"Al final donde aprendes es en el monte o en un accidente"

Es el miembro actual más antiguo de la Agrupación en Poio y lleva a sus espaldas 27 años de vocación y servicio desinteresado que acaban de ser reconocidos con el distintivo de Protección Civil a la Permanencia, otorgado el domingo durante un acto de la Agasp

Víctor M. Lores tras recoger el distintivo. CEDIDA - InteriorCARPINTERO de día, y voluntario de Protección Civil de Poio el resto de horas que le quedan. Para Víctor M. Lores Pérez (44 años), lo de entrar a formar parte de la Agrupación cuando era poco más que un adolescente podría decirse que fue una casualidad. Una casualidad que, 27 años después, se ha convertido en su vida. No lo duda: "Cuando me suena el teléfono, por supuesto, allá voy". Y esto se repite día tras día. "Todavía me ocurrió la semana pasada, cuando hubo el incendio en Cotobade. A nosotros nos llamaron a las seis y cuarto. El primer grupo salió para allá a las seis y media y yo me fui con el presidente una hora después. Salí de trabajar a las siete y media y a las 7.35 me estaba cambiando para ir al incendio. Cuando llegué a casa eran las 12 de la noche", cuenta. Su tenacidad a lo largo de los años, reconocida recientemente con el distintivo a la Permanencia que recibió en el acto de la Academia Galega de Seguridade Pública (Agasp), es fruto de un mantra que repite constantemente y con convicción: "Esto te tiene que gustar".

¿Cómo vivió el momento en el que recogió el distintivo?
Muy nervioso, pero contento porque es un orgullo que te reconozcan los años de esfuerzo, que llevas luchando todo este tiempo. La satisfacción es muy grande, y más saber que te reconocen que estés ahí.

Nada menos que 27 años al pie del cañón. ¿Qué balance hace?
Fueron unos años muy buenos, sobre todo con los compañeros. Mereció la pena, y ayudar a la gente más todavía.

¿Cómo es ser voluntario en Poio?
Requiere mucha dedicación, eso ante todo, y acudir siempre que se pueda. En Poio suele haber un poco de todo, pero lo que más tiempo nos ocupa es el verano, cargado de eventos, pruebas deportivas y, por supuesto, las fiestas de San Xoán.

¿Cómo recuerda los inicios? ¿Por qué se decidió a dar el paso?
Yo tenía 16 años. En aquella época Protección Civil estaba en el bajo de una casa en Combarro, ahí empezó todo. Entró de presidente Jaime, que era policía local, y de vicepresidente Jose. Fuimos creciendo, gracias a los buenos compañeros, con los que al final acabas creando una familia. Yo llegué a través de un familiar. El que llevaba todo era el padre de un primo mío y siempre estábamos juntos. Él siempre estaba ocupado con Protección Civil, y yo con él. Hacíamos todo juntos y él tiró de mí. Estuve los dos años que el local de Protección Civil estaba situado en Combarro. Cuando cambiamos la base para A Seca entró Vicente, el actual presidente, que en nada también cumple 25 años en la Agrupación. Yo empecé en 1993, pero Protección Civil funcionó de verdad a partir de 1994. Y ya en el 96 nos cambiamos para A Seca, donde estamos ahora.

¿Con la vocación se nace o se hace?
Se hace. Cuando yo entré en Protección Civil no sabía que me iba a gustar, pero luego acabé cogiéndole el gusanillo a las emergencias. Puede que se nazca con algunas vocaciones, pero con esta va a ser que no. Es estar desempeñando una tarea sin recibir absolutamente nada a cambio. Si te gusta, te vas a quedar, seguro. Yo ahora voy por la calle y me conocen como Víctor, pero Víctor el de Protección Civil. Ya no te conocen por otra cosa.

En su caso, logró transmitir esta vocación a su hija...
Desde los 14 años llevaba pidiéndome entrar. Y justo, al cumplir los 16, me lo volvió a repetir y la llevé. Ahora mismo hizo un año ya en la Agrupación, porque le gusta. Eso es lo fundamental en esto.

¿Cómo logra combinar una actividad que requiere tanto tiempo y esfuerzo con su vida personal durante tantos años?
Gestionándome bien y llevándome muy bien con mi mujer (risas). Además de mi hija, tengo otro niño de cinco años. Cuando empecé con mi pareja yo ya era de Protección Civil, y eso siempre estuvo ahí. Hubo muchas noches con emergencias en las que tuve que levantarme de cama y marchar, y esa es una de las partes que tiene esto, pero lo más bonito es que el domingo mi mujer me acompañó a recoger el distintivo.

¿Animaría a otras personas a que se hagan voluntarios?
Sí, pero para estar aquí te tiene que gustar. Si no, no durarás tiempo. Esto no solo es atender emergencias, tiene otra cara, que es la de estar en un cruce de carreteras porque hay que cortarlo, y pasarte allí seis horas, por ejemplo. Hay gente que entró en la Agrupación y cuando vio que muchas veces también tienes que estar tirado en una carretera varias horas, ya no volvió más. Esto tiene cosas buenas y cosas malas, como cualquier otra cosa en la vida.

¿Algún momento que nunca se le borrará?
Hubo varios momentos que me marcaron, algunos complicados. El que más, un accidente hace años en Chancelas, con dos menores. También me acuerdo de una gran inundación que hubo, que le echamos horas y horas. Y ahora la pandemia, que nos pilló a todos por sorpresa y tuvimos que ir aprendiendo de nuestros errores. De los 30 miembros que somos, 12 de nosotros pasamos muchas horas de voluntariado por esto. Para nosotros es un aprendizaje continuo, como cuando empezábamos a ir a los incendios. Todo es aprendizaje, pero a base de práctica, algunas veces te equivocarás, pero al final donde aprendes es en el monte o en un accidente.

¿Cuál es su cometido como vicepresidente?
Tirar del carro. Tienes que hacerlo. Como vicepresidente, hay que estar ahí, dar ejemplo. Si no la gente no se anima a formar parte de esto.

¿Va a por otros 27 años?
Por supuesto. A por otros 27 y los que hagan falta. Espero que sea por mucho tiempo.

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