O Vao de Arriba abre sus puertas (II): "No nos iremos"

Algunas voces señalan la urbanización como "solución" en O Vao. El patriarca dice no. Viven con lo mínimo pero no quieren más

Viene de O Vao abre sus puertas (I): "Si alguien vende, lo tiro"

El lugar en el que se asienta el poblado chabolista de O Vao, tanto el de Arriba como el de Abaixo, ha sido objeto de debate a lo largo de los años. El ya histórico intento por realojar a las familias del año 2008, que contó con una oposición vecinal bestial en los lugares elegidos para el reasentamiento, fue el único movimiento palpable por parte de las autoridades políticas para solucionar el problema del chabolismo. Se trata de una necesidad que, sin embargo, no aprecian de igual manera quienes habitan allí. Adolfo Casal es muy claro. No se iría de O Vao ni por todo el oro del mundo.

"Yo, mire usted, llevo aquí toda mi vida, y aunque me den los millones de euros que no quepan en ese cajón (en alusión a una gran cajonera ubicada en la cocina de su vivienda) no cambio mi casa por otra. Ni aunque me diesen el mejor chalé que exista en Pontevedra, no me cambio. Este terreno es nuestro".

Las viviendas de O Vao de Abaixo parecen brotar del propio monte. La estructura del poblado tiene su propio orden, carente de las comodidades urbanísticas actuales. Viviendas de ladrillo en forma de vagón con extensiones repletas de plásticos y uralita, así como galpones que, a continuación de las citadas viviendas, se extienden monte abajo, con cubiertas de teja. Frente a ellas, en la parte alta, una plaza principal en la que los vecinos se reúnen para pasar las horas. La casa de un vecino sirve de improvisado salón de juegos para el dominó y su sala de estar se convierte en un bar en el que ver el fútbol. "Ayer vimos ahí a la Selección", dijo Adolfo, en alusión al partido que España disputó el martes pasado ante Suiza.

[El jefe de O Vao de Arriba. DAVID FREIRE]

El jefe de O Vao de Arriba. DAVID FREIRE

Voces autorizadas apostaron en su día por la urbanización (un proyecto que debe estar en el cajón de la Xunta de Galicia) de la zona como una solución que la Administración pretende no desempolvar para no poner de uñas a los gitanos. Éstos, por su parte, recuerdan a quienes intentaron derribar sus viviendas en su día que "a ver si tiran a todo Campelo ahora. Han cogido a Los Butaneros, a Los Ferrados. A ver si los tiran ahora como quisieron tirar a todo el chabolismo de O Vao por uno que vendiera". Lo cierto es que no era uno el que vendía, sino muchos. Pero ese asunto es objeto de otro debate. Volviendo a la situación urbanística del poblado, Casal Jiménez asegura que los terrenos sobre los que se asienta son suyos de pleno derecho.

"En su día fuimos a Madrid, porque el alcalde de aquí nos dijo que teníamos que pedir un patronato. Fuimos con el cura y con la señorita Dorita (Riestra), una persona de mucha pasta, gente muy gorda de Pontevedra. Estuvimos allí dos días y nos enviaron una carta que nos concedía el terreno. Dorita ha tirado siempre por los gitanos", explica.

Sobre el motivo de no disponer de documentación alguna que acredite que lo que dice es cierto, el patriarca expone sus argumentos. "No pude tener los papeles de la propiedad. Mi hija fue a visitar a la señorita Dorita, que le dijo que estaba muy enferma y que era vieja, y que antes de morir fuese a recoger todos los papeles de las casas. Pero falleció y ya no me dio tiempo. En todo caso, esos papeles estarán en el ayuntamiento, porque romper, no los romperían, supongo yo".

