Opinión

Sucesiones

EL PADRE de Rocío estuvo trabajando en el campo andaluz de sol a sol desde que tenía 6 años. Y lo hacía, deslomado, recogiendo lo que fuera, algodón, arándanos, sandías, hasta que con el paso del tiempo pudo abrir una pequeñita tienda, de esas que en Andalucía se llaman de los desavíos. Unos minúsculos establecimientos que están abiertos a todas horas, domingos y festivos, cercanos a tu domicilio y en los que puedes encontrar aquello que se te olvido en la lista del supermercado.

En la tienda de los desavíos, además, te fían hasta mitad de mes, lo que es muy importante porque en esos pequeños y bellos pueblos andaluces la gente cobra el paro y la pensión en esas fechas. El titular del negocio, si a una tienda de los desavíos se le puede llamar así, suele ser una persona humilde que después de trabajar en el campo y pasar grandes sacrificios ha podido ahorrar unas pesetas para poder abrirla y vender a sus vecinos, tan humildes y trabajadores como él, media docena de huevos y unos cartones de leche.

El padre de Rocío falleció en el año 2010. Y en aquellos años gobernaban la región andaluza los camaradas socialistas Chaves y Griñan que tanto monta monta tanto, acompañados de la hoy ministra de Hacienda de España, Marisu Montero, que de aquella pastoreaba la Sanidad andaluza y seguidamente su Hacienda. Marisu, había instaurado en la Tierra de María Santísima una brutal presión fiscal, con un impuesto de Sucesiones, también conocido como el impuesto de la muerte, absolutamente salvaje que hizo que en el año 2017 el 19,4% de las renuncias a herencias en España correspondieron a ciudadanos andaluces, según los datos del Consejo General del Notariado.

Así que Rocío y su madre, cuando aún estaban recibiendo el pésame de familiares y amigos por la muerte de su padre y esposo, recibieron también en su domicilio, una muy delicada y comprensiva carta de la Hacienda andalusí en la que el gobierno socialista les reclamaba en concepto del impuesto, maldito, de Sucesiones, nada más y nada menos que 210.000 euros, casi unos 35 millones de las antiguas pesetas, que ¡manda carallo en la Habana!

Doscientos mil euros de vellón, por una casita de un humildísimo barrio de Coria del Río, con una minúscula tienda y en un terreno rústico donde, para colmo, no se puede edificar y nadie quiere comprar. Pero eso es igual. Las denominadas "élites extractivas" de las que hablaban Acemoglu y Robinson, ya se habían pasado a la política y a la partitocracia, y la Junta de Andalucía había sobrevalorado de manera escandalosa la herencia de Rocío, que no pudo pagar los 210.000 euros que le reclamaban. Y, claro, al no apoquinar en su día, la deuda ha seguido aumentando durante estos últimos diez años hasta llegar a la acollonante cifra de 500.000 euros por el retraso en la imposible liquidación. Más de 83 millones de pesetas. En Galicia, gracias a Dios y a Feijóo no tenemos ese problema. El presidente de la Xunta ha rebajado el impuesto y hoy el 99% de los gallegos no tributan por este impuesto maldito.

Rocío y su madre, ni duermen, ni viven. Tienen miedo a que les quiten la tienda y la casa. Están embargadas y Rocío no puede tener nada a su nombre. La tratan como a una delincuente. Su delito ha sido tener un padre trabajador que le ha dejado en herencia una tienda de los desavíos.

Comentarios