda el partido.

Los nervios del rival aflorarán con mayor facilidad si se ha presentado a jugar creyendo que tiene la victoria en la mano. Cuando sus jugadores estrella han salido a declarar que el partido está ganado, que van a machacar al contrario. Si además, como suele suceder en los grandes equipos, hay dos o tres compañeros que mantienen entre sí una lucha de egos, puede surgir un desencuentro en el terreno de juego, y eso por lo general ocurre cuando tienen el balón. Pueden pelearse por tirar un penalti o ponerse a discutir porque uno no ha asistido a otro que estaba solo frente a la portería vacía. Entonces, si la suerte es propicia, surgirán los complejos, los egoísmos, el miedo al fracaso o al ridículo, la impaciencia de la afición, las prisas, y eso puede conducir al error y a veces a la derrota.

Todo ello se da con más facilidad cuando los equipos contendientes son rivales de toda la vida, si vienen de un historial conjunto de enfrentamientos broncos, cuando las aficiones de uno y otro se cuentan por millones y llevan semanas calentado el partido. Y las posibilidades del equipo que lleva las de perder se acrecientan cuando el rival acaba de incorporar a media plantilla, jugadores jóvenes e inexpertos que quieren destacar, lucirse y ganarse el puesto pero que aún no se han adaptado a jugar en Primera ni a las tácticas del equipo porque se trata del primer partido de la liga. Entonces, las diferencias entre el juego de unos y otros compañeros facilitarán los desencuentros. Si aún por encima el entrenador es nuevo y nunca ha ganado nada, surge la oportunidad de que no sepa dirigir, enviar las señales correctas o hacer un cambio acertado.

Elegir la portería hacia la que cada uno ataca no garantiza que nada de lo anterior vaya a suceder, pero lo posibilita. Es muy probable que a pesar de todo lo dicho, el rival gane, e incluso machaque, pero otorga una pequeña ventaja de inicio y traslada la responsabilidad de llevar el peso del encuentro al adversario, que puede hacerlo bien o mal, pero en una situación adversa.

Volviendo al principio, cuando Felipe Juan Pablo Alfonso Etcétera (Felipe VI), ofreció a Rajoy someterse a la investidura y él rechazó la oportunidad, el rival, inexplicablemente, reaccionó entre la sorpresa y la indignación. A Rajoy se le brindó el balón y el campo, pero decidió ceder ambas cosas a Pedro Sánchez . Sánchez e Iglesias pueden conocer mejor o peor las reglas de la política, pero del reglamento de la FIFA no tienen ni idea, y Rajoy se lo sabe de memoria. Rajoy, dicen ellos, debería someterse a la investidura y perderla para que luego lleguen ellos a gobernar.

Pero Rajoy ha decidido, y está en su derecho, ceder el balón al rival y ponerlo a competir frente al sol y contra el viento. Es su única opción, aunque mínima, de mantenerse sobre el césped. Los otros están jugando a la política y Rajoy al fútbol. Y las reglas, mientras él pueda decidirlo, son las de la FIFA.

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