Opinión

Ridículo

NO ES la primera vez, ni la segunda, ni la tercera que Pablo Iglesias protagoniza una actuación de este tipo. Ya varias veces —con la pretensión de ser el más guay, moderno, alternativo y de izquierdas— cayó en posturas claramente ridículas, frecuentemente cursis, absolutamente inadecuadas y de una inmadurez personal y política llamativa. Ahora —al alimón con su pareja Irene Montero, la genial inventora de la palabra ‘portavoza’— surge la ocurrencia de consultar a las bases lo de su chalé. Y ahí tienen a miles y miles de militantes del cuarto partido de España estuvieron llamados a opinar no sobre asuntos de interés general, sino sobre el chalé de sus dirigentes. Y hasta opinaron.

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