El reino de Bea Heyder por una furgoneta

La activista que se traslada desde Meis a Malpica con 33 galgos, cuatro caballos y una cabra consigue ayuda para la mudanza de los animales

La activista posa con uno de los galgos que cuida en Meis. JOSÉ LUIZ OUBIÑA - Bea Heyder
photo_camera Bea Heyder recibe un lametazo de Nico, uno de los 33 galgos (abandonados por cazadores) que acoge en casa. J.L. OUBIÑA

MI REINO por una furgoneta. Con estas palabras se podría definir la última llamada de auxilio lanzada por Bea Heyder, la activista que cuida a 33 galgos, cuatro caballos y una cabra en una casa en A Medoña, San Lorenzo de Meis.

Después de años de tensiones vecinales, el contrato de alquiler de la gestora de La Pradera Bea Heyder (como ella denomina a su refugio animal ) se termina y debe abandonar la vivienda en la que reside con los animales y con su familia (su madre y sus dos hijos) antes del 9 de marzo.

Ninguna empresa le alquila el transporte por no disponer de tarjeta de crédito

Inicialmente, su principal preocupación era la ausencia de ofertas asequibles para poder trasladarse dentro de Galicia, pero después de difundir su caso, cinco particulares le ofrecieron viviendas en las que instalarse sin perder el contacto con sus colaboradores gallegos. Tras decidir que una casa agrícola en Malpica sería el destino elegido, la activista inició una recaudación para poder afrontar una fianza de mil euros (equivalente a dos mensualidades) y así completar el traslado. Aunque no llegó al tope de lo que necesitaba, Heyder reunió varios cientos de euros y consiguió firmar ya el contrato de alquiler, por lo que tiene el terreno y la casa a su disposición.

Pero las limitaciones económicas volvieron a hacer mella en La Pradera esta semana. "Tengo que llevarme todo lo que tengo en esta casa: mis muebles, que son poca cosa, y los palés con los que cerrar el terreno para poder trasladar a los animales. Ya debería estar haciéndolo, pero no consigo una furgoneta", confesaba Heyder. La activista tendría que alquilar un transporte, pero al coste hay que añadir el hecho de que "exigen que deje la tarjeta de fianza, y yo no tengo tarjeta de crédito, así que me resulta imposible".

La nueva petición en redes sociales de La Pradera Bea Heyder era una furgoneta o un camión pequeño. Bien prestado, o bien alquilado por ella entre particulares. "Lo ideal sería conseguir que me lo cedieran, porque he tenido que aportar más de lo que esperaba para la fianza", confiesa, aunque no se cerraba a la segunda opción. Heyder anunció finalmente en redes sociales haber conseguido esa furgoneta, gracias a un "Ángel que está presente a cada paso", según anunció, y está deseando completar el trabajo previo a la mudanza de los animales, que no será poco y que incluye realizar, a mano, un cierre lateral en parte de la parcela que rodea a la que será su casa. En ese sentido, reconoce que tampoco le vendría mal tener material de obra. "Por ejemplo, si a una constructora le ha salido algún palé de ladrillo en mal estado, o de cierre de malla", explica, pensando ya en cómo cerrará toda la parcela para prevenir fugas.

Contrariamente a lo que pueda parecer, el traslado de los perros -en su mayoría, galgos abandonados por cazadores en la zona Sur de España- y de los caballos se podrá realizar sin problemas. "Al conocer mi historia, una ONG que se dedica a cooperar con refugios y santuarios de animales se puso en contacto para ayudar con el traslado", informa.

La activista aprovecha para agradecer el apoyo recibido en la odisea de su traslado. "Realicé una petición económica y no llegué a la mitad, pero igualmente agradezco de todo corazón a todos y cada uno sus aportaciones". A su vez, reconoce la importancia del grupo de apoyo que se ha forjado en torno a sus galgos. En circunstancias normales son sus colaboradores los que aportan el pienso, o el forraje, así como la desparasitación, algo que -pese a la abundancia de animales- cumple religiosamente.

Cuando llegó a Galicia, hace siete años, Heyder traía a 16 galgos y su casero de Meis incluso arregló la casa de A Medoña para acogerlos. Con el tiempo, su actividad aumentó hasta más de 30 canes y se extendió a caballos maltratados. La proximidad con las casas de sus vecinos y la abundancia de animales deterioró la convivencia.

"Estoy feliz de ir a una casa alejada de otras, en donde ningún vecino podrá sentir molestias", explica con alivio.

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