O Vao se ha beneficiado a lo largo de todos estos años de una política laxa, digámoslo así, con las personas que se han ido dedicando al tráfico de sustancias estupefacientes. Muy distinto ha sido lo que ha sucedido en lugares como Penamoa, en A Coruña, donde la piqueta hizo su trabajo, y más aún en Madrid, donde, tal y como explican los máximos responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los derribos de las viviendas se produjeron en muchos puntos casi como consecuencia directa de las intervenciones contra el tráfico de drogas, lo que sirvió para erradicar algunos de ellos. Así lo explica Juan Antonio Ojeda, jefe de Heroína de la Brigada Central de Estupefacientes, en la obra Traficantes de la muerte. De la heroína al fentanilo (Catarata, 2020).  "Se les daba media hora para que retirasen los enseres y se les iban tirando las casas. Fue productivo porque era una forma de hacerles sentir el peso de la ley cerca, y que viesen que no solo tenían que afrontar las consecuencias penales, sino que sus actos también tendrán repercusión administrativa». El Instituto de la Vivienda de Madrid avalaba tales prácticas.

Uno de los puntos en los que almacenan la chatarra en O Vao. DAVID FREIRE

AGRADECIMIENTOS. Los gitanos de O Vao de Arriba tienen palabras amables para los servicios sociales del Concello de Poio y para su alcalde, Luciano Sobral, que colaboran con ellos tanto en alimentos como en oportunidades laborales puntuales.

"Estamos muy agradecidos a la asistenta social, que nos arregla muchas ayudas. Cuando acuden a ella las gitanas y allí tiene cosas de comer, se las da. Intenta darles lo que puede, y cuando no tiene nada, pues les da un cheque de 20 euros o de 40 euros, y con ese papelillo van al supermercado y compran comida", explica Adolfo Casal Jiménez.

Junto a ello, el patriarca también agradece la voluntad del primer edil poiense por integrar a los vecinos de O Vao. "El alcalde, cuando tiene trabajo llama a bastantes mujeres y a bastantes gitanos para trabajar. Le estamos muy agradecidos, porque en vez de llamar a un payo llama a tres gitanos".

FUTURO INCIERTO. En los próximos meses, numerosos vecinos del poblado que lidera Casal Jiménez, O Vao de Arriba, pero también de O Vao de Abaixo, se enfrentarán a la Justicia. Ante ello, el patriarca quiere asegurarse de que su gente nada tiene que ver con las últimas incautaciones de droga. "No pueden decir que la cogieron en O Vao. Y en el de Abaixo tampoco, que está muy tranquilo ahora. Tal vez haya sido en Pontevedra y dicen que fue aquí. Es una gran mentira que hayan salido de aquí las papelinas".

Su familia, según dice, no está relacionada con las drogas, pero sí otras familias que siguen a sus órdenes y que están pendientes de sentarse en el banquillo. "Yo no tengo juicios. Solo tenemos el de la pelea (la emboscada en la que agredieron a policías locales de Poio y los golpes a guardias civiles), pero nada por drogas. Tuvimos esa tentación (así llama al atentado a diversos agentes de la autoridad) por un mal entendido. Fueron ellos, los de las gorras, no la Guardia Civil de Pontevedra, sino unos que venían de fuera, la Usecic (la Unidad de Seguridad Ciudadana de la Comandancia, adscrita igualmente a la ciudad del Lérez). Nos tuvieron amargados aquí durante diez o quince días, por favor. No se apartaban de la puerta. Y nos provocaban".

¿Y DESPUÉS DE LOS JUICIOS? La incógnita se abre a partir del año próximo, en cuanto se celebren los procesos judiciales pendientes. El patriarca refiere que "cuando pasen los juicios va a seguir todo igual, no se va a vender. Mi palabra no tiene truco y va para arriba. Yo no soy como esos señores que mandan que prometen y que después no cumplen con nada".

Los especialistas en la lucha contra el tráfico de drogas en Pontevedra, sin embargo, tienen sus dudas. Mantienen que personas relacionadas con O Vao siguen vendiendo, aunque de manera más discreta. Y aseguran que en el poblado de Abaixo, donde Casal no tiene mando, la droga está muy presente. El tiempo será el juez que dé o quite razones, pero el paso que ha dado el patriarca es digno de elogiar. Así sabremos si es un hombre de palabra.

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