"No quiero hacer carrera literaria, sino reflexionar sobre lo profundo"

El despertar de la señorita Prim, de la estradense Natalia Sanmartín, fue traducida a 11 idiomas y publicada en 78 países
Natalia Sanmartín Fenollera. GONZALO ALTOZANO
photo_camera Natalia Sanmartín Fenollera. GONZALO ALTOZANO

Después de siete años callada literariamente, la escritora pontevedresa Natalia Sanmartín Fenollera (A Estrada, 1970) acaba de publicar Un cuento de Navidad para Le Barroux.  

Hábleme de su nuevo relato.

En la localidad francesa de Le Barroux hay una abadía de rito tradicional con monjas muy jóvenes. Hace dos años la abadesa me pidió un cuento de Navidad para leer en el refectorio.

En mi casa de los años 70 en A Estrada los siete hermanos andábamos a nuestro aire en un mundo más libre

¿Cómo supo de usted?

Nos conocimos a raíz de que yo publicase El despertar de la señorita Prim. Hubo traducciones. Hice una visita de unos días a la comunidad porque soy católica. Mantienen los rezos en latín, el trabajo en el campo, el estudio,... tienen un ritmo equilibrado entre la oración y el trabajo. La tradición cristiana es riquísima. Los monasterios tradicionales la mantienen.

Es una vida que le atrae, pero su vida es distinta: vive usted en una ciudad, trabaja en un periódico.

Debe tenerse una vocación religiosa. Soy creyente, pero no la tengo. Veo la belleza, es hermoso cómo viven en esas abadías. Existe otra en Clear Creek, en Estados Unidos. Varias familias se establecieron alrededor del monasterio y llevan unas vidas tranquilas. Son comunidades que surgen en Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Europa se articuló a base de pequeñas poblaciones alrededor de abadías. Es un movimiento minoritario, pero creciente.

¿Y España?

No la tenemos con familias ni tampoco abadías de rito tradicional. Estas comunidades las forman familias católicas que están cansadas de la locura de vivir en las ciudades.

¿Siente esa locura en Madrid?

Vivo en Madrid, pero la tecnología me permite trabajar a distancia desde Sada. Llevo en Galicia desde marzo. Me gusta Madrid, pero busco la tranquilidad y cuando puedo me escapo. La tecnología es buena, pero no en todo. Le Barroux es un ejemplo en Francia. La gente se va acercando al monasterio. Su labor es profunda, de oración y de trabajo. Es una forma de vida que invita a lo pausado. El ritmo de vida más humano atrae familias. Pero no es para todo el mundo. Hay quien tiene trabajos que no se lo permiten. Las personas encardinadas en las grandes ciudades tienen una saturación de ruido y aceleración. No da tiempo a leer y estudiar, no hay posibilidad de un desarrollo humano porque estamos conectados todo el día.

Su relato no es infantil.

No lo escribí para publicarlo. Lo tradujeron en Le Barroux y Clear Creek. No es un relato infantil, es una historia sobre el misterio de la Navidad en un mundo en el que estamos rodeados de parte comercial y de influencia anglosajona. Un niño que pierde a su madre. Durante tres largos años pregunta a Dios si la Navidad es real. El silencio de Dios se mantiene hasta la tercera Navidad.

¿Por qué no se planteaba publicar este cuento?

Hay que dedicar tiempo a la promoción y tengo un trabajo. Mi intención no es hacer carrera literaria. Quería contar cosas y prefería la novela al ensayo.

¿Cuál fue el motivo?

Las novelas plasman mejor mis ideas, me gusta hacerlo en una vida ficticia y no en un ensayo.

¿Escribirá más literatura?

Me tomo mucho tiempo. Requiere una reflexión. No estoy sujeta a una carrera literaria, tengo otra vida profesional.

Me sorprende que me diga que no se va a comprometer con una escritura profesional. El despertar de la señorita Prim es el debut soñado por todo escritor.

Estamos en un mundo en el que identificamos a las personas con su profesión. Hay que trabajar, pero el trabajo no define a la persona ni la agota. Ocupa un espacio demasiado grande. Hay que ir más allá de lo profesional, de la tarea diaria; reflexionar sobre lo profundo, sobre los siglos de pensamiento.

En esa novela una bibliotecaria llega a un pequeño pueblo cuyos habitantes han frenado los avances del mundo moderno.

Esa novela tiene tres lecturas. Una costumbrista, sobre un pueblo pintoresco; una de rebeldía, sobre un grupo de exiliados de la modernidad que luchan contra la pérdida de las relaciones personales y una tercera, sobre una conversión religiosa.

Sus dos obras remiten a la nostalgia de su infancia perdida en A Estrada, en una casa de una familia amplia con una buena biblioteca.

La obra no es biográfica. La mía era una casa de los años 70 en la que los siete hermanos andábamos a nuestro aire en un mundo más libre. Teníamos libre acceso a los clásicos. Pintarrajeábamos los libros.

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