Opinión

Una niña de 6 años

Un cuatro de agosto de hace ya dieciocho años, unos terroristas de la ETA muy valientes realizaron una de las misiones militares más peligrosas de la historia. Una hazaña bélica que resulto muchísimo más compleja y difícil que la que realizo Alejandro Magno en la batalla de Gaugamela contra el poderosísimo ejército persa que dirigía el rey Darío y que aventajaba a las tropas macedonias en cinco a uno.

La operación militar de la ETA consistió, nada más y nada menos, que asesinar a una niña de seis años que se llamaba Silvia Martínez Santiago, colocando una bomba en el cuartel de la Guardia Civil en Santa Pola. La misión fue de un enorme mérito, pues no se sabía a ciencia cierta en el alto mando etarra los medios de defensa, el tipo de armamento y la cantidad de munición con los que contaba la peligrosa niña, curtida en mil batallas. El éxito se debió no solo a la destreza y a la valentía de los terroristas, sino también al factor sorpresa. Los etarras, que tenían perfectamente estudiado el terreno, decidieron que el mejor momento para iniciar la arriesgada y peligrosa acción era en la hora de la merienda, donde la pequeña Silvia se relajaba un poco y descuidaba la guardia. Así que mientras Silvia merendaba y jugaba con sus muñecas, el aguerrido comando hizo estallar una bomba de gran potencia que segó, claro está, la vida de la pequeña.

La táctica y la estrategia que se puso en práctica no era una novedad y ya había tenido un gran éxito en anteriores y peligrosísimas misiones de guerra. Así, los terroristas acabaron de manera similar con la vida de los niños María Begoña Urrozosé, María Piris, Alfredo Aguirre, Daniel Garrido, Sonia Cabrerizo, Susana Cabrerizo, Silvia Vicente, Jorge Vicente, Silvia Pino, Silvia Ballarín,  Rocío Capilla, Pedro Alcaraz, Esther Barrera, Miriam Barrera, María del Coro Villamudria, María Cristina Rosa, María Dolores Quesada, Ana Cristina Porras, Vanesa Ruiz, Francisco Díaz, Fabio Moreno y Juan José Carrasco y unos cuantos pequeños más de los que ya no recuerdo su nombre. En total, 28 criaturas y 3 nonatos que estos valientes asesinaron en el vientre de sus madres. Todo ello, por la liberación del pueblo vasco, que dicen esta oprimido y pisoteado secularmente por la bota de una España dictadora, déspota y negrera, en donde por ejemplo el sueldo medio mensual bruto en el País Vasco en 2017 era de 2.208,8 euros, mientras que aquí en el terruño galaico estaba en 1.869 euros, sin oprimir y pisotear, claro está.

Hace un par de días nos enteramos que el titular de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias, don Ángel Luis Ortiz González, ha dado la orden de acercar a cárceles vascongadas al terrorista que acabó con la vida de la pequeña Silvia. Ya son más de 100 los etarras que gozan de beneficios penitenciarios desde que Pedro Sánchez preside el gobierno de España y Marlaska está en Interior con la brocha, blanqueando. Todos los años en Santa Pola se recuerda a la pequeña Silvia. El acto es muy sencillo como las gentes que asisten. Españoles decentes que no miran para otro lado. Los padres de Silvia, seguramente, no han levantado cabeza desde la pérdida de su hija. Les han arrancado un pedazo de sus entrañas. Y si eso no bastase, ahora tienen que ver como Pedro Sánchez y el del moño vallecano le pasan la mano por el lomo a estos asesinos.

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