El roble de Santa Margarita, 500 años ‘de historias’

Un roble y ermita míticos que vivieron multitud de vicisitudes climáticas, hechos históricos y fueron el epicentro de una conspiración de película en el s. XIX a nivel nacional que no llegó a buen puerto
El roble y la capilla en 1883. FRANCISCO ZAGALA/ECO DE GALICIA
photo_camera El roble y la capilla en 1883. FRANCISCO ZAGALA/ECO DE GALICIA

Catalogado entre los árboles Senlleiros de Galicia, el roble de Santa Margarita en Mourente está datado en unos quinientos años, aunque siempre se dijo a lo largo de la historia que era un ejemplar milenario. Un árbol ligado a la Capilla de Santa Margarita que algunos creen del s. XIII o XIV, aunque otras fuentes la sitúan ya en el s. XII; está considerada una de las más antiguas del Concello y ambos pertenecen a la diócesis de Santiago de Compostela.

En el lugar de Santa Margarita tenían la casa familiar personajes tan relevantes como el P. Sarmiento: "Este árbol notable por sus años y proporciones considerables, cuya sombra en la estación del Estío aprecian por cuantos por allí transitan; y á la que tantas veces ha descansado el nunca bien llorado el P. Sarmiento;... ", describía el periódico pontevedrés El Áncora.

Siguiendo una cronología general, el escritor coruñés Francisco Tettamancy y Gastón relataba en su obra La Revolución Gallega en 1846 un hecho insólito: "que a principios de la primavera de 1846, el bergantín Manzanares que procedía de Ferrol, fondeaba próximo a la isla de Tambo desembarcando el infante Don Enrique Mª de Borbón, quien después de disfrazarse de paisano en una casa del barrio de los Placeres se dirigió en compañía de D. José María Santos (que fue luego presidente de la Junta revolucionaria de Pontevedra y miembro de la Suprema de Santiago), para presidir una junta de conspiradores entre los que figuraban el comandante de la Guardia civil D. Manuel Buceta y el brigadier D. Leoncio Rubín. La reunión tuviera lugar en la Capilla de Santa Margarita, enclavada en uno de los barrios más desviados de Pontevedra (Mourente), inaugurándola Buceta con el santo y seña de Santa Margarita y Hermandad". En el interior de la ermita se firmaron documentos de las cuatro provincias gallegas y se sentaron las bases de la conjura con gritos de Viva la libertad y la Constitución acompañados por fuera el dictador Narváez, El Espadón de Loja. Ramón Álvarez de la Braña relataba como un labrador vecino de la ermita ofreció al infante una jarra de vino, en vez de agua, que le quiso pagar con cinco duros al paisano y este rechazó. Descubierta la conspiración sobre la sucesión española desde Mourente, el infante ese mismo mes fue expulsado del país y huyó a Bélgica, país en el que residía su hermana Isabel Fernandina.

En 1858 el afamado pintor madrileño, y pontevedrés de adopción, Federico Guisasola y Lasa, pintó un cuadro que representaba "el gigantesco y secular roble de Santa Margarita protegiendo con sus ramas la capilla de la santa. llevado á cabo con la viveza de colorido de la escuela alemana, este cuadro retratará siempre con exactitud el corpulento roble, cuyo origen se pierde en la noche de los siglos y cuyas enormes dimensiones le harán ser uno de los más notables de los poéticos alrededores de Pontevedra", explicaba El País, cuyo destino era la Exposición de Bellas Artes de Madrid.

La meteorología también jugó un papel en la zona cuando el terrible ciclón de la noche de 15 del mes de diciembre de 1886, lo peor duró según las crónicas unos quince minutos, y hasta las tres de la madrugada cayó una fortísima lluvia, vientos huracanados y una presión atmosférica muy baja calculada en 730 milibares. Este atípico fenómeno atmosférico causó daños a una de las torres de la Peregrina por un rayo y se especuló en Crónica de Pontevedra sobre la caída del roble: "También, según nos dicen, ha caído el roble de Santa Margarita, árbol tan famoso por su antigüedad y extraordinaria corpulencia". Lo cierto es que, "A consecuencia de un huracán, una de las ramas principales fue desgajadas habiendo perdido por tal causa parte de la hermosura de conjunto que tenía ...".

Tal era el porte del árbol que en diferentes ocasiones los contratistas de traviesas para el ferrocarril han intentado adquirir tan corpulento roble pero "el dueño quiere conservar para las generaciones futuras la joya que le legaron sus antepasados y los vecinos de la comarca sienten verdadera veneración por el roble de Santa Margarita". El 5 de julio de 1900 un incendio provocado causó enormes daños al árbol, "apareció ardiendo y hubiera sido consumido del todo por el fuego sin el auxilio de los vecinos que, ansiosos de conservarle, pusieron á contribución todos los medios de que podían disponer"; y proseguía El Correo de Lugo, "Lástima grande que por incuria de los que debieran atender cual se merece á conservar ese árbol".

La festividad de Santa Margarita se celebra con una romería en el mes de julio muy popular bajo la sombra del árbol que era tan tupida que se decía que no pasaba ni un rayo de luz. Ese día el paseo de La Alameda de Pontevedra se quedaba vacío y cientos de personas se reunían bajo el roble. Un bando de la alcaldía había prohibido que los pordioseros (pedir por Dios caridad) asistieran, por lo que se quedaban en cercanías. Una ermita en la que se celebraron bodas como la de Gumersindo Ferro Peón y Escolástica Isla en 1932, representó como padrino de la boda el maestro nacional de Mourente Cándido Hermida Díaz.

En 1915 los Boy Scouts de la ciudad iniciaron una suscripción popular para compra e instalar una verja alrededor del roble, a la vez que celebraban la fiesta del árbol, aunque un año más tarde la verja no estaba instalada y surgieron las primeras protestas.

El 26 de enero de 1985 se derrumbó parte de la capilla que el arquitecto Rafael Fontoira informó como crónica de un derrumbe anunciado. Y tras la caída en julio de 2017 de otra de las ramas del roble, de más de doscientos quilos, se procedió a labores de mantenimiento y seguridad.

Un árbol que ha resistido el paso del tiempo situado a un tiro de piedra del centro de la ciudad que formaba parte de un gran bosque de carballos del que sólo queda el de Santa Margarita como testigo mudo de varios decenios de la historia de Pontevedra. 

Comentarios