Opinión

Tal para cual

SORAYA Sáenz de Santa María y Grande Marlaska. Tal para cual, maragota y media. Son, ambos los dos, la personificación de la tibieza, de la frialdad y de la abulia. Son, la pereza, la desidia y la incuria, encarnadas en dos ciudadanos que nadie sabe que han pintado y pintan en la política española. ya se sabe que se está muy bien en un gran despacho rodeado de personajes que te dan palmaditas y te llevan el café y las pastas. Es, también, muy divertido tener un buen coche a tu disposición, con chofer y escolta.

Es de enorme satisfacción, ya lo creo, que te inviten al Palacio real a cenas y recepciones en los magníficos jardines del Campo del Moro. Todo bueno y todo gratis. Es muy grato y atractivo cobrar un magnifico sueldo con dietas, viajes, canonjías y prebendas. Claro que lo es. Pero la política no es solo eso. La política es algo más y mucho más importante que todo lo anterior. La política es, también y sobre todo, ejercer el poder. y tomar decisiones para resolver los problemas que se plantean en la sociedad.

El ciudadano que se dedica a la cosa pública tiene una gran responsabilidad y debe dedicarse a identificar los problemas reales de la sociedad en la que vive, exponerlos con absoluta claridad y desde la más dura de las verdades por más crudas que estas sean, y buscar y aplicar las posibles soluciones, todo ello, claro está, bajo el imperio de la Ley. De lo contario y con un panorama como el de hoy, con políticos sin liderazgo alguno, que no afrontan con determinación y valentía los verdaderos problemas que tenemos los españoles; que mienten y utilizan el engaño, la demagogia, la ocultación de información, la intoxicación y el abuso en la utilización de las instituciones, todas, en su pro pio beneficio partidista, la Nación se va al garete. El personal está harto y nuestros dirigentes no se enteran de nada. Ni de lo que piensan, ni de lo que quieren los ciudadanos, en una sordera escandalosa que agudiza, cada vez más, la enorme brecha existente entre gobernantes y gobernados.

Lo sucedido en Cataluña estos últimos días es una prueba evidente de que doña Soraya antes y el señor Marlaska ahora, no están a la altura que requieren las circunstancias y sus graves responsabilidades de gobierno. Un ministro del Interior o una Vicepresidenta del Gobierno, no puede ser nunca un don Tancredo. La política es determinación y el que la ejerce ha de ser decidido, demostrar carácter y nunca una persona irresoluta y pusilánime. Las decisiones a veces conllevan costes, riesgos y pérdidas de votos, pero hay que asumirlas.

Un ministro del Interior no puede meter la cabeza debajo del ala cuando una de las ciudades más importantes de Europa está ardiendo por los cuatro costados, mientras grupos de separatistas muy violentos le abren la cabeza a los policías que están en Barcelona, en número muy reducido y con menguados medios de defensa tal y como lo está viendo todo el mundo por la televisión. El ministro debe de explicarse, no contar chorradas y obviedades y aplicar la ley. En medio de todo ese caos y con los ciudadanos secuestrados en sus casas, hay dos policías muy mal heridos, mientras el señor Marlaska sale de cena con doña Carmen Calvo. Tal para cual. Hamburguesa y media.