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¿Renovarse o reinventarse?

HAY INSTANTES, momentos, circunstancias o situaciones que, en un momento puntual, te despiertan de un letargo innecesario y activan la necesidad de cambio. Puede ser el resultado de un buen consejo o de una decepción. Todo vale para pasar página y, en cierta medida, purificarse.

Muchas veces he escrito sobre la importancia de reciclar la emoción, de aprender a pasar páginas sin traumas, de vencer el temor a cambiar. Es depurativo hacerlo, partir de cero, reservar lo que nos aporta experiencia positiva y desechar lo que nos duele. No es fácil conseguirlo porque, sobre todo, hay que ser muy crítico con uno mismo y muy valiente para tomar la determinación de experimentar una mutación en la que, algunas veces, corremos el riesgo de no reconocernos.

¿Renovarse o reinventarse? Términos que pueden parecer similares, pero que encierran matices diferenciadores. Eso lo aprendí en un desayuno especial, al que puede asistir, dos años atrás y que me llegó en el momento idóneo. Recuerdo que, desde el primer momento en el que la persona encargada de hablarnos del tema comenzó a explicar la importancia de la reinvención, captó nuestra atención. No se oía ni la respiración de un auditorio expectante, ni siquiera el sonido de una cucharilla dando vueltas en la taza de un café humeante. "El precio emocional de las cosas es muy importante", comenzó diciendo. Y, a partir de ahí, explicó con detalle las claves de la infelicidad (ansiedad, baja autoestima y superación errónea de un duelo) y aseveró que el trauma son las gafas con las que vemos nuestra vida.

Reinventarse es aprender a lidiar con el pasado, gestionar bien el duelo (ocasionado por una muerte, un fracaso sentimental o la pérdida de trabajo), cambiar nuestra actitud vital y dar un nuevo sentido a nuestro ciclo de vida. Coincidiréis conmigo en que los momentos de cambios vitales pueden llegar a ser muy dolorosos. Saber superar de manera positiva el duelo que nos ocasionan puede llegar a convertirnos en otra persona.

Siempre incido en lo importante que es la actitud, maneja nuestra mente sin que nos demos cuenta. Ver siempre el vaso medio lleno nos posiciona en el buen camino porque el duelo, sea cual sea su origen, siempre taladra. No hay que reprimir el llanto, hay que desahogarse, pero no dejarse vencer y dominar por la desazón. Conseguir en esos momentos lo que es importante en la vida, lograr superar ese duelo de manera adecuada, puede llegar a convertirse en nuestro auténtico balón de oxígeno para seguir enfrentándonos a lo que nos tiene preparada la vida.

Desde hace tiempo (y se ha convertido casi en una costumbre), en mis perfi les de las redes sociales comparto alguna frase que, de una u otra forma y dependiendo del momento en el que te encuentres, puede acabar definiendo lo que piensas, eres o sientes. Es terapéutico hacerlo a veces. Y estos días, por algo muy concreto, recordé una que siempre tengo muy presente. En la vida, hay que ir dejando huellas, no cicatrices. Tal vez, el renovarse empieza por ahí.

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