Opinión

Los virus que nos corroen

EN LOS días que vivimos pareciera que todo vale. Vemos cosas tan inauditas como que quienes penalizaban conductas y actuaciones de políticos y ciudadanos en Cataluña en pro de sus reivindicaciones, las practican ahora e incluso no se cortan en amenazar y tratar de tumbar al Gobierno.

Observamos cambios de posturas políticas de un día para otro que nos dejan pasmados. Cualquier cambio reflejado en las encuestas puede hacer el milagro de que se declaren a favor de lo que el día anterior rechazaban y para muestra baste el tema de la renta básica.

No vamos a ignorar que el hecho de que tres Comunidades Autónomas estén en vísperas de elecciones agudiza que se olvide el interés general en aras del partidista y tal parece que si las políticas del contrario crees que son la clave de su éxito, aprópiatelas y engaña a los votantes; ya tendrás cuatro años para hacer las tuyas y no las suyas. Todo puede ocurrir cuando se pide el voto para el partido, sin el peso de un programa definido y la voluntad férrea de cumplir el contrato social comprometido con la ciudadanía.

Es una pena que la actuación de la oposición sea la descalificación de cuanto hace el Gobierno y el insulto sistemático, vergonzoso y permanente a sus miembros, carente del decoro exigible, rayando en lo delictivo a veces cuando no traspasando incluso posiblemente ese límite; comportamiento que jamás la oposición permitiría a nadie si fuese ella quién estuviese gobernando.

Lo que la ciudadanía esperaba en una situación tan grave como la que nos está lacerando era la colaboración y la unión de esfuerzo conjunto por sacar adelante a los enfermos y mitigar el daño social de la pandemia. La gente tiene miedo y se angustia y llena de inseguridad cuando ve desde el confinamiento como se descalifica la labor del Gobierno o se trata de coartar su trabajo sin proponer una alternativa razonada a la que se está llevando a cabo.

¿Qué pueden pensar las personas que dependían de una bolsa de alimentos para poder subsistir, mientras que la única alternativa a lo que descalificaban, (políticos bien pagados como dice mucha gente que lo está pasando fatal), era insultar, coartar y amenazar a quienes trataban de poner remedio, de la mejor forma que las circunstancias les permitían, a una situación inesperada, desconocida y que no dejaba títere con cabeza?

¡Qué buena oportunidad perdida! ¡Qué magnifica campaña pudo haber hecho la derecha si en lugar de limitarse a insultar al Gobierno y a pedir su dimisión, hubiese puesto su aportación y su apoyo, como es su obligación, en aras del bien de todos!

Claro que comprometerse con alternativas y apoyo, en una situación como ésta en la que los errores y aciertos se verifican a posteriori, les pudo asustar y tal vez llevarles a preferir no asumir responsabilidad alguna en los resultados. Pero la alternativa que tomaron también tiene un precio: demostraron su incapacidad para asumir democráticamente su obligación de trabajar por el bien común y su férrea voluntad por situar los intereses de partido y sus privilegios de siempre por encima de todo.

El interés porque nada cambie hace que no se presten a trabajar conjuntamente con el resto de partidos y agentes sociales para crear con urgencia un programa viable que de salida a esta situación agravada por la pandemia pero que los problemas derivados de la contaminación del planeta, el agotamiento de los recursos y el cambio climático ya estaban sobre la mesa y la reivindicación social al respecto ya venía presionando la agenda internacional y, desde muchos foros, abogando por una política de decrecimiento programado.

No se puede seguir haciendo oídos sordos a lo que los economistas de reconocido prestigio vienen advirtiendo, incluidos los Premios Nobel, de que el sistema capitalista neoliberal no se sostiene más. A esto hay que añadir la realidad climática y de recursos limitados; pero además, ahora se ha puesto de manifiesto con contundencia que todo país debe producir lo imprescindible, (en bienes y alimentos), para que no ocurra el desabastecimiento, la falsificación de los certificados de calidad y la especulación que costó vidas esta vez.

El tema de la realidad de extinción de puestos de trabajo debido a la mecanización, la informática y la robótica, requiere un abordaje serio y profundo que no cabe en este espacio y al que le vendría muy bien un amplio debate social.

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