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Seredaico

ALLÁ POR el año 139 d.C., vivía cerca de Allariz una pastorcilla cristiana llamada Mariña. Hay que contar la historia rápidamente para dejar espacio y llegar a donde queremos llegar, que es a Seredaico. Pues había también un señor importante, un romano de nombre Olibrio ansioso por conquistar a Mariña. Pero Mariña pasaba. Olibrio la secuestró, la torturó con hierros candentes para que renegara de su fe y aceptara sus abusos. Ante las reiteradas negativas de la joven, Olibrio decidió matarla. Primero intentó ahogarla, pero Mariña no se ahogaba. Luego intentó quemarla en un horno, pero la chiquilla tampoco ardía, así que la decapitó. La cabeza de Mariña saltó por los aires y rebotó tres veces en el suelo. En cada uno de los lugares donde la cabeza botó, surgió una fuente milagrosa. De ahí que el lugar se llame Augas Santas.

El topónimo surgió siglos después, cuando alguien encontró el sepulcro de Mariña. Los pobladores de la comarca se acercaban por ahí y empezaron a construir la leyenda. El lugar está lleno de restos arqueológicos que fueron reinterpretados para ir forjando la leyenda de Santa Mariña. No muy lejos de ahí se encuentra una misteriosa iglesia que los templarios abandonaron a medio construir. Bajo la iglesia están los restos de una sauna castrexa, donde los vecinos decidieron que Olibrio intentó quemar a Mariña. O forno da santa, le llamaron. Así, en un castro cercano que se encuentra a pocos metros de una villa romana, los devotos vecinos fueron encontrando de todo: el lugar donde Mariña se lavó al salir del horno; poco más allá la piedra en la que se sentaba cuando cuidaba a las ovejas, el carballo sagrado, y así. Antes, cerca del sepulcro, también encontraron tres fuentes, y fue cuando decidieron que la cabeza de la chica había sido cortada, rebotando en los tres lugares. Junto a las fuentes construyeron una basílica descomunal, a la altura del relato.


Masiosare y Seredaico pertenecen a mi catálogo de seres míticos. Para que existan sólo hay que creer en ellos


Así, a partir de una historia probablemente cierta, que no es otra que la existencia de una niña cristiana martirizada y asesinada por un poderoso romano, surgió todo un conjunto de leyendas que no tenían otro fin que el de recrear una historia dotándola de un argumento fantástico e inverosímil. Todo el pasado geológico y arqueológico del lugar: la sauna castrexa, el castro, las pilas de agua, las fuentes, todo fue adaptado para reforzar aquello en lo que querían creer.

Pero lo más impresionante del lugar, lo más misterioso es una inscripción escrita sobre la imagen de una virgen que corona una de las tres fuentes: Dice así: "SEREDAICO AESPAIOSASOL YONS OBISPO AÑO 1840". El misterio no se encuentra en el extravagante texto, pues en un panel adyacente, explican que la inscripción, mal repintada, debería decir: "Reedificola o bispo Dámaso Iglesias Lago. Ano 1840". Lo misterioso es el proceso por el que contratan a un pintor que no sabe escribir, que éste no lo advierte al cliente y que el cliente, al ver el resultado, no llame nuevamente al pintor para pedir explicaciones y arreglar el texto. Quedó así, y espero que así siga. Que pase a formar parte de la leyenda de Mariña. Que alguien algún día diga que un obispo llamado Seredaico Aespaisosasoi Yons fue quien convirtió a Mariña o excomulgó a Olibrio.

Seredaico me recordó a Masiosare. Yo fui uno de los millones de niños que en México, en la etapa que va de la niñez a la adolescencia, creían en Masiosare. Masiosare es un ser terrible, el mayor enemigo de México. Nos criábamos temiendo a Masiosare, una especie de enorme hombre del saco que un día vendría a destruir la patria mexicana. El caso es que cada lunes nos sacaban al patio del colegio a cantar el himno nacional y rendir homenaje a la bandera. Una estrofa del himno empieza así: "Mas si osare un extraño enemigo...". Ocurre que las tres primeras palabras se cantan de corrido, sin pausa entre ellas, por lo que el resultado suena así: "Masiosare, un extraño enemigo". Eso nunca nos lo explicaban. Nos enseñaban a cantar el himno, pero no nos lo hacían leer. Los profesores sabían de sobra que todos creíamos en la existencia de un extraño enemigo llamado Masiosare, pero no nos aclaraban la cuestión, quizá porque ellos también habían creído en Masiosare. Todavía hoy hay gente que entra en foros preguntando quién es Masiosare y por qué odia tanto a México.

En el fondo, sigo creyendo en Masiosare, y ahora también en Seredaico. Son dos personajes entrañables surgidos de una mala interpretación, pero reales. Existen porque están ahí, porque alguien sin mala fe los creó por error y les dio vida propia. En el caso de Masiosare, es una invención de las niñas y los niños mexicanos. Seredaico, por su parte, es obra de un gran pintor que no sabía escribir y se limitó a dibujar letras al azar. Pero uno y otro pertenecen a mi catálogo de seres míticos. Para que existan sólo hay que creer en ellos.

Si los devotos de Santa Mariña fueron capaces de adornar su historia llenándola de hornos, pilas y fuentes que fueron encontrando por ahí y acabaron creyendo en todo ello, yo me conformo con creer en Seredaico. Seredaico es lo más hermoso de la leyenda de Santa Mariña.

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