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El senador Remigio condena

 
Una persona envuelta en una bandera en la explanada del Valle de los Caídos. MARISCAL (EFE)
photo_camera Una persona envuelta en una bandera en la explanada del Valle de los Caídos. MARISCAL (EFE)

"CONDENAMOS LA dictadura franquista, pero yo nací once años después. ¿Qué tengo que ver con eso?" Remigio Joel Delgado Cáceres. Senador del PP. Treinta y dos años. En el transcurso de la sesión en la que se condenó el franquismo y cualquier acto de exaltación del mismo. Con la abstención del PP y Ciudadanos. Fue este pasado miércoles y desde entonces estoy que no entiendo. Un montón de horas sin entender la frase del senador Remigio. ¿Qué quiso decir? Que, como no había nacido, ¿no le concierne? ¿Que él solo es capaz de votar las mociones que se refieran a algo ocurrido durante sus treinta y dos años de vida? Claro que, si se intenta ser coherente, tendríamos que eliminar los años de infancia del senador Remigio en los que vivía pero, presumiblemente, sin comprender del todo su entorno, debido a su corta edad. Sin poder defender una cosa, otra, o la de más allá. Supongamos entonces, que la plena consciencia de las cosas y sus circunstancias le haya venido al senador Remigio un día como hoy, de hace quince años. Supongamos que cumplía los diecisiete y empezaba a darse cuenta de lo que le rodeaba. O sea, hay quince años ahí, desde ese momento crucial hasta, pongamos, el miércoles, sobre los que el senador Remigio puede opinar. Al senador Remigio le parecerán muchos. Quizá ya demasiados. Suceden muchas cosas en quince años y con todas, el senador Remigio, orgullosamente, podría afirmar que tiene que ver. Lo que pasó hace dieciséis no existe para él porque él no estaba. Ya no digamos lo que ocurrió hace cuarenta o cien o mil. Y lo de a.d.c. a él, qué.

Este vacío histórico del senador Remigio es algo que no logro comprender. Un asunto serio. Entronca con la responsabilidad y con la mirada; con lo que nos atañe como humanos, con cómo entendemos el presente y lo que pretendemos proyectar en el futuro. Al margen de la ideología, es un planteamiento peligroso. Porque si seguimos la lógica de su argumento, condena la dictadura franquista pero como él no existía, en realidad no sabe lo que está condenando ya que no le atañe en absoluto. Y así, con todo. Peligro.

Es difícil que sepa opinar sobre la ola ultraderechista que está emponzoñando el mundo porque, aunque estaba por aquí, no es –que sepamos– un ser ubicuo, y le resultará imposible sentirse llamado a la condena de la situación en otras partes. ¿Qué tiene que ver con eso? Tiene razón, nada. De momento, le dicen que se abstenga y él lo hace, como debe ser.

Puede que haya escuchado algo de lo de Vistalegre y Vox. Al menos, en alguna tertulia de pasillo. Puede que haya oído decir que este partido de la España Viva –y hago un inciso: ¿se han fijado en qué tremenda y radical imaginación existe en el cambio de los términos? No vale cualquiera. Así todo parece distinto ¿verdad?–. Supongamos que el senador Remigio tiene una vaga idea de lo que ha pasado allí. Le va a resultar muy difícil entender –igual de difícil que a mí entenderlo a él– de qué iba eso. Porque con lo que entronca está mucho más lejos de lo que alcanza su pensamiento y él no tiene nada que ver, obvio, con lo que se fraguó en los tiempos anteriores a su existencia. Lo que deberían condenar en el Senado es que los humanos hicieran cosas al margen de él. Le animo a presentar una moción en ese sentido.

O, esperen, ¿Se referiría a culpa? ¿Que condena el asunto, pero que sepamos de antemano que él no tiene la culpa? Pues es un detalle avisar. Al decir que no tenía que ver, la gente, quieras que no, respiraría más aliviada y votaría con otra soltura. Al final, esa frase fue elaborada con todo el cariño para los demás. Pensando en los otros.

Le envío al senador Remigio una frase desde aquí, por iniciar el debate. Espero que le dé tantos quebraderos de cabeza como a mí la suya –por la igualdad, no por venganza–: "Se trata de que el mal es un fenómeno de superficie, no de que se banalice o se le quite importancia. Lo decisivo es que gente completamente mediocre, que por naturaleza no eran ni malos ni buenos, hayan podido causar un desastre atroz". Sobre la banalidad del mal, palabras de Hannah Arendt en una carta a Gershom Scholem. Pero ya murieron, ay. Hace más de quince años.

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