Ángeles Pazos Rojo, maestra del CEIP Praza de Barcelos: "Si un niño no viene contento al cole, has perdido la mañana"

Firme defensora de la escuela pública, se jubila después de 41 años de trayectoria: admite que echará mucho de menos a sus alumnos

Ángeles Pazos, en el penúltimo día de clase. GONZALO GARCÍA
photo_camera Ángeles Pazos, en el penúltimo día de clase. GONZALO GARCÍA

"Me jubilo con gran disgusto", admite, emocionada, Ángeles Pazos. A sus 64 años dice adiós a las aulas después de dar clase a generaciones enteras durante 41 años. Los últimos 17, en el CEIP Praza de Barcelos, y solo tiene palabras de cariño y agradecimiento para sus compañeros, alumnos y también para las familias. "Este curso -dice en alusión al grupo de 5º de Infantil del que este jueves se despide- es una maravilla. Son 17, una ratio buenísima, porque puedes trabajar de forma más individualizada que si tienes 25".

Se despide de las aulas en Pontevedra, ¿pero dónde dio clase durante estas cuatro décadas?
Tuve mucha suerte, lo más lejos que estuve fue en O Grove. También di clase en A Lanzada, Couso (Xeve), A Devesa (Alba) y Arcade y en colegios de la ciudad como Froebel, Atlántico y aquí en Barcelos, los últimos 17 años. Tengo unos compañeros estupendos, entre ellos Esther Sieiro, que también se jubila ahora. Estoy encantada de trabajar como maestra.

Admite, emocionada, que echará mucho de menos a los alumnos, a sus familias y a los compañeros

¿Fue su vocación desde siempre?
Para nada. Mi vocación era la medicina, pero siendo la mayor de tres nuestros padres no podían mandarnos a todas a la Universidad y me dijeron: busca algo que se pueda hacer aquí. Y me metí en Magisterio. Y no lo cambiaría por nada. En cuanto me enfrenté a una clase vi que aquello era lo mío. Me encanta estar con los niños, por eso llevo mal lo de jubilarme. Disfruto dando clase. Para mí es un privilegio.

¿Siempre dio clase en Infantil?
La mayor parte del tiempo, pero también en lo que era EGB. La especialidad de Infantil la hice después y los últimos 18 años siempre di clase a los pequeños. Son los que necesitan más dedicación, cuando entran en el colegio son unos bebés. Antes se equivocaban y me llamaban mamá, ahora ya me llaman abuela. La edad no perdona, pero tengo la misma ilusión que cuando empecé, con 22 años. Pero físicamente no es igual. En Infantil hay mucho más juego. Intento que los niños aprendan jugando, están en la edad. En Primaria hay que ceñirse a unos estándares, pero ahora, aunque hay unos objetivos, se hace de otra manera. Ni siquiera les supuso un esfuerzo aprender a leer.

"Intento que los niños de Infantil aprendan jugando. Ni siquiera les supuso un tremendo esfuerzo aprender a leer"

¿Cuál fue su primer destino, en el que descubrió su vocación?
En O Grove. Y eso que era complicadillo, porque tuve que dar clase de Lengua en 6º y 7º, que era más modernizada que la estudiamos en la carrera, y algunos alumnos repetidores eran casi de mi edad. Pero esa experiencia no la cambiaría. Ni esa ni ninguna. 

¿Cuáles son las claves para que funcione la escuela?
Hay tres factores muy importantes: la familia, los niños y el profesorado. Sobre todo las familias y los maestros tenemos que estar en contacto, si no las cosas van mal. La mayor parte se implican mucho en el trabajo del aula.

¿Cambió mucho la enseñanza en estas cuatro décadas?
Muchísimo. Solamente en la ratio de alumnos. Llegué a trabajar en Xeve con 36 niños de cuatro niveles distintos, de cuatro a siete años. No le podías dedicar a cada uno ni la mitad del tiempo que merecía. No había pantalla digital... Bueno, ni siquiera calefacción. Teníamos una chimenea en el colegio que los padres encendían con leña por las mañanas. Nada que ver con lo de ahora, que tienen especialistas en Informática, Inglés, Psicomotricidad... Antes dabas todo tú. No había ningún apoyo. Ahora se trabaja de una forma totalmente distinta. Ni siquiera el hecho de enseñar a leer tiene nada que ver con hace 40 años. Antes enseñabas con el famoso Palau y poco más. Ahora no tienen libros hasta los cinco años, pero entran leyendo y les encanta. Empiezas con sus nombres y es una gozada. Que a los niños les guste leer, que te pidan cuentos... Me emociona. Y verlos reír. Soy feliz viendo reír a un niño. Si un alumno no viene contento al colegio olvídate, has perdido la mañana. Y yo, si tengo algún problema, intento dejarlo en la puerta. Aquí creo que lo hacemos todos.

Hay buen ambiente en el colegio.
Sí, pero también hay que transmitir buen rollo. En nuestra comida de despedida los compañeros nos regalaron a Esther y a mí un libro con dedicatorias que no puedo leerlas porque acabo llorando. Y las familias otro con dibujos de los niños también con dedicatorias y me pasa lo mismo. Es muy emocionante. Voy a echar muchísimo de menos el colegio.

¿Qué le dicen sus alumnos?
Lo pasan mal. La ventaja es que ya no iban a seguir conmigo el próximo curso, porque empiezan en Primaria. Pero los veo más cariñosos de lo normal. Me hicieron muchísimos dibujos de profe te quiero... Hasta se quieren ir de vacaciones conmigo. Son tres años con ellos. Cuando llega alguno nuevo tratamos de que se integre fácilmente, los cambio mucho de sitio... Se llevan bien entre ellos.

Los cambios fueron para bien, pero ¿qué echa en falta en la escuela?
Echo en falta muchos más recursos. No entiendo que se le den recursos a la concertada teniendo necesidad la pública. Si tuviésemos una educación pública con más recursos, mucha gente no se iría a la privada. También sería ideal menos alumnos por aula, con 17 es la gloria.

¿Cómo afronta la jubilación?
De momento lo llevo mal, aunque el verano siempre es una especie de ruptura. Me encanta la lectura, la música, viajar... Como dice mi marido, siempre hay qué hacer. Pero incluso voy a echar de menos las tardes en el colegio con mi compañera Carmen. Nos quedábamos organizando proyectos, preparando las clases... Con ellos en clase no hay tiempo. 

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