Opinión

Sor Ana de la Trinidad

Todo un ejercicio de contenido silencio realizó quien esto escribe hace unos meses ante la campaña de manipulación llevada a cabo por una de las actuales figuras del fanatismo de género. La operación fue seguida por todo un rosario compuesto por elementos de lo más variopinto: desde coincidentes con los planteamientos de la susodicha, hasta personas llevadas de la buena fe. En medio, el desconocimiento conformó un peso importante. En síntesis el mensaje afirmaba que la mujer española no destacó intelectualmente hasta el siglo XIX. Antes todo era un enorme erial. Nada más alejado de la realidad. Los siglos XVI y XVII fueron de un enorme esplendor intelectual para la mujer española –en otros terrenos como el político también, pero no viene aquí al caso-. Ahora, ese juez implacable que es el tiempo aporta una nueva rutilante figura. Una autora cumbre de la mística o la autora femenina cumbre de la mística. Hace unos días se ha publicado para el gran público la obra perdida y recuperada de Ana Ramírez de Arellano, de Sor Ana de la Trinidad, en el libro Dolor humano, pasión divina. La autora vivió a caballo de los siglos XVI y XVII .

Recapitulemos sobre lo afirmado sobre el esplendor intelectual de la mujer española en los siglos XVI y XVII con algunos ejemplos, aunque la lista es mucho mayor. Luisa de Medrano impartió clases como catedrática en la Universidad de Salamanca en 1508. Seis años después, Lucio Marineo Sículo escribía de ella "Tú que en las letras y elocuencias has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres...". Contemporánea de ella fue Beatriz Galindo. Isabel de Castilla no eligió para la educación de sus hijos un preceptor, sino una preceptora, la citada Beatriz Galindo conocida como La Latina. En 1545 Beatriz Bernal publicó la novela Don Cristalian de España. Por cuestiones de espacio únicamente citaré el nombre de algunas de estas Glorias del Saber tan injustamente olvidadas o ignoradas: María de Zayas, Ana Caro de Mallén, Juliana Morell, Sor Juana Inés de la Cruz...

Ana Ramírez de Arellano era miembro de un destacado linaje de la época. Mujer de aspecto frágil, con veinte años ya pertenecía al monasterio cisterciense de Herce. Allí se sintió atraída por la orden carmelita. Por una serie de desavenencias existentes, sus padres se opusieron. Después de diversas disputas intentó una huida para ingresar en el convento carmelita de Calahorra. En la fuga se produjo unas dolorosas lesiones que le acompañaron el resto de su vida. Después de las múltiples disensiones, logra entrar en el convento de Calahorra donde permanecerá hasta su muerte. En la obra de Sor Ana de la Trinidad está presente la influencia de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y la literatura mística, pero ella rompe fronteras con el empleo del soneto. Así lo expone quien más ha estudiado su obra, Jesús Fernando Cáseda Teresa: «...el empleo del soneto supone un paso más allá, una suerte de apuesta inédita de nuestra literatura mística...». Esta utilización del soneto en la literatura mística implica retomar la tradición petrarquista. ¿Quién lo realiza? Una mujer española en los albores del siglo XVII.

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