Opinión

Rock & roll en la Peregrina

EN ESTE artículo no leerán ustedes nada sobre el rock & roll ni sobre la Peregrina. Es solo un truco para llamar la atención. Se lo he copiado a los partidos políticos. Si ellos pueden anunciar una cosa y luego hacer otra, ¿por qué yo no? Vale, el título de la sección o lo que fuere, que acoge estas cosas que uno escribe es “Desde la Peregrina”, pero no lo he escogido yo. Yo jamás le hubiera puesto ese nombre. Es más, me parece una idea peregrina, teniendo en cuenta el contenido habitual que alberga. Pero si usted es habitual de este espacio, Dios lo bendiga, ya nada le causará sorpresa.

Rock & roll. A ver, puede haber también una cierta relación. Les contaré la única que se me ocurre. Hace un tiempo, Manuel Jabois entrevistó a Xabi Alonso para Jot Down. El ex-madridista aún no había sido traspasado al bayern Munich. Definía el juego de su equipo como rock and roll: producir cierto caos para que algo nuevo ocurriera. En este sentido esta columna es puro rock and roll. Yo diría que no es otra cosa que rock and roll, en la definición alonsiana del término.

Se me acaba de ocurrir otra ocurrencia, valga la rebuznancia, en medio del lío este (Xabi Alonso, mediocentro y sabio). Me refiero a aquella vieja canción de Tequila en la que anunciaban a la muchachada que iban a tocar un rock and roll en la plaza del pueblo. Podría ser la plaza de la Peregrina, con lo que el círculo se cerraría. Los círculos nos traen a la mente al partido que va a quemar España por los cuatro costados, Podemos. El partido pirómano al que, con la mínima chispa, le montan un cirio. Cirios que se encienden ¿donde?: en el santuario de la Peregrina.

Aguántese las ganas de asesinarme, hombre. Ya cambio de tercio.

Tercio de varas: semanas atrás los taurófilos han dejado sus sillones y poltronas y, por primera vez en la historia de los sillones y las poltronas de los taurófilos, salieron a la calle a manifestarse. Capitaneados por los capitostes del negocio (perdón, fiesta nacional), impulsados por el temor a perder sus pingües beneficios (perdón, por la indignación más digna) reclamaron su derecho a asesinar cruelmente a mamíferos bóvidos (perdón, a producir arte y cultura). Cualquiera diría que, ante la posibilidad de un cambio de orientación política del gobierno y ante las estrictas directrices europeas (una gente insensible ante el arte y la cultura españolas, los europeos) que imposibilitan la subvención de “eso”, ya se están viendo ante una reconversión industrial a lo bestia (no sé por qué he puesto esta palabra en este contexto...).

Total, la deriva hacia la abolición del fabuloso espectáculo montado para preservar la vida de los toros de lidia a base de matarlos, es imparable. Algún día, por mucho que toreen vaquillas con sus hijos en el colo, las nuevas generaciones no sólo le darán la espalda a esa fiesta y a Raffaella Carrá (“Fiesta, que fantástica, fantástica esta fiesta”) sino que la aborrecerán. Es cuestión de tiempo.

De los majaras que tiran cabras y demás de los campanarios (como el de la Peregrina) ya no diremos ni mú.

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