Opinión

Sahel, uranio, oro... pobreza

Unos 3.500 kilómetros separan a España del Sahel; en el fondo, una tierra de nadie donde campan a sus anchas la inmigración ilegal, el tráfico de seres humanos, el yihadismo, el narcotráfico, el cambio climático... En el Sahel la pobreza y la miseria alcanzan algunos de sus valores más absolutos. En la actual aldea global en que se ha convertido nuestro planeta, el Sahel conforma, en la práctica, nuestra trastienda, nuestro patio trasero. Níger forma parte de esa franja geográfica tan próxima e inmediata.

En el índice de desarrollo humano elaborado por Naciones Unidas, Níger ocupa la penúltima posición. Únicamente la supera en la trágica relación Centroáfrica. Con menos de dos dólares diarios vive el 44% de una población donde sabe leer y escribir el 15% de las personas adultas. La ayuda internacional financia el 45% del presupuesto anual de Níger, país líder mundial en tasa de fertilidad con una media superior a los siete hijos por mujer. De cumplirse las proyecciones realizadas por Naciones Unidas, sus actuales 21 millones de habitantes se triplicarán en el ecuador del presente siglo y alcanzará la desorbitante cifra de casi 200 millones a finales de la centuria. Toda una bomba demográfica a unir a las actuales existentes. Entre ellas también aparece la permanente inestabilidad política que la asola, fruto de los sucesivos golpes de Estado producidos desde su independencia en 1960.

Níger es el tercer productor mundial de uranio del mundo. Sus entrañas albergan la mayor reserva de África y la séptima del planeta. Los millones de toneladas anuales extraídos de su subsuelo constituyen la tercera parte del recurso energético utilizado por las centrales nucleares francesas y dan vida a tres cuartas partes de la producción eléctrica gala. Una energía exportada por Francia a países vecinos como Alemania, Italia, Holanda, Reino Unido, España... Mientras, únicamente el 16% de la población de Níger tiene acceso en sus hogares a la electricidad. En este contexto neocolonial, las empresas extractoras de uranio, en su mayoría francesas, aportan al PIB de Níger menos del 5%.

A pesar del fuerte despliegue militar existente en la zona - fundamentalmente fuerzas francesas-, según el Centro Africano para Estudios Estratégicos, los atentados yihadistas se han duplicado cada año desde 2015. Hace unos días 71 militares de Níger fallecieron en un ataque terrorista. En diciembre pasado fueron 14 los funcionarios de la ONU que perecieron. En noviembre murieron 13 soldados de elite del ejército francés... Son simples cuentas ejemplificadoras de un rosario interminable.

En el número del presente mes de Le Monde Diplomatique, un magnífico artículo del periodista Rémi Carayol describe la última actividad de “moda” en el Sahel: la minería artesanal del oro. La “ocupación” es hija de la pobreza y de la miseria. Además de inseguridad y violencia, esta nueva fiebre del oro produce devastación medioambiental. Francia, Europa, Occidente..., ¿no deberían pensar en algo más que en las actividades extractivas?

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