Vejar, violar y agredir a su compañera sentimental le salió muy barato

El autor de los delitos, colombiano afincado en Vilagarcía, fue detenido con apenas 18 años y ha sido condenado a cuatro años y nueve meses
El condenado, en los exteriores de la Audiencia Provincial de Pontevedra. JAVIER CERVERA
photo_camera El condenado, en los exteriores de la Audiencia Provincial de Pontevedra. JAVIER CERVERA

El 21 de mayo, en el primer juicio con el acceso del público a la Audiencia tras semanas alegando causas sanitarias, la Sección Cuarta acogía una sesión plenaria que volvía a poner sobre la mesa que la violencia de género en sus modalidades más graves es una lacra que afecta a la sociedad desde edades tempranas. No en vano, tras el juicio resultó condenado un joven de apenas 20 años (que cometió los delitos cuando tenía 18) por golpear, vejar y violar a su compañera sentimental, con la que mantenía relaciones desde los 14. El procesado, colombiano afincado en Pontevedra, reconoció siete delitos por los que, además de penas de cárcel que suman cuatro años y nueve meses, deberá realizar trabajos comunitarios y abonar distintas multas e indemnizaciones.

El juicio se celebró en la fase final del confinamiento

Los hechos probados, reconocidos por el investigado ante el tribunal, aseguran que "ha ejercido sobre su pareja constantes actos de violencia psíquica y física, consistentes, entre otros, en insultarla y menospreciarla, diciéndole, entre otras expresiones, que si era una puta para otros también lo iba a ser para él, amedrentarla con agredirla o decirle que iba a difundir fotos y vídeos de ella con contenido sexual, propinarle bofetadas, golpes y patadas, tirones de pelo, todo ello con el ánimo de controlarla y someterla a su voluntad".

La Sección Cuarta continúa en su sentencia explicando que "a menudo le revisaba el móvil, controlaba sus redes sociales y, además, no le dejaba tener amigos ni salir con sus amigas".

Junto a ello, el procesado "en muchas de las ocasiones en las que su pareja le manifestaba que no quería mantener relaciones sexuales, la emprendía a golpes con ella hasta que acababa cediendo, por miedo, para que cesasen".

La sentencia concluye que "todas estas acciones prolongadas en el tiempo produjeron a la víctima un temor constante en su relación de pareja", por lo que "cuando pretendía romper volvía una y otra vez, unas veces por miedo y otras por la dependencia afectiva creada".