Tristán Ulloa: "El precio' es una obra extraordinaria con la vigencia de los grandes clásicos"

Tristán Ulloa vuelve a meterse en la piel de un policía, como ya hizo en Fariña. Esta vez lo hace encima del escenario, en la versión de El precio, un clásico de Arthur Miller, que ha dirigido Silvia Munt y que él coprotagoniza junto a Gonzalo de Castro. Se puede ver el domingo 20 de octubre en Pontevedra, dentro de la temporada teatral del Pazo da Cultura

Tras 16 años sin hablarse, los hermanos Victor y Walter Franz se reúnen para deshacerse de los muebles de la casa familiar. Es el punto de partida de El precio, la obra que Arthur Miller escribió en 1968 y que hoy está considerada un clásico. La clave está en la vigencia del texto, dice Tristán Ulloa (Orleans, Francia, 1970). El actor de origen gallego (Lucía y el sexo, El lápiz del carpintero, Fariña) es uno de los protagonistas de la versión de este montaje que ha dirigido Silvia Munt y que el domingo 20 de octubre (21.00 horas) se puede ver en el Pazo da Cultura de Pontevedra. 

Tristán Ulloa. JAVIER NAVALEl precio es un clásico de Arthur Miller que cuenta la historia de un reencuentro. ¿Quién es su personaje?
Miller sabe contar una historia en varias dimensiones. Aquí, por un lado, cuenta una historia familiar, un reencuentro entre dos hermanos que llevan 16 años sin hablarse, desde que murió su padre. Como se va a demoler la casa familiar, tienen que quedar para deshacerse de los muebles. La cuestión es que uno de los hermanos decidió volar y hacer su vida, y el otro decidió quedarse cuidando de su padre, sacrificándose en aras de una supuesta estabilidad familiar que, en realidad, nunca existió. Por otro lado, habla de las grandes crisis económicas que asolan el mundo de forma cíclica. Por eso la obra sigue teniendo una vigencia total, porque las víctimas de esas crisis son siempre las mismas.

La directora de este montaje es Silvia Munt. ¿Qué tal ha sido trabajar con ella? ¿Qué le preocupaba a la hora de llevar la obra a escena? 
No la he visto tan preocupada como ocupada. No ha necesitado trasladarla ni a un contexto actual ni a nuestro país ni nada de eso, por eso mismo que comentaba, que el texto sigue siendo absolutamente vigente. Está hablando, por un lado, de una situación familiar perfectamente reconocible y, por otro, de una situación socioeconómica con la que le pasa exactamente lo mismo. Esta es una obra extraordinaria, escrita hace 50 años, que tiene la vigencia de los grandes clásicos. 

Madurar es tener que tomar decisiones y asumir las consecuencias. Los errores y los aciertos son los que te hacen crecer

En buena parte de la obra mantiene un duelo interpretativo con el actor que da vida a su hermano, Gonzalo de Castro. ¿Ha habido química entre los dos? 
Hemos trabajado más de una vez juntos sobre el escenario. Fíjate, probablemente sea uno de los actores con los que más giras he hecho. Aparte somos grandes amigos y nos conocemos muy bien. Eso se transmite. Hay una gran complicidad entre nosotros más allá de que los personajes sean antagonistas. Nos complementamos bastante bien. 

En medio de ese cara a cara que mantienen se cuela el personaje que interpreta al tasador de los muebles, que viene a poner las cosas en su sitio. 
Sí, es el personaje que ha venido interpretando Eduardo Blanco en buena parte de la gira, pero que, por compromisos laborales, hemos tenido que reemplazar por Lluís Marco, que había hecho este personaje en la versión en catalán. La verdad es que se ha incorporado perfectamente bien. Los dos han hecho el mismo personaje con energías muy diferentes, pero igual de eficaces. Es algo que refleja las infinitas combinaciones que puede haber entre actores y personajes. 

Como suele ser habitual en Arthur Miller, a partir de lo que parece ser una pequeña anécdota cotidiana es capaz de reflexionar sobre cuestiones tan profundas como el precio que pagamos por las decisiones que tomamos, las coartadas morales que utilizamos, la responsabilidad individual... 
Exacto. El que tiene que tomar decisiones sobre su propia vida es uno mismo. No se trata tanto de sufrir las consecuencias de esas decisiones, como de asumir la propia responsabilidad sobre lo que se ha decidido. Madurar es tener que tomar decisiones. Los errorres y los aciertos son los que te hacen crecer. Hay que saber asumir las consecuencias que conllevan los distintos caminos que tomamos. 

Participar en 'Fariña' supuso volver a algo que forma parte de mí, de mis raíces, de mi adolescencia en Vigo

Vuelve a meterse en la piel de un policía, como había hecho en Fariña. El libro de Nacho Carretero, por cierto, acaba de ser llevado al teatro [se estrena en A Coruña el 25 de octubre]. No parece, en principio , una adaptación fácil. 
No lo sé... Creo que hay compañeros que estaban en la serie que también están en la obra de teatro. El propio director, Tito Asorey. Creo que además está avalada por el propio Carretero. Son todos grandes profesionales. Tengo muchísimas ganas de verla. Confío plenamente en lo que tienen entre manos. 

La serie se convirtió en un pequeño fenómeno. Ya lo era el libro previamente. ¿Para usted qué supuso participar en Fariña
Supuso volver a algo que forma parte de mí, de mis raíces. Mi familia por parte de padre es de Lugo y yo viví siete años en Vigo, toda mi adolescencia. La realidad de los años 80 la viví. Sé lo que es el contrabando y sé lo que es la generación perdida por la heroína. Fui testigo de toda esa realidad bastante cruda. Vigo era una ciudad en medio de una gran revuelta social en el aquel momento. La reconversión industrial, el paro... marcó una época y una generación. Incluso a nivel cultural. Ahí están los grupos de música de aquel momento. Todo ello creó unos mimbres socioculturales muy potentes para enmarcar una historia como en este caso fue Fariña.

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