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Riesgo alto de incendio

SÑOR DIRECTOR:

La política española se desliza por una acentuada pendiente y hay quienes pisan el acelerador. Les pondré tres ejemplos. El orden no implica valoración. 1) El desacuerdo, y principalmente su pública exhibición, entre el Gobierno de España y el de la Comunidad de Madrid sobre las medidas que este adopta frente al avance de la pandemia. La salud y la economía quedan desplazadas por el partidismo. 2)La ausencia del Rey en la entrega de despachos a los nuevos jueces en Barcelona «para proteger la institución» y la acusación, vía twitter, por el ministro Alberto Garzón de que Felipe VI «maniobra contra el Gobierno» y, al tiempo, el vicepresidente Pablo Iglesias exige «neutralidad» al jefe del Estado. Habría que recordarles a ambos que no se puede soplar y sorber al tiempo. La cohabitación entre el presidente portugués, centroderecha, y el primer ministro socialista es un idilio incomprensible para un sector del Gobierno, como las cohabitaciones en Francia de dos personajes como Chirac y Mitterrand. Pero aquí no se trata de cohabitar desde el republicanismo en una monarquía parlamentaria, se trata de desalojar al Rey. La gran prioridad en medio de una pandemia y una crisis económica. Y 3) La última sesión de «control» al Gobierno. Hay que entrecomillar necesariamente: una verbena mitinera, descalificaciones y eslóganes y ausencia total de lo que sería examen -control- de gestión y de los asuntos que son apremiantes en este momento. Las prioridades de los intervinientes van por otro lado.

Entiéndalo, si le parece, como un enumeración de indicadores tumorales en la acción política. Valdrían incluso para que quien no tenga información de la situación en este país se haga una idea de los riesgos a que está expuesto y de la "tropa" que está al frente en uno de los momentos más graves en muchas décadas.

Le voy a ofrecer una perla sintomática para ver por dónde se mueve la alta política de este país. «Hay una operación en marcha para tumbar al Gobierno subvirtiendo el orden constitucional», es una denuncia que formula el presidente del grupo parlamentario de Unidas Podemos. Parece más propia de una república bananera que de la monarquía parlamentaria española que desde el golpe del 23-F consideramos como estable. Le diría que muestra la irresponsabilidad o el deterioro al que se ha llegado en el ejercicio de la política. O, sin necesidad de ser conspiranoico, muestra el objetivo de un discurso que justifique estrategias políticas como las no neutrales acusaciones al Rey de maniobrar contra el Gobierno. La ausencia del Rey en Barcelona es todo lo contrario a una defensa de la institución.

Comedia ordinaria

En un ámbito más próximo, y sin continuidad ni comparación alguna con esos tres puntos anteriores, la semana nos deja una buena aportación para el museo gallego del «…e hai que dicir que chove». Me refiero a unas declaraciones propagandísticas que no sabría calificar de jocosas, ejercicio de sarcasmo o sesión del Club de la Comedia, que exigiría en el escenario un monologuista de profunda retranca de la más sonora tradición del país. Las formuló un alto mando de Fomento en la apertura de 8,9 kilómetros en la anunciada autovía Lugo-Ourense, doce años después de inaugurado el inicio de la obra. Digo bien, obra inaugurada. En ese escenario y en el actual contexto, allí se pronunciaron las frases vacías de costumbre sobre el compromiso de «este Gobierno» -con unos y otros en el poder- con las infraestructuras en Galicia. «Labor de gestión ordinaria», calificó la celebración el siempre mesurado delegado del Gobierno en Galicia. No le falta razón, años atrás alguien había subido a los altares a Magdalena Álvarez, la del «plan Galicia de mierda», como la mejor ministra de Fomento en la historia para Galicia. Como gran aportación anunció que en 2012 Galicia estaría conectada por Ave con Madrid. Una visionaria.

A ver cuándo van a O Fiouco, aunque sea en labores de gestión extraordinaria, a resolver los entuertos causados a los usuarios de la A-8 y a cumplir los compromisos de no sé cuantos ministros y ministras de Fomento anteriores. Y a ver cuándo unen los tramos de la autovía Lugo-Santiago, desagradable sorpresa con la que se encontró el pasado verano, e incluso denunció radiofónicamente, el mismísimo Josemi Rodríguez Sieiro, «conocido por sus apariciones en programas del corazón y prensa rosa».

Disparate constante

Vuelvo a Madrid y a la primera muestra que le decía de la difícil situación que se alimenta cada día en este país. No es necesario ser epidemiólogo, como nos dicen quienes solo quieren oír alabanzas, para sumarse a la lógica de la comisaria europea de Salud, Stella Kyriakides, cuando advierte de los riesgos de regresar en algunos países a la situación de la pasada primavera si no se adoptan medidas severas frente a la pandemia. Las consecuencias, además del coste en vidas y salud, serían también económicamente peligrosas.

Si lo que realmente está en el fondo es el traspaso de unos a otros -Gobierno central y Gobierno autonómico- del coste político de la implantación de medidas muy restrictivas sería una muestra de incompetencia para la responsabilidad que han asumido voluntariamente.

Pudiera suceder aquí que bajo el pretexto de que no se desmorone más la economía y el empleo se acabe en un pozo del que resulta mucho más difícil salir.

No seré yo quien se sume a los columnistas y opinadores de Madrid que ven solo deslealtad del Gobierno de Pedro Sánchez hacia la popular Ayuso en el desencuentro sobre alcance de las restricciones en Madrid, aunque las propuestas más duras del ministro Illa no encajen con la llamada a manifestarse contra las restricciones por la portavoz del socialismo madrileño. Quién busca el estallido social que se ve venir.

El diálogo y la cooperación solo se pueden dar cuando hay disposición por ambas partes de ceder y aceptar al otro, sin dogmatismos. Cuando se intercambian insultos y solo se trata de imponerse al contrario, no hay ni debate.

Un consejero de la presidenta Ayuso, un «mirlo blanco en el Gobierno madrileño» según la calificación del entrevistador radiofónico, justificaba en su ideología liberal la resistencia a la imposición de medidas drásticas. Es como si defendiese que en una carretera de doble sentido cada automovilista eligiese si circula por la derecha o la izquierda. Ofenden a la mínima inteligencia.

Le confieso que siempre me chirrió la autocalificación de liberal por la escuela aznaril y aguirrista del PP madrileño. No le encuentro coincidencias en los manuales de pensamiento político liberal. Si el señor Romay Beccaría aún está dispuesto a ejercer podría darles un curso intensivo sobre Popper, Berlín o alguno de los clásicos del liberalismo. A ver si así no confunden el culo con las témporas.

Y le remito a otra perla para la despedida: esos carteles de culto al líder, al guía, que difunden por las redes. Con imagen de Pedro Sánchez, millones de gracias «por el titánico trabajo y el nivel de entrega» al mejor presidente de la democracia. Lo recoge El Confidencial.

De usted, s.s.s.

